La maestra del baile Cristina Hoyos ha dirigido una carta al Ministerio de Cultura en la que pide un Plan Nacional para el Flamenco. Avisa de una manera muy seria, y dura, que los tablaos de Sevilla tendrán que cerrar, aportando el dato de que el pasado año dejaron más de dos millones de euros en nuestra ciudad. Cuesta pensar en una ciudad sin tablaos, para el turismo, que existen desde hace más de ciento cincuenta años, desde las academias boleras de Miguel y Manuel de la Barrera, en las calles Jimios o Tarifa, antes de la llegada de los cafés cantantes, de locales como el Burrero, el Filarmónico o el de Silverio.
“En la época de los 80 y 90 había en España más de una quincena de buenas compañías flamencas que hacían giras por el mundo y ahora se pueden contar con los dedos de una mano (y nos sobran dedos) , ¿Dónde están ahora esas giras? ¿Dónde las compañías?, creo que no ha habido voluntad política de ayudar a que sean productivas, y podrían serlo y mucho con un poco de ayuda y de visión de futuro”.
En la actualidad también hay importantes compañías de flamenco que giran cada año por el mundo. Estoy pensando en las de María Pagés, Manuel Liñán, Eva la Yerbabuena, Rocío Molina, Sara Baras, Eduardo Guerrero u Olga Pericet, por no hacer interminable la lista. Quizás haya más compañías que en los 80 y 90, sin intentar enmendarle la plana a la bailaora sevillana.
“El grave error radica en que se les considera artistas de un género menor, ‘light’, popular y entretenido, haciendo caso omiso de su historia y sus raíces, que transforma a sus artistas no solo en portadores de un patrimonio, sino en el patrimonio mismo. Y lo que está en peligro ahora es la subsistencia de este mismo patrimonio. El COVID 19 rompe el frágil sistema económico de los flamencos, evidencia la precariedad de su existencia y muchos de ellos entrarán en breve en la zona de hambre y miseria”.
Los artistas, y no lo decimos solo por Cristina Hoyos, que al fin al cabo intenta arrimar el hombro, han ido siempre a su aire, salvo cuando le ven las orejas al lobo, como ahora. Es verdad lo que dice Cristina, que los artistas van a entrar en breve “en la zona de hambre y miseria”, si no hay un plan de ayuda del Estado. Algunas ayudas hay, aunque pocas, para lo importante que es el sector cultural del flamenco, que mete en las arcas del Estado cientos de millones de euros al año porque sigue siendo un arte que interesa mucho al turismo, como vemos cada año en la Bienal, con miles de personas de fuera pasando por taquilla, durmiendo en hoteles, comiendo en restaurantes y comprando en tiendas.
Bienvenida la carta de Cristina Hoyos, porque toda ayuda es poca en un momento tan grave y delicado.