Que las estrellas mediáticas del cine y la música aprovechen su situación para alzar su voz comprometida con las causas que afectan a la rutina del planeta, es algo a lo que estamos ciertamente acostumbrados y acostumbradas. Pero pocas como Madonna han sido tan valientes y atrevidas a lo largo de su dilatada carrera, que ha convertido cada una de las múltiples injusticias cometidas dentro y fuera de su país como arma contra la que desplegar lúcidos discursos en sus vistosos y sofisticados espectáculos. La pandemia que estamos sufriendo no ha sido sin embargo una base sobre la que de momento haya construido un discurso coherente y edificante, desde el momento en que se atrevió a subir un video en internet en el que en una bañera lechosa llena de pétalos de rosa a lo American Beauty advierte sobre el carácter presuntamente no discriminatorio de esta enfermedad, que según ella no distingue entre personas de diversa condición, lo que provocó la rabia de mucha gente, incluidos fans suyos, que le reprocharon olvidar que los pobres y los marginados siempre lo sufren todo más que los demás. Seguramente no estén de acuerdo los residentes en el barrio Salamanca de Madrid, y quienes les imitan en el resto del país, incluida Sevilla, que confirmando el carácter surrealista español se dedican a exigir libertad, confundiendo protección con autoritarismo, ellos que ratificaron y ratifican el ultraje fascista. No creemos sin embargo que Madonna se refiriese a esta gente, que por lo visto sufre la pandemia más que la gente humilde cuya libertad y derechos nunca les importó un pito. Ella tiene más sensibilidad y buen gusto.
Madonna erró en esta ocasión, y supo remediarlo rápidamente suprimiendo el mensaje de la red. Fiel a sus compromisos no dudó de forma inmediata donar una gran suma de dinero para la causa, con el fin de sufragar gastos científicos que ayuden a encontrar una solución definitiva lo antes posible, como participante de la conferencia internacional de donantes organizada por la Unión Europea. Por supuesto no ha perdido la ocasión de enmendar a Trump, por quien como otras celebridades nunca ha ocultado su vergüenza, Le ha ridiculizado por sus sugerencias sanitarias basadas en la lejía, y le ha reprochado la falta de pericia y talento con que está gestionando una crisis mundial de la que sigue empeñado en culpar a China. Por otro lado Madonna ha sido también protagonista de la crisis al revelar que ella y su equipo sufrieron la enfermedad durante los últimos días de su accidentada gira en París, aunque en su momento creyeron estar sufriendo una gripe muy acentuada. Gira por cierto en la que Madonna depositó mucha ilusión y que sin embargo se ha convertido en su experiencia profesional seguramente más frustrante.
Hace exactamente un año, durante la gala del Festival de Eurovisión en Tel-Aviv, la participación de Madonna generó sorpresa, estupefacción y cierta preocupación entre sus millones de seguidores y seguidoras. A sus sesenta y un años se percibía un cambio físico notable y brusco, acompañado de cierta falta de agilidad escénica inapropiada para lo que nos tenía acostumbrados. Cantar en playback resultó lo de menos teniendo en cuenta las muchas veces que echa mano de ese truco técnico en sus conciertos, algo perfectamente entendible teniendo en cuenta los rigores coreográficos a los que se enfrenta cada vez que se sube a un escenario. Pero su ansiada gira Madame X, título de su último álbum editado, se le volvió en contra por motivos ya adelantados en esa desacertada intervención eurovisiva. Hacía tiempo que acariciaba la idea de organizar una gira en teatros y auditorios en lugar de estadios y otros espacios multitudinarios, pero el fenómeno fan por un lado y su delicada salud física se volvieron en contra y al final quedó su gira más accidentada y frustrada, con casi la mitad de las citas canceladas y el consiguiente enfado de tantos y tantas seguidoras que le han acompañado a lo largo de su carrera. Lo primero se debe al afán de fiesta y participación del público, incapaz de mantenerse sentado como demandaba la ocasión, e incapaz de dejar oír canción alguna, siempre dispuesto a demostrar que conocen las letras al dedillo. Al final resultó un concierto diseñado para un espacio limitado pero engullido por un público acostumbrado a espacios amplios y abiertos. Una lástima porque escenografía y dirección escénica invitaban a una mayor concentración y capacidad de disfrute que un público enfervorecido fue incapaz de permitir al resto de la gente convocada.
Pero nada de eso empaña una carrera llena de éxitos y aciertos, mantenida como nadie antes a lo largo de cuarenta años de lucha infatigable y un afán enorme de superación, todo lo que quizás le haya llevado a un salto tan preocupante en su salud y aspecto en los apenas cuatro años que separan su anterior gira, Rebel Heart, de esta última liquidada coincidiendo con el comienzo de esta nueva y preocupante realidad internacional. Visiblemente avejentada y limitada, Madonna sin embargo no decepciona porque su comunión con el público se remonta a muchos años y algunas giras de confianza y fidelidad como pocos artistas han disfrutado, fruto de un trabajo incesante y una considerable pericia para los negocios y el espectáculo, que le ha llevado a reinventarse continuamente aunque sin traicionar su espíritu básico, y a merecer el sobrenombre de Ambición rubia con el que se le conoce en el mundo entero. Otros como los Rolling Stones, Elton John, U2 o Bruce Springsteen han dilatado también milagrosamente sus carreras, pero pocos con la continuidad y la coherencia con que lo ha hecho ella. En el camino ha habido muchas frustraciones, como no lograr una carrera cinematográfica mínimamente a la altura de su talento como estrella del espectáculo. En su filmografía se agolpan títulos tan poco memorables como ¿Quién es esa chica?, Shanghai Surprise junto a su primer esposo, Sean Penn, o Barridos por la marea, quizás la peor película dirigida por otro ex, Guy Ritchie. Intentos de hacer algo más serio, como El cuerpo del delito, un sucedáneo de Instinto básico en el que demuestra un más que aceptable capacidad dramática, o Evita, un proyecto largamente acariciado pero no del todo aceptado por la crítica y el público, y con el que voló una nominación al Oscar meramente rozada, son otros ejemplos de una filmografía irregular y frustrante. Solo papeles episódicos en títulos como Ellas dan el golpe o Sombras y niebla de Woody Allen, pueden consolar su ambición cinematográfica, junto a otros de más sustancia como Dick Tracy, por cuya interpretación del tema Sooner or Later ganó Stephen Sondheim su único Oscar, de la misma manera que cinco años más tarde haría Andrew Lloyd Webber por su canción You Must Love Me de Evita. Una nada desdeñable proeza, hacer ganar premios de la academia a lo más granado del musical moderno. Cierto que como videoclipera Madonna no tiene parangón alguno en la industria del entretenimiento, ni por cantidad ni por calidad.
Sin embargo ni el Paseo de la Fama de Hollywood Boulevard se ha dignado a añadir una estrella en su favor, privilegio que sí han disfrutado cientos de profesionales con mucha menor relevancia en el sector. Madonna ha cuidado siempre de forma soberbia y sorprendente sus espectáculos, desde aquel primitivo Virgin Tour de 1985 acompañada por apenas dos bailarines, pero en los que ya vislumbraba su pasión coreográfica y su afán de superación, hasta el muy sofisticado Confessions Tour con acróbatas capaces de movimientos imposibles y una puesta en escena visualmente deslumbrante. Y los últimos, ese Sticky & Sweet Tour que pudimos disfrutar en el Estadio de la Cartuja, o los excelentes MDNA y Rebel Heart que precedieron a este último y accidentado tour, sin olvidar el Blonde Ambition World Tour que sentó las bases de sus siguientes espectáculos, coincidiendo con el muy comentado documental En la cama con Madonna con el que definitivamente se convirtió en abanderada de un sexo desprejuiciado y carente de hipocresía, a la vez que daba voz y cuerpo a sectores de la sociedad hasta entonces invisibilizados, especialmente gays y lesbianas. En aquel tour triunfó como nunca con el tema Vogue, inspirado en unos bailes neoyorquinos ochenteros que han sido inmortalizados en la reciente y celebrada serie de televisión Pose.
Madonna ha hecho a lo largo de estas cuatro décadas todo lo que ha estado en sus manos por apoyar causas nobles y legítimas, por luchar contra armas, guerras injustificadas, presupuestos injustos y administraciones políticas corruptas. Una de sus últimas campañas la protagonizó con el video de God Control, uno de los temas de Madame X, en el que se recrea una matanza de civiles en una discoteca, consecuencia de la libre circulación de armas en su país. A buen seguro que a esta pandemia, que al contrario de lo que mucha gente cree no es consecuencia del orden natural sino del trastorno al que lo hemos sometido con crisis energéticas, contaminación y políticas medioambientales disparatadas, también dedicará mucha energía en forma de campañas y mensajes, además de las generosas aportaciones económicas que para su combate ya ha desembolsado. Ella no se conforma con aportar tanta felicidad a sus incondicionales, sino que además se preocupa por ellos y ellas, como una buena madre. Personalmente el ejemplo lo tengo muy cerca, en casa.