La pintora de orquídeas

Luisa Amelia Guerra nació en el Delta del Orinoco (Venezuela), una zona extensísima donde se pueden encontrar etnias e idiomas diferentes. Pinta orquídeas, indígenas y vírgenes, junto al recuerdo imborrable del amor por el hombre que perdió hace cinco años.

La pintora Luisa Amelia Guerra, en su casa, delante de algunas de sus orquídeas. Ramón Reig-El Correo.

La pintora Luisa Amelia Guerra, en su casa, delante de algunas de sus orquídeas. Ramón Reig-El Correo. / Ramón Reig

Ramón Reig

Hay muchos artistas por esos mundos que trabajan casi en el anonimato. A veces me pregunto de qué depende ser o no ser famoso. No tengo dudas: de creer en uno mismo, del talento y de las relaciones públicas y el marketing, junto con otro factor: que la obra sea del gusto de eso que llaman mercado. Luisa Amelia Guerra (o Luisamelia) nació en el Delta del Orinoco/Delta Amacuro (Venezuela), una zona extensísima donde se pueden encontrar etnias e idiomas diferentes. Desde niña se sintió pintora. Prefiere tres temáticas para su pintura: las orquídeas -para ella la flor más hermosa, la flor de Venezuela- los indígenas de tribus americanas -tan cercanas a su lugar de nacimiento- y las vírgenes. Con estas tres inspiraciones pinta cuadros, botellas o adorna diversos lugares de su acogedora casa -la casa de una artista- en Ciudad Guayana (Venezuela) donde vive ahora en compañía de su hija, veterinaria de profesión.

En esa casa nos recibe. Hasta el lugar he llegado gracias a otro amante de las orquídeas que las cultiva en el jardín de su casa y no es raro que las conozca por sus nombres científicos. Es Roberto Echevarría, médico, hermano de Miriam Echevarría, profesora de la Universidad de Sevilla que también se ha unido a nosotros. A los tres nos obsequia la artista con unos jugos de guanábana, a los que, entre otras virtudes, se les tiene por estimuladores del bien dormir. Salimos a su pequeño patio donde nos enseña el árbol del que procede la guanábana. Sus gatos nos acompañan y cuando volvemos al salón de su casa vemos a través de los cristales de la puerta de salida al patio cómo un morrocoy -una tortuga grande- se ha acercado a vernos.

¿Por qué vírgenes? Luisa Amelia expuso sus vírgenes en un lugar de exposiciones de Ciudad Guayana y observó cómo algunas personas se emocionaban al verlas. Y ha encontrado entre los nativos del Delta del Orinoco y de otros lugares a devotos de esta representación religiosa. Aunque no sea originario del Delta, en una de sus paredes luce un espléndido retrato donde se observa la cara de una india de la etnia yanomami. Luisa Amelia la ha pintado con una mirada melancólica, unos ojos profundos que hablan desde la pared. Y la ha pintado con los dedos que es como ha construido su obra esta artista.

Hace ya demasiados años, las orquídeas de Luisa Amelia viajaron a Caracas para ser expuestas. Gracias a ese evento conoció a Germán Mendoza, un experto en economía y finanzas. Se enamoraron totalmente. Hace cinco años que murió, Luisamelia lo llama “mi amor”, guarda celosamente un relato que Germán escribió para ella. Sigue adorando a su compañero cada día que pasa. Germán era un hombre culto que la estimulaba en su trabajo. Luisa Amelia dice que llenaba por completo su vida, que no es raro que “los hombres tomen” (beban) y que no le atraía ese tipo de varón. Y allí, con “mi amor”, vive esta artista enamorada también de unas flores, unas vírgenes y unos indios nativos de su tierra. O, lo que es lo mismo, enamorada del arte, de sus paisajes y de sí misma.

En 2022 participó en la III Muestra Sur Oriental de Orquídeas, organizada por la Sociedad Orquideológica del Caroní (SOC) con la que ha colaborado en otras ocasiones. : “Cada vez que expongo en agradecimiento hago una donación de comida a los niños necesitados”, dijo, y añadió: “Hoy por hoy mis obras andan por el mundo gracias a Dios y a la Sociedad Orquideológica del Caroní, que me dio la oportunidad de exponer dentro de las orquídeas, porque mis cuadros están inmersos entre sus orquídeas y eso me hace feliz”.

Caroní es un afluente del río Orinoco que nos ofrece un espectáculo de fuerza hidráulica impresionante, antes incluso de unirse a su hermano mayor. No es extraño que la obra de Luisa Amelia aparezca plena de energía y lucidez.

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