La danza aplicada (e invasora) de Andrés Marín

El bailaor sevillano aplicó su particular sentido de la danza sobre la mejor música contemporánea española, interviniéndola en una combinación poco afortunada

03 feb 2022 / 09:26 h - Actualizado: 03 feb 2022 / 09:29 h.
"Danza","Patrimonio","Bienal de Flamenco","Música contemporánea","Musical","Espacio Turina"
  • Fotos de Lolo Vasco.
    Fotos de Lolo Vasco.

Últimamente proliferan espectáculos ambiciosos en los que se pretende hacer de la suma de talentos su principal virtud y baza creativa. Pero los resultados no siempre son satisfactorios, en realidad incluso deberíamos aceptar que raramente lo son. No tenemos duda de la valía del bailaor Andrés Marín, asiduo de la Bienal de Flamenco, donde ha cosechado multitud de triunfos y ha sorprendido a propios y ajenos con su revolucionario enfoque del baile flamenco. Dejando claro él mismo que no se le puede siquiera considerar patrimonio gitano, y que urge desvincularlo del tópico y el anquilosamiento al que fue sometido a lo largo de más de cuarenta años de dictadura, el baile de Marín parece surgir de la improvisación y el empeño en comulgar con la propuesta musical que se le ofrece. Más de una hora estuvo permanentemente en el escenario, culminando un trabajo tan meritorio como extenuante.

La danza aplicada (e invasora) de Andrés Marín

El problema surge de la paleta musical. Contar con composiciones de tres de los más reputados y sobresalientes autores españoles de los últimos años, herederos directos de una generación, la de Luis de Pablo y Francisco Guerrero, que sentó las bases de un nuevo sonido a partir del cual los nuevos valores han trazado su propio camino y evolución, es sin duda un enorme aliciente. Que dos de ellos además estuvieran presentes en la sala, un lujo. Da pena sin embargo que para programarlos se tenga que echar mano de esta adulteración que hace la propuesta más atractiva para un público al que se presupone todavía reticente a disfrutar de esta música a secas, sin disfraces ni envoltorios. La cuestión es que ninguna de las piezas felizmente programadas están concebidas para ser acompañadas de danza, y mucho menos de una disciplina en la que el taconeo es fundamental, y por lo tanto acaba convirtiéndose en un instrumento de percusión adicional que no aporta nada a la pieza original y más bien la invade, agrede e interviene de manera inapropiada.

La danza aplicada (e invasora) de Andrés Marín

Los intérpretes hicieron un trabajo excepcional, también Marín sin duda. Pero fue la suma la que no funcionó. Al saxo soprano en Kinah II y al bajo en Transitus, Andrés Gomis llegó a perturbarnos con los sonidos a menudo ásperos y distorsionados que extrajo de los instrumentos, en el primer caso combinado con leves toques de tam tam desde un balcón del recinto. Ambas piezas del algecireño Sánchez Verdú demuestran sobradamente por qué está considerado uno de los compositores más solicitados a nivel internacional. Nada es superficial ni circunstancial en estas dos intensas deformaciones del color y el timbre del metal, como tampoco lo es el toque más convencional, con acordes entre expresionistas y jazzísticos al piano, del generoso y vibrante Finale y la más reposada e intimista Música para inducir al sueño de César Camarero, que Ignacio Torner desglosó como es habitual en él, con maestría, agilidad y una refulgente energía. Pero sin duda la pieza más sorprendente, extensa y compleja vino de la mano del sevillano Alberto Carretero, catedrático en el Conservatorio Manuel Castillo y habitual espectador, todo un ejemplo, en las salas de concierto de la ciudad. Con una base electrónica preparada por él mismo, el percusionista Philippe Spiesser hizo acopio de disciplina y profesionalidad con los muy creativos utensilios ideados por el compositor sevillano para llevar a buen puerto esta filigrana electroacústica, un Estudio de proximidad que como todo lo anterior se vio considerablemente intervenido por el taconeo incesante del por otro lado extraordinario y revolucionario bailaor sevillano.

ANDRÉS MARÍN ***

Música contemporánea. Made in Seville. Obra: Tríptico para un cuerpo. Andrés Marín, bailaor. Andrés Gomis, saxofones. Ignacio Torner, piano. Philippe Spiesser, percusión. Programa: Kinah II y Transitus, de José María Sánchez-Verdú; Finale y Música para inducir al sueño, de César Camarero. Étude de proximité, de Alberto Carretero. Espacio Turina, martes 2 de febrero de 2022