López retrata «sin prisa» a Sevilla

El pintor manchego pinta desde la Cartuja «dos grandes» miradas a la ciudad. Invitado por la Fundación Focus ha conversado en los Venerables sobre el sentido del arte y su trayectoria

04 abr 2018 / 17:25 h - Actualizado: 05 abr 2018 / 08:55 h.
"Arte","Pintura","Artes plásticas","Fundación Focus Abengoa"
  • El pintor Antonio López en el Hospital de los Venerables junto la directora de Focus, Anabel Morillo, y la profesora de la Hispalense, Mar García Ranedo. / Manuel Gómez
    El pintor Antonio López en el Hospital de los Venerables junto la directora de Focus, Anabel Morillo, y la profesora de la Hispalense, Mar García Ranedo. / Manuel Gómez

La iglesia del Hospital de los Venerables registró un lleno absoluto de curiosos y estudiantes de Bellas Artes para escuchar, ayer al mediodía, al pintor Antonio López (Ciudad Real, 1936), referente del realismo europeo. Se trató de la primera de las Conversaciones con Arte de la Fundación Focus. Llegaba el artista con una novedad bajo el brazo: «Estoy retratando a Sevilla», anunció. «Es difícil explicar por qué se pintan las cosas, en mi caso es siempre por vinculación afectiva y yo con esta ciudad siento un enamoramiento extremo», reconoció.

Serán dos grandes obras, en proceso, «sin prisa por acabarlas». «Siempre supe que pintaría a Sevilla». Lo está haciendo desde algún lugar ubicado en el Pabellón de la Navegación, en la Cartuja. «Incluiré todos los elementos que atraen la mirada de un viajero que está de paso. El eje es el río Guadalquivir, pero también el sol, la Giralda, la Torre del Oro y esos espacios singulares de la ciudad», abundó.

López, uno de los artistas españoles más cotizados, se quiso presentar como un hombre modesto, tocado por la fortuna de haber encontrado «eco» en la sociedad. «Pero hay que desmitificar todo esto, porque el arte es prescindible, es algo que viene después de muchas cosas. Si tienes fiebre, ve al médico; si tienes hambre, come. No sé qué es eso de la función social del arte, pero sí sé que, en mi caso, el arte me ha mejorado, todo lo bueno que me ha pasado en la vida ha sido alrededor de él», contó.

Empuñó los pinceles con 13 años. Tiene ahora 82. «Mi dedicación ha sido mi mayor placer, aunque también haya pasado por momentos de tormento, de soledad, porque así es como se debe crear, encerrado en uno mismo, confrontándose con el óleo o con la piedra». Para López su mayor decisión como artista llegó pronto, en su época de estudiante. ¿Figuración o abstracción? «Los que más me han enseñado han sido los pintores abstractos. Sin embargo cuando cogía los pinceles solo se me ocurría pintar a mi hermana, dibujar un árbol o retratar mi pueblo, Tomelloso. La figuración me ha permitido salir a la calle, ponerme a la sombra en un parque, conocer gente. Pero el valor de la pintura no tiene nada que ver con el lenguaje empleado. Cuando ves obras abstractas de Mondrian o Rothko compruebas que la grandeza está ahí también», apuntó López, derribando así viejas trincheras.

Membrillero (1990) es la obra del manchego que está en la colección Focus. «El tema del bodegón en la naturaleza siempre me interesó, aunque muy ligado a la ciudad. Me gusta el paisaje urbano, la naturaleza transformada por la mano del hombre», abundó. Habló también de sus referentes contemporáneos –los figurativos Stanley Spencer y Lucian Freud– y también sobre la «perseverancia» como la clave del éxito. Y sobre eso llamado el triunfo. «¿El éxito?, ¿la felicidad? He borrado esos términos de mi vocabulario, yo solo busco la tranquilidad».

La iglesia del Hospital de los Venerables registró un lleno absoluto de curiosos y estudiantes de Bellas Artes para escuchar, ayer al mediodía, al pintor Antonio López (Ciudad Real, 1936), referente del realismo europeo. Se trató de la primera de las Conversaciones con Arte de la Fundación Focus. Llegaba el artista con una novedad bajo el brazo: «Estoy retratando a Sevilla», anunció. «Es difícil explicar por qué se pintan las cosas, en mi caso es siempre por vinculación afectiva y yo con esta ciudad siento un enamoramiento extremo», reconoció.

Serán dos grandes obras, en proceso, «sin prisa por acabarlas». «Siempre supe que pintaría a Sevilla». Lo está haciendo desde algún lugar ubicado en el Pabellón de la Navegación, en la Cartuja. «Incluiré todos los elementos que atraen la mirada de un viajero que está de paso. El eje es el río Guadalquivir, pero también el sol, la Giralda, la Torre del Oro y esos espacios singulares de la ciudad», abundó.

López, uno de los artistas españoles más cotizados, se quiso presentar como un hombre modesto, tocado por la fortuna de haber encontrado «eco» en la sociedad. «Pero hay que desmitificar todo esto, porque el arte es prescindible, es algo que viene después de muchas cosas. Si tienes fiebre, ve al médico; si tienes hambre, come. No sé qué es eso de la función social del arte, pero sí sé que, en mi caso, el arte me ha mejorado, todo lo bueno que me ha pasado en la vida ha sido alrededor de él», contó.

Empuñó los pinceles con 13 años. Tiene ahora 82. «Mi dedicación ha sido mi mayor placer, aunque también haya pasado por momentos de tormento, de soledad, porque así es como se debe crear, encerrado en uno mismo, confrontándose con el óleo o con la piedra». Para López su mayor decisión como artista llegó pronto, en su época de estudiante. ¿Figuración o abstracción? «Los que más me han enseñado han sido los pintores abstractos. Sin embargo cuando cogía los pinceles solo se me ocurría pintar a mi hermana, dibujar un árbol o retratar mi pueblo, Tomelloso. La figuración me ha permitido salir a la calle, ponerme a la sombra en un parque, conocer gente. Pero el valor de la pintura no tiene nada que ver con el lenguaje empleado. Cuando ves obras abstractas de Mondrian o Rothko compruebas que la grandeza está ahí también», apuntó López, derribando así viejas trincheras.

Membrillero (1990) es la obra del manchego que está en la colección Focus. «El tema del bodegón en la naturaleza siempre me interesó, aunque muy ligado a la ciudad. Me gusta el paisaje urbano, la naturaleza transformada por la mano del hombre», abundó. Habló también de sus referentes contemporáneos –los figurativos Stanley Spencer y Lucian Freud– y también sobre la «perseverancia» como la clave del éxito. Y sobre eso llamado el triunfo. «¿El éxito?, ¿la felicidad? He borrado esos términos de mi vocabulario, yo solo busco la tranquilidad».