«La mejor decisión de mi vida ha sido mudarme a Andalucía»
El artista barcelonés, afincado en Sevilla desde hace más de una década, comienza una nueva gira, estrena un documental sobre su vida –’13. Miguel Poveda’– y acaba de tener un hijo. Un gran momento en la trayectoria de un cantaor bendecido por el éxito
Acaba de ser padre, prepara nueva gira y estrena documental, 13. Miguel Poveda. Estará actuando en Fibes de jueves 18 a sábado 20.
—Payo, catalán, hijo de no andaluces... ¿Qué circunstancia fue más adversa para su vocación flamenca?
—Creo que todas lo fueron un poco, pero sobre todo la falta de ascendencia andaluza. De todos modos, Puertollano es un pueblo cantaor, Murcia tiene sus cantes también... Y luego yo he nacido en una tierra con una afición tremenda, anterior incluso a la emigración. En ese entorno de peñas y barrios yo escuchaba a las mujeres cantar por la ventana, era una pequeña Andalucía.
—El filme subraya sus comienzos desde lo más bajo. ¿La constancia lo es todo?
—No todo, pero sí supone un porcentaje muy alto. También está la vocación, el tesón, el amor a lo que haces, por encima de todo.
—Se consagró en La Unión. ¿Puede ser demasiado tanto éxito, con solo cinco años de carrera profesional?
—Para mí llegó pronto, con elogios que a veces perjudican más que ayudan, y además en ese momento todas las figuras estaban en activo: La Paquera, Fernanda, Bernarda, Agujetas... Yo siempre fui consciente de que estaba muy verde, por eso pedí seguir en el tablao. «Pero si ya eres figura», me decían. Pero sabía que me faltaban tablas para estar a la altura.
—¿Por qué cree que ha llegado más lejos que nadie?
—Imagino que son muchos factores. A mí me ha ocurrido todo sin darme cuenta. Por supuesto, he sido ambicioso artísticamente, siempre he tenido metas. Ahora no. Cuando eres joven te quieres comer el mundo, y habrá influido que me he metido cosas que han permitido atraer públicos distintos: poemas en catalán, Alberti con una orquesta, una película con Bigas Luna, festivales de flamenco... Pero no significa que me lo merezca más que nadie.
—Con no tener metas, después de haber hecho de todo, ¿quiere decir que piensa recogerse un poco?
—No, me refiero a que al principio, por juventud, por ser más fantasioso, sueñas más con ser conocido y cantar en lugares determinados... Ya me conformo, he conseguido más de lo que esperaba y de lo que he buscado. Quizás me gustaría darme a conocer más en Latinoamérica.
—¿Cree que hay un flamenco específicamente catalán?
—La única seña de identidad es de afición y respeto, por Andalucía y los artistas andaluces. Luego, si te das cuenta, no tenemos que ver nada uno con otro. No es un carácter tan definido como Jerez, Morón o Triana. Cañizares no toca como Chicuelo o Pedro Sierra, yo no tengo nada que ver con Mayte Martín, Montse Cortés o Duquende, aunque todos tenemos mucho amor por esto.
—¿Cómo ha vivido desde el Sur todo lo ocurrido en los últimos años en Cataluña?
—Es un sentimiento contradictorio, a veces dices, “dios mío, ¿por qué hacemos esas cosas?”. Cuando vivía allí defendía a mi tierra, ahora tengo sentimientos mezclados, entiendo al pueblo catalán y al andaluz en muchas cuestiones, y en otras nada. Respetando todos los argumentos, me parece un absurdo. Hay que llegar a entendimientos y convivir.
—¿Cómo habría sido su carrera si hubiera seguido en Cataluña?
—Tengo que reconocer que, desde que tomo el pulso de Andalucía –antes venía a Jerez a escuchar a Luis el Zambo, El Mono, El Torta, pero no es lo mismo venir de visita que vivir aquí–, he entendido muchas cosas de esta tierra, todo ha cobrado un sentido más real. No cambiaría mi decisión por nada, mudarme ha sido la mejor elección que he hecho. Sé que si me hubiera quedado mi afición habría seguido estando por encima de todo, pero sería muy distinto.
—¿Hay homofobia en el flamenco?
—Un poquito de homofobia sí hay, aunque no tanto como antiguamente. Por suerte, se han roto muchos tabúes. En realidad no habría ni que hablar de esto, la conducta sexual de cada uno no es noticia, no es relevante ni como persona ni como artista. Pero si sirve para que empiecen a abrirse las mentes más cerradas, aquí estoy.
—¿Qué no mostraría nunca un documental de Miguel Poveda?
—Todo lo que no aporte nada al espectador. No tengo inconveniente en ahondar en cuestiones personales, en hablar de mis padres, pero porque han contribuido a mi arte. Muestro mi casa, cómo trabajo, hasta ahí todo me parece bien. Con quién me acueste o no, si como lentejas u otra cosa, es algo de mi vida cotidiana que no enseñaría en una película. ¡Si ya esta me ha costado!