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El reportaje literario

La poesía andaluza contra el independentismo catalán

Se cumple ahora un siglo de aquella ‘Fiesta Literaria de la Belleza Andaluza’ que reunió en 1923, en plena Plaza de América de Sevilla, a lo más granado de la poesía de las ocho provincias

Álvaro Romero @aromerobernal1 /
08 oct 2023 / 12:18 h - Actualizado: 08 oct 2023 / 12:39 h.
"El reportaje literario"
  • Pintura de Sevilla atribuida a Alonso Sánchez Coello
    Pintura de Sevilla atribuida a Alonso Sánchez Coello

Hoy sería muy difícil que en plena Plaza de América, frente al Pabellón de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, el Ateneo tuviera que colocar 4.700 sillas, solo para la mitad de los asistentes a una fiesta literaria. Porque ya sabemos que tal gentío se reserva un siglo después para otro tipo de eventos culturales quizá menos poéticos. Pero en 1923, aquel montaje presidido por la infanta Isabel Alfonsa de Borbón sirvió para que el Ateneo de Sevilla, cuna del ya consolidado regionalismo andaluz, con José María Izquierdo recién fallecido hacía solo unos meses –precursor del Ideal Andaluz que escribiera Blas Infante-, sacara pecho por el andalucismo que, desde fuera de nuestra región, no se tenía en cuenta porque los problemas los seguían generando, en otras latitudes, los separatistas. Claro que no todo fue poesía leída, pues aunque se contó en aquel acto multitudinario con un poeta representante de cada provincia andaluza, también se exhibió la belleza incomparable de dos señoritas de cada una de esas provincias, todas del brazo de los señores importantes, desde el presidente del propio Ateneo sevillano entonces, el arquitecto José Gómez Millán, al secretario de la institución, Miguel Ríos Sarmiento, pasando por los alcaldes de cada una de las capitales, algún rector universitario, varios comandantes y algunos presidentes de audiencias. La cita poética, al fin y al cabo, heredera de los Juegos Florales del Ateneo interrumpidos en 1918, se titulaba “Fiesta literaria de la Belleza Andaluza”...

Después del discurso del presidente de la Sección de Literatura del Ateneo, Antonio Máñez Jerez, el poeta representante de Almería fue José María Álvarez de Sotomayor; el de Cádiz, Rafael García; el de Córdoba, Marcos Rafael Blanco Belmonte; el de Granada, Juan López Tamayo; el de Huelva, Rogelio Buendía; el de Jaén, Francisco de Paula Ureña; el de Málaga, Salvador Rueda; y el de Sevilla, Manuel Machado. Algunos de estos poetas habrían de morir asesinados al comienzo de la Guerra Civil, pero para ello faltaban 13 años...

Y el discurso más importante del evento lo dio, en calidad de mantenedor de la fiesta, alguien que no iba a morir hasta 1937, el malagueño de Ronda Francisco Bergamín -el padre del escritor José Bergamín y de doce hijos más- que había empezado siendo periodista en su más tierna juventud pero que no solo llegó a catedrático de Economía Política y Derecho Mercantil, sino a ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, de Gobernación, de Hacienda y de Estado en la época de Eduardo Dato y de quien el mismísimo Ortega y Gasset había escrito tres años antes de la fiesta sevillana: “En el gabinete hay dos hombres infinitamente inteligentes e infinitamente temibles: uno es el señor Bergamín, un malagueño frío”. Más o menos frío, Bergamín sabía lo que decía, y lo decía bien.

Maldita semilla de separatismo

En su largo discurso de aquella fiesta poética sevillana, defendió la importancia de Andalucía en el conjunto de España por sus propios méritos no solo en literatura, sino también en pintura, escultura, etc. “Del conjunto de esos recuerdos históricos, de esos sentimientos que el arte engendra, de la unificación que se produce en los pesares de la adversidad o en las alegrías de los éxitos, se va formando un alma regional, el alma colectiva de nuestra hermosa Andalucía, prestando un concepto de unidad a toda la región, y a las provincias que la integran”, dijo, antes de indagar en las sutiles diferencias entre el arte y la poesía... Pero, desde luego, hubo en su discurso varias perlas que hoy resultan absolutamente proféticas: “El amor a la región no solo no es incompatible, sino que es un estímulo poderoso para fomentar y acrecer el amor a la Patria. Yo no puedo concebir que el que tenga el corazón lleno de cariño deje resquicio alguno por donde el odio penetre, y si hay alguien que queriendo a su madre con pasión y con exceso –si exceso puede haber en ese purísimo cariño- entienda que debe odiar a los demás porque quieran de igual manera a la suya, yo a esos los compadezco, ni siquiera los censuro, porque creo que no se engañan a sí mismos y que a aquella que llaman su madre no la quieren, porque, si la quisieran, no querrían exponerla al odio de los demás”. Más adelante, Bergamín dirá: “España debe desear que Andalucía tome la iniciativa, para que realice esta hermosa labor de mostrar que el cariño, que el afecto, que el amor a la región es compatible con el amor a la Patria, y esto es necesario hacerlo ahora, tan necesario es, que sería ciego el que no viese qué maldita semilla de separatismo brota en alguna región española. No ha encontrado albergue seguramente en el alma de la mayoría de los que aquella hermosa región pueblan, pero basta que haya alguno para que eso pueda producir una contaminación odiosa, porque yo recuerdo aquella fábula que de chico aprendí: quería curarse el mal de una manzana podrida arrojándola al cesto donde manzanas sanas se encontraban: la podrida, podrida siguió y contagió con su podredumbre a las otras que eran sanas”. Y más aún: “Es preciso que determinada semilla se arranque y se domine, cuando aún es tiempo, haciendo que no pueda formularse ninguna reclamación que sea de justicia, por atenderla antes de que se formule; pero evitando a todo trance que malas manos se pongan en el rostro de nuestra Patria adorada, y que se aprovechen sus desdichas para buscar un apartamiento y un aislamiento, que habíamos todos de maldecir mañana, y los primeros los mismos que lo produjeran”.

La poesía andaluza contra el independentismo catalán
Manuel Machado

En el epílogo de la fiesta, Bergamín se levantó en el banquete con que fue obsequiado por el Ateneo para decir, entre otras cosas: “Esta fiesta de la región andaluza no debe quedar estéril, sino que, por el contrario, debe tener una gran resonancia en la región, ya que su objeto no es otro que estrechar los lazos de unión entre las provincias andaluzas y dar un claro ejemplo de cómo se puede adorar a la patria chica, queriendo a la patria común. [...] Y a esas regiones que desean separarse de la madre patria no debe imponérseles otro castigo que el acceder a sus deseos, que sería la causa de su muerte. Andalucía, que es la única región de España que puede vivir independiente con sus propios elementos, jamás pensó al dar un viva a algunas de sus provincias, que ese viva significara un muera a España”.

Memoria del Ateneo hispalense

Aunque es ahora cuando se cumple un siglo de aquella Fiesta Literaria de la Belleza Andaluza, demostrada en la Plaza de América de Sevilla con mujeres bellas y bellos poemas dedicados a cada provincia, todo presidido por un tapiz pintado por Gustavo Bacarisas, el Ateneo de Sevilla reunió en 2007 aquellos lúcidos textos en una publicación que integraba, además, a la mayoría de los poetas actuales de cada una de las provincias andaluzas, igual que había hecho en 2006 con el Homenaje a la Fiesta del Soneto celebrada en el Ateneo de Sevilla en 1912 o, en 2008, con el Homenaje a la Fiesta del Ultra celebrada en el Ateneo de Sevilla en el año 1919... Hace ahora 16 años, aquel libro actualizador de aquella fiesta del Ateneo con intenciones andalucistas no reunió a ocho poetas, sino a más de 100, representantes de cada una de las provincias... Por Almería, se seleccionaron algunos poemas de José Asenjo Sedano, Aureliano Cañadas, Concha Castro, Ramón Crespo, Pura López Cortés, Martín Torregrosa o Julio Alfredo Egea, entre otros. Este último, por ejemplo, es aquel soneto titulado “Corte Poética”: “En universidades del jilguero / el pan y el verso siempre compartía. / Solo batallas del amor había / con el seguro triunfo del lucero. / Estaba destapado el pebetero, / contagiando su aroma. Florecía / la palabra feliz y amanecía / en cada corazón un jazminero. / Se inició un parvulario del suspiro / y esta tierra inició su largo giro / hacia anales profundos de poesía. / El verso sobre el mar ganó verdades, / la belleza fue flor de eternidades / y más que nunca espejo fue Almería”.

En representación de Cádiz, escribieron poetas consolidados como Jorge de Arco, Felipe Benítez Reyes, Manuel Ríos Ruiz, Pilar Paz Pasamar, los hermanos Murciano o Ángel García López (“El Sur es del tamaño de una alcoba muy blanca / donde apenas si cabe sólo el llanto de un niño”), pero también valores ya en alza como Josefa Parra o Juan José Téllez, e incluso poetas más jóvenes que prometían por Sanlúcar como Ignacio Arrabal, Juan José Vélez o Juan Antonio Gallardo. De este último, por ejemplo, se publicó una “Canción andaluza en primavera” que terminaba de esta guisa: “Me duele la cabeza, es la resaca / o un oculto dolor que no confieso. / Feliz, soy andaluz, me nombro ajeno / al brillo de la gracia o del talento, / del baile que enamora el pensamiento, / extraño de la estirpe que provengo / que se me cae a pedazos de las manos, / que no supe aprehender cuando hubo tiempo, / no tengo nada y sí por el contrario / voy teniendo ya edad para ir teniendo”.

La poesía andaluza contra el independentismo catalán
Francisco Bergamín.

Por Córdoba escribieron Alfonso Cabello, Francisco Carrasco, Manuel Gahete, Manolo Romero, Antonio Varo Baena o Carlos Clementson, que se dejó caer con un “Nuevo canto a Andalucía” que decía: “Cádiz, Atlántida en el mar; / Granada, / alto alcázar de nieve y arrayán: / muro fiel, limpia cal, Córdoba en alas / de arcángeles al son quiere volar, / y a Atenea Jaén prende su lámpara / y unge en óleo la frente inmemorial. / A punto de caer en las espumas / abre Málaga en flor su litoral, / y Almería, mecida entre palmares / y olas glaucas, se inflama en su fanal. / Y está Huelva mirando hacia el Poniente / con las velas ya a punto de zarpar, / y está el mar sin final... / y está Sevilla, / fugitiva y quedando donde está como estatua de sí, junto a la orilla, / que espejada en el río también se va. / (En su cielo de adelfas y naranjos, / Antonio con Manuel la ven pasar)”. El cordobés de Palma del Río Rafael Adolfo Téllez, por su parte, aprovechó para cantarle a Córdoba: “Si hoy pisamos tú y yo / al fin las calles de Córdoba, / las calles humildes que dan al atardecer / donde alguien, parsimoniosamente, remueve / las ascuas de un brasero / y ahuyenta así los viejísimos astros. / Si a nuestro paso un viento inmemorial enlaza / lo remoto y este sol que en mi sangre arde. / Si en la linde de un aljibe somos / el rastro último del amor / y su callado imperio de rosas y músicas y sombra / es que regreso a los patios de mi nacimiento, / es que se hunde del todo en lo oscuro / la historia de mi corazón, / es que voy a morir”.

De Granada escribieron Emilio Ballesteros, José Julio Cabanillas, Rafael Guillén o Fernando de Villena, entre otros. Este último le dedicó un soneto crepuscular a su ciudad que comenzaba así: “No deseo otra luz que este poniente / ni más goces pretendo que este aroma / y el sonido del agua que se asoma / con temor, tal esclava del oriente. / Un misterio de cárdena redoma / la hora guarda muy frágil y silente: / el celindo en la brisa lo presiente / y en la fuente una trémula paloma...”.

De Huelva escribieron Juan Cobos Wilkins, el motrileño asentado en Huelva José Manuel de Lara, Manuel Moya, Rodolfo Recio Moya, Rafael Vargas o la también pintora María del Valle Rubio, que se refirió a su provincia así: “Mirándote en el mar te vi volcada / con mis primeros años inocentes. / Desplegaba tus velas –nubarrones-, / hacia otra orilla en lances de conquista. / Mordida por el humo vas muriendo. / Naciendo cada día a la esperanza / de resurgir de nuevo a lo que fuiste: / balsa tranquila en aguas esplendentes...”.

De Jaén, por otro lado, escribieron poetas como Javier Cano, Pedro Luis Casanova, Francisco Morales Lomas o la almeriense criada en Úbeda María Sánchez Fernández, que escribió sobre el alma de Sierra Mágina. De Málaga, por su parte, escribieron María Victoria Atencia, Alfonso Canales, Ignacio Caparrós, Francisco Ruiz Noguera (“Mira otra vez el mar: / el triunfo de la luz sobre las aguas / a pleno mediodía, / la serena quietud del Azul Nuestro”) o Alberto Torés García, entre otros... Y de Sevilla, Enrique Barrero, Rafael de Cózar, Miguel Cruz Giráldez, Isabel Díez Serrano, Esther Garboni, Víctor Jiménez, Juan Lamillar, Manuel Mantero, Joaquín Márquez, Fernando Ortiz, Juan Peña, José Luis Rodríguez Ojeda, Jesús Tortajada o María Sanz, entre otros muchos... Inspirado en el mismísimo Blas Infante, el poeta de Coria Daniel Pineda Novo aportó un soneto, titulado sencillamente “Andalucía” digno de cierre para este reportaje: “Hay un leve perfume de azucenas / y una luz –todo es luz-, que ardiente brilla; / hay un río de plata y verde orilla / que alienta ocho provincias en sus venas... / Hay llanuras de cálidas arenas, / y un sol que, en libertad, amplio rebrilla; / hay un Cante que ahonda en su semilla / mil bellezas fragantes y morenas... / Hay todo un sentimiento... Y el lenguaje / de un pueblo que da vida en su mensaje / a la voz que engrandece su poesía... / Hay una dejadez, que vive en calma; nace de la raíz honda del alma / de esta tierra que se llama Andalucía”.


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