La educación en tiempos de los romanos

¿En qué siglo se inventaron las escuelas? ¿Qué materiales usaban los niños en clase? ¿Cuánto cobraba un maestro? ¿Existía el calendario escolar? Le invitamos a descubrir la génesis de nuestro sistema educativo viajando hasta los tiempos de los césares

05 sep 2020 / 04:30 h - Actualizado: 05 sep 2020 / 04:30 h.
"Educación"
  • La educación en tiempos de los romanos

Los orígenes del sistema educativo romano hay que buscarlos en el siglo III a.C., ya que antes de esa fecha se consideraba un asunto meramente familiar. Por entonces, la crianza de los niños hasta los siete años pertenecía exclusivamente a la madre. Esta debía ayudar a los críos a interiorizar las tradiciones, leyes y normas sociales romanas, el llamado «mos maiorum» (la costumbre de los ancestros). Esta era la obligación moral de todo buen romano, independientemente de su estatus social. Muchas mujeres nobles optaban por delegar esta responsabilidad en las nodrizas, esclavas de confianza o trabajadoras libres, de ahí que la mayoría de críos desarrollasen una relación más estrecha con ellas que con sus madres, ocupándose de cuidarlas en la vejez. Una vez que transcurrían estos primeros años, el niño pasaba a estar bajo la tutela del padre y la niña continuaba con la madre. Y mientras los varones aprendían a luchar, cazar, nadar o montar a caballo, las hembras eran instruidas para atender el hogar y ser unas buenas esposas.

Según el estudioso Guillermo de León, «A partir de las grandes guerras de conquista de fines del siglo III a. C. y especialmente durante el siglo II a. C., el mundo romano sufre un proceso de helenización global». En el plano cultural este implica «la absorción, en principio, por los círculos dirigentes de la «nobilitas» y, con posterioridad, de forma generalizada, de aquellos valores que dominaba el panorama del Mediterráneo oriental, es decir, el mundo helenístico». Una vez que los romanos entraron en contacto con la cultura griega, la educación se llenó de preceptores y filósofos. Las familias con más recursos contrataban un instructor privado para sus hijos, mientras que, para los pobres y esclavos, apareció la figura del «litterator» o maestro.

Aunque Ulpiano, jurista del siglo III d.C. y prefecto del emperador Severo, alude a la existencia de escuelas elementales en las aldeas rurales, lo cierto es que los primeros centros de enseñanza se ubicaban en las urbes, siendo apenas una extensión de una tienda separada por una cortina. En una primera fase, los alumnos profundizaban en la lectura, la escritura y el cálculo, y asimismo recitaban las lecciones que previamente tenían que memorizar. Los materiales escolares de estas «ludi» eran bastante sencillos: apenas unas tablillas de cera y lápices de madera.

La segunda etapa, que se iniciaba en torno a los 10 u 11 años, era responsabilidad del «grammaticus», preceptor encargado de impartir asignaturas como historia, literatura o geografía, partiendo de los grandes autores grecolatinos: Homero, Platón, Virgilio, Cicerón u Horacio. Pese a que la mayoría de chicas eran consideradas aptas para casarse una vez superada la pubertad, no era raro ver a hijas de nobles accediendo a estos estudios secundarios para ampliar su cultura; especialmente si la madre se ocupaba de los niños en lugar de confiarlos a una nodriza. Y es que la formación llegó a estar muy cotizada entre las clases altas.

Aunque hoy pueda sorprendernos, algunas escuelas romanas contaban con esclavos para castigar a los alumnos que cometían errores. Mientras estos sujetaban al niño, el tutor le golpeaba con un látigo de cuero. Una técnica basada en el miedo que era comúnmente aceptada por todos.

A los 15 o 16 años los alumnos eran confiados a un «rhetor» o maestro especializado en oratoria, que les enseñaba las técnicas del discurso y la argumentación. Para ello estudiaban las obras de los grandes personajes de Roma, como Cicerón. Y pese a la importancia de hablar en público, de esta figura docente aprendían otras materias como la música, la literatura, la mitología o la geometría. Tal era su formación que, aquellos estudiantes que deseaban alcanzar los niveles más altos viajaban a Grecia para estudiar filosofía.

Como toda escuela, la romana tenía unos horarios y un calendario a seguir. Según la historiadora Herminia Medina, «La jornada escolar comenzaba al alba y solía tener una duración de seis horas, durante la cual, los alumnos tenía un descanso al mediodía llamado «prandium», que era su almuerzo». Los niños tenían escuela nueve días seguidos y sólo descansaban uno, el llamado «mundinae», o día de mercado. El curso escolar se iniciaba en marzo, mes donde se incluían cinco jornadas de fiesta en honor a la diosa Minerva. Al igual que hoy en día, el calendario escolar incluía vacaciones estivales, que en el caso de los romanos iban desde el mes de julio hasta los idos de octubre (el día 15). Asimismo en diciembre celebraban las Saturnales, festividad en honor del dios Saturno (del 17 al 22).

El salario de los maestros era muy escueto —incluso inferior al de un albañil o carpintero— y se negociaba antes de comenzar a trabajar. Y curiosamente, cuando un alumno faltaba a clase esta ausencia se le descontaba del sueldo al «rhetor». Afortunadamente para los docentes, una vez que Vespasiano accedió al trono, ya en época imperial, decidió intervenir el sistema educativo, convirtiendo la enseñanza superior en una institución del Estado. De este modo, cada profesional comenzó a recibir su estipendio de las arcas públicas.