«Las mujeres me hacen reír mucho más que los hombres»

La chilena Sol Díaz presenta en Sevilla uno de los libros más cáusticos y a la vez adorables de los últimos tiempos: ‘¿Cómo ser una mujer elegante?’, publicado por la editorial hispalense Avenauta. Un monumento a la necesidad de meterle un dedo en el ojo al dogma

08 jul 2018 / 07:01 h - Actualizado: 08 jul 2018 / 07:01 h.
"Literatura"
  • La artista y diseñadora gráfica chilena Sol Díaz vino a Sevilla a presentar su obra ‘¿Cómo ser una mujer elegante?’, publicada por Avenauta.
    La artista y diseñadora gráfica chilena Sol Díaz vino a Sevilla a presentar su obra ‘¿Cómo ser una mujer elegante?’, publicada por Avenauta.

¿Cómo ser una mujer elegante? es una deliciosa gamberrada con la que Sol Díaz le baja los humos a las apariencias, al deber ser, a los cánones, a los estereotipos. Ahora ha pasado por Sevilla a presentarla y a que la gente sepa qué cosa tan liberadora es que uno no sea exactamente como los demás esperan.

—Es usted muy multitarea: dibujante, música, guionista... ¿qué pone en su tarjeta de visita?

—Se puede ser todo esto. Nos empecinamos en hacer cosas, en saber cosas, y al final no es tanto. Yo al final soy diseñadora gráfica. Estudié diseño, pero me dedico siempre al dibujo y me gusta explorar distintas cosas al final, como que a uno le gusta ir probando cosas nuevas, como que es importante para mantener la cabeza creativa estar permanentemente explorando distintas formas de llegar a los mismos mensajes. Por ejemplo, yo siento que lo que me gusta de dibujar no es el dibujo en sí mismo, sino que es más que nada contar historias o hablar conmigo misma. Siento que con el dibujo me hago preguntas. Por eso creo que con el dibujo exploro distintas cosas, me permite llegar, igual que la música, el podcast... Trato de ir al mismo lugar pero a través de diferentes caminos. Y cada camino tiene sus encantos también.

—Las mujeres que dibuja parecen un poco hijas de Mafalda, que han crecido y ofrecen una versión actualizada. Inteligentes, sensibles sin azúcar, descaradas pero con alma...

—Gracias por verlo de esa manera. Para mí las mujeres elegantes tienen esa rebeldía, pero para mí son como puras preguntas, al final; son de mensaje incierto, son contradictorias, y me encanta que sean así, que sean contradictorias. Siempre nos enseñan que la coherencia es muy importante, y al final también el exceso de coherencia impide un poco alcanzar otras cosas. Yo a veces también soy una mujer elegante, muy poco elegante a veces, otras veces soy conservadora, o salvaje, y en esa búsqueda habito.

—¿Qué es la elegancia?

—Una vez, jugando conmigo misma, empecé a preguntarme qué significaba para mí ser una mujer adulta. Y haciéndome esa pregunta empecé a burlarme de las mujeres con plata, en el fondo. En Chile decimos la mujer cuica; las niñas cuicas son esas mujeres aparentemente perfectas, pulcras, no van al baño, no hacen caca. En esta idea de burlarme de eso, empecé a pensar en qué cosa tan oscura guarda una mujer que tanto necesita aparentar. Y en esa idea de que algo muy oscuro y muy salvaje habita dentro de estas mujeres, me empezaron a encantar estas mujeres y empecé como a entenderlas también y a empatizar. En eso de querer ser perfecta probablemente hay algo muy desordenado dentro de ti, muy caótico. Y cuando también creces muy loca en el fondo tienes mucho control dentro de ti. Nunca somos muy de un lado ni muy del otro. En esa incertidumbre habitamos un poco.

—En algún sitio ha comentado que no hay nada como ser uno mismo por encima de todo, ¿puede ser?

—¡Claro! Por más que uno trata de controlar las cosas es imposible hacerlo, y entonces es mejor lanzarse a disfrutar la vida que estar todo el tiempo en una guerra que ya está perdida. Y por eso yo creo en esa idea de la incertidumbre, y en ese decir: ¿sabes qué? ¡Relájate! No hay nada que puedas ocultar. Sé tú mismo, está todo bien si eres así o si eres a veces de otra forma. No importa, nada es tan terrible, nada es tan increíble.

—¿Quiénes le hacen reír más, los hombres o las mujeres?

—A mí me hacen reír mucho más las mujeres. Sí. En general, me he dado cuenta de eso. Admiro mucho más el trabajo de mujeres que el de hombres pero no sé por qué, lo hago de una forma muy natural. Creo que también es la época; siento que las mujeres, cuando nos atrevemos a hablar finalmente, hablamos desde ese lugar más molesto y más sensible. Y eso es lo que a mí siempre me ha cautivado de cualquier cosa que me gusta en general. Me gusta cuando yo veo algo y veo al autor, o veo como un dolor, como una cosa con la que puedo empatizar. Y los hombres muchas veces tienen esa cosa como de irse de grandes epopeyas, de grandes descubrimientos que a mí realmente no me interesan como caminos. Me interesan caminos más oscuros. Las mujeres generalmente estamos más cercanas a eso.

—¿Entre quiénes ha encontrado más afinidad con sus obras?

—Siempre se habla de que cuando uno dibuja personajes femeninos o es mujer siempre te etiquetan de hacer libros para mujeres; pareciera como que las mujeres enganchan más. Yo creo que en general enganchan más las mujeres, pero eso está cambiando mucho ahora: los hombres también se están atreviendo a decir: sí, a mí me gusta este libro, no es para mi Polola, es para mí. A los hombres les cuesta más, pero no es que no les interese. Me parece increíble y fabuloso. Es supernecesario y hace crecer a los hombres un montón. Y no van a dejar de ser hombres porque les guste un libro que hizo una mujer. Todos mis libros apuntan a esa búsqueda de libertad. Y desde mi visión de mujer nos pertenece a todos. A hombres y mujeres nos cuesta buscar ese camino, llegar a aflojar todas esas cosas impuestas.

—¿Qué cosas le hacen reír más?

—Me hacen reír las cosas reales. Cuando el humor se acerca a una verdad que da un poco de miedo tocarla de otra manera. Me parece muy gracioso. Pero gracioso-peligroso. O gracioso-nervioso. A los chilenos nos cuesta mucho decir las cosas de frente. Somos superpoco frontales, en general es como: no, tú no te preocupes, está todo bien, todo es chiquitito, un poquito, superrespetuosos, pero en verdad es como: oh, qué lata, no quiero hacer esto, estoy obligada... Entonces para mí el humor es como ser frontal pero no tanto. En la risa hay un cuestionamiento a algo, una forma de mirarlo de otra manera, así que invita a la reflexión que viene acompañada de una risa que también es una catarsis.

—A ver si está de acuerdo con esta teoría: la persona que trabaja en aquello que odia no se estresa.

—Puede ser, porque no le importa. Uno no se estresa por el trabajo, sino porque le importa. Le da muchas vueltas y quiere hacerlo bien. A mí me pasa también. Intento no estresarme mucho, algo que hago muy conscientemente. A veces me resulta y a veces no. Pero trato de estar superconsciente porque a veces uno se empieza a cuestionar si lo que hace lo leerá la gente, o le gustará; es un rollo. Trato permanentemente de tener la certeza de que, en realidad, todo lo que uno hace tampoco importa mucho. Hay que bajar todo este rollo mental que más bien es egocéntrico y decir que en el fondo está todo bien, que lo que hagas lo hagas para ti, por algo personal. Es como cuando uno va a una tienda a comprar ropa: a mí me carga un poco porque hay muchas, muchas cosas, y al pensar tanto en lo grande pierdo el objetivo de lo pequeño que iba a buscar. Yo trato de fijar pequeños objetivos a corto plazo para no abrumarme con tanto. Hay que tener equilibrio para no perderse dentro de uno mismo.