«Los andaluces no tenemos enemigos, y eso es un capital político»

Inscrita en el nuevo polo cultural que se está gestando en la Cartuja, la institución amplía sus miras y aspira a que la UE tome el relevo del liderazgo moral que deja libre EEUU

02 feb 2017 / 08:17 h - Actualizado: 02 feb 2017 / 18:15 h.
"Cultura","La cultura como punto de encuentro"
  • El director de la Fundación Tres Cultura, José Manuel Cervera, ayer en la sede de la institución. / Manuel Gómez
    El director de la Fundación Tres Cultura, José Manuel Cervera, ayer en la sede de la institución. / Manuel Gómez

Veinte meses después de acceder al cargo, José Manuel Cervera quizá no sepa cómo se arregla el mundo, pero sí cómo se va al garete. Luchar contra esta debacle anunciada con las armas del diálogo y el entendimiento es el propósito de la institución que dirige y que ahora, con la diplomacia mundial patas arriba, se antoja aún más prioritario.

—¿Cómo se vive desde la Fundación Tres Culturas la irrupción en el panorama mundial de Donald Trump?

—Se vive con preocupación, porque EEUU es un agente fundamental; no es un país mediterráneo, pero sin duda tiene un papel esencial y una presencia muy significativa en todo el Mediterráneo. La tiene desde el punto de vista económico, desde el político, desde el militar –tiene aquí la VI Flota– y sin duda muchos de los conflictos que hoy vivimos en el Mediterráneo, fundamentalmente el israelo-palestino y el sirio, de momento no van a tener solución sin una intervención activa y decidida por parte de EEUU. El que una persona como Trump haya podido llegar a la presidencia de EEUU y esté ejerciendo de la forma en que lo hace, constituye un motivo de gran preocupación porque puede exacerbar muchos conflictos de los que en estos momentos se están produciendo, porque él tiene una visión muy primitiva –no la calificaré de ingenua porque creo que es perversa, pero sí muy de andar por casa–, como si este tipo de conflictos se fueran a resolver con un par de decretos e intervenciones. Aquí hay temas que son muy complejos, que tienen que ver con la desigualdad existente entre las dos orillas del Mediterráneo, con injusticias históricas que siguen subsistiendo como es el caso de Palestina. O como la energía, que es el caso de Siria, que aunque no sea un país rico en petróleo sí está en una zona muy sensible en ese territorio y donde hay potencias petrolíferas que están jugando un papel activo. Pensar que todo esto se va a resolver firmando un papel demuestra un desconocimiento de la política muy preocupante porque el que lo firma es nada más y nada menos que el presidente de los EEUU.

—¿Percibe esa preocupación en sus contactos como director de la fundación?

—Sí, sí. Al principio nadie se tomó en serio a Donald Trump, yo creo que mal hecho, porque el mundo nos está demostrando que cosas que parecían imposibles hace unos años hoy se convierten en reales, desde el Brexit hasta la posibilidad de que un partido de ultraderecha pueda ganar las elecciones en Francia. Pero al principio se vio con cierto escepticismo y ahora con una tremenda preocupación entre los interlocutores tanto del norte como del sur del Mediterráneo. Pero yo creo que por otra parte, si EEUU toma esta deriva aislacionista, proteccionista, nacionalista, que va a ser un fenómeno muy negativo para todo el mundo, también es una oportunidad para Europa y el Mediterráneo. Si Europa es capaz de coger el relevo, y ya no me refiero solo al comercio internacional –que lo puede coger, por ejemplo con América Latina o con otros países del Golfo–, sino también desde el punto de vista político y cultural; si Europa es capaz de coger ese testigo que se va a quedar libre, tendrá por fin la ocasión de disponer de una capacidad de influencia acorde con los valores europeos y con lo que queremos representar en la UE. Está por ver que lo consiga, claro.

—Precisamente días atrás los países del sur de Europa se postularon como garantes de la unidad europea. ¿Podría desplazarse el eje de la UE hacia el sur, con los beneficios que tal cosa pudiera reportar?

—En realidad eso está empezando a ocurrir ya desde hace tiempo. El trágico conflicto de los refugiados, por ejemplo, ha obligado a Europa a mirar hacia el sur. Durante muchos años no lo había hecho, se había mirado hacia ella misma más bien, hacia el centro, y en todo caso al este con la ampliación que se hizo hace veinte o treinta años, y ahora no puede dejar de mirar al sur porque en el Mediterráneo es donde se está aglutinando un resumen de todos los grandes conflictos y problemas de la globalización. En primer lugar, el problema de la desigualdad. La frontera entre España y Marruecos es la frontera más desigual. Pero están también los problemas bélicos, los problemas de terrorismo, los de inestabilidad política como en Libia, los problemas energéticos –aquí tenemos el Puerto de Algeciras y el Estrecho de Gibraltar, nudos gordianos del comercio internacional de petróleo–, y al otro lado del Mediterráneo tenemos el Canal de Suez, otro factor fundamental. Es decir, que el Mediterráneo es un pequeño compendio de los grandes problemas actuales. El que Europa no tenga más remedio que mirar hacia el sur necesariamente tiene que provocar una acción más conjunta y unitaria para empezar a crear una política propia que vaya más allá de los parches que se están poniendo.

—¿Realmente le importa a algún país mediterráneo arreglar todo esto con cultura?

—Es difícil hacer una caracterización global de la actuación de todos y cada uno. Aquí hay muchos agentes actuando. Nosotros y otras instituciones culturales y políticas, un poco la diplomacia cultural podríamos decir, en lo que trabajamos es en conseguir el entendimiento sobre la base del conocimiento. Si no se conoce es difícil entender. Y aquí, muchos de los conflictos que surgen, surgen de la ignorancia. Se teme a lo desconocido, por eso hay que conseguir que lo que está cerca sea conocido. Tenemos unas relaciones de vecindad y de amistad con Marruecos pero Marruecos sigue siendo un gran desconocido en este país, y lo mismo nos pasa con otros vecinos del Magreb. Tenemos que trabajar para que esa nueva realidad que está surgiendo en estos países se conozca y vaya acabando con los estereotipos, con los prejuicios, que son la raíz de muchos de los comportamientos de intolerancia de las sociedades.

—De entre todas las personalidades que ha tenido ocasión de tratar desde que llegó a la fundación, ¿cuál le ha dejado una impresión más viva?

—Afortunadamente, por aquí pasa gente muy relevante. Estos días he tenido la oportunidad de departir con Dilma Rousseff, expresidenta de Brasil, que me ha parecido un personaje muy atractivo, en su condición de política, de mujer, y también por su humanidad. Una persona con unos grandes conocimientos, muy formada, con principios y al mismo tiempo con unas grandes dosis de realismo político, que es muy necesario en estos tiempos. Pero he de decir que, si ha habido una persona que me ha influido en especial, ha sido nuestro vicepresidente de la fundación, André Azoulay, consejero real del rey de Marruecos, judío, bereber, personaje verdaderamente extraordinario y con el que tenemos la suerte de contar desde el principio. Una combinación muy interesante, que hace que el señor Azoulay, aparte de su capacidad de liderazgo, sea en sí mismo un emblema de los objetivos y de la misión de la fundación. El trato con él me ha resultado enormemente enriquecedor. Es una persona que tiene muy claro que el futuro de la humanidad pasa por el entendimiento y la convivencia, y toda su vida la ha dedicado a eso. Él está empeñado en que la fundación sea una especie de Maison de la Résistance contra los dos fenómenos más negativos que estamos viviendo en este momento: el fanatismo religioso que da lugar a la violencia y al terrorismo y por otro lado la intolerancia, la ignorancia.

—Ha hablado de Rousseff. Tengo entendido que quieren ustedes ampliar a América su radio de acción.

—Sí, porque Andalucía tiene una particularidad: es la única región europea bañada por el Mediterráneo y por el Atlántico. Comparte con Marruecos, en África, esa condición. Tenemos una vocación mediterránea y ese es nuestro trabajo principal, pero al mismo tiempo queremos que esa dimensión atlántica la podamos cultivar también. Fundamentalmente en dos direcciones: por un lado, hacia América del Norte, con su sociedad civil superactiva y con fundaciones de todo tipo que se dedican a la defensa de los derechos civiles, con quienes estamos planteando ya alguna iniciativa –todavía pequeña–, y después está el papel de puente hacia América Latina, que es un papel histórico que España siempre ha podido jugar y que probablemente no haya jugado suficientemente por falta de iniciativa política o de capacidad de actuación. Y especialmente, Andalucía. Nosotros, los andaluces, tenemos algo muy importante que debemos valorar: nosotros les caemos bien a todos los países del ámbito mediterráneo y también de América Latina. No tenemos enemigos. Y a veces no nos damos cuenta del capital político y cultural que representa eso. Desde la fundación intentamos rentabilizar esa posición en beneficio de nuestra misión.

—¿Perjudica a la popularidad de la fundación radicar en la Cartuja, adonde la gente solo viene a trabajar?

—Queda un trabajo importante por hacer para meter a la Cartuja dentro de la vida de la ciudad. Nosotros queremos trabajar ahora en el eje cultural de la Avenida de los Descubrimientos. Más o menos el mes que viene, o en plazo breve, se va a inaugurar el CaixaFórum en la Torre Sevilla, y eso va a ser un polo de atracción importante para la cultura de Sevilla; va a haber también allí un centro comercial, que es un polo de atracción –no sé si por suerte o por desgracia el comercio seguro que mueve más público que la cultura–, está también el Pabellón de la Navegación, el CAAC, y nosotros vamos a ser la entrada norte de este eje en el que también está el auditorio. Queremos trabajar con todas las instituciones implicadas para convertir la avenida en un polo de atracción cultural que va a tener mucha potencia y que va a hacer que los sevillanos se sientan mucho más atraídos hacia la Cartuja. Vamos a concertar una entrevista con ellos para antes de la inauguración.

Estamos pendientes también de cerrar ya un acuerdo con la Fundación Sevillana Endesa para hacer una iluminación artística del pabellón en este año. Y de que entre la Junta y el Ayuntamiento toda esta zona de fachada de la Avenida de los Descubrimientos se adecente porque todavía quedan restos de la Expo 92 que habría que eliminar porque son en estos momentos un obstáculo no solo para la visión sino para el propio tránsito y la entrada y salida del Pabellón de Marruecos. Yo creo que este año, cuando celebramos el 25 aniversario de la Expo 92, va a ser un buen momento para dejarlo todo listo.

—¿Más novedades por los 18 años?

—Queremos estrechar cada vez más nuestros lazos con la UE; de hecho, en este momento estamos preparando una presentación pública de la fundación ante el Parlamento Europeo, este año. Porque queremos ofrecer soluciones, y la fundación le está diciendo a Europa que aquí hay una institución que señala un camino, y hoy Europa está a la búsqueda de caminos para que la paz y la convivencia sean posibles. Hay cosas que hay que explorar, pero otros terrenos ya están explorados por la propia fundación, y puede ser útil a la UE que aquí en Andalucía haya un lugar para el entendimiento; de lucha contra el fanatismo, contra el racismo, contra la xenofobia, y hoy, cuando Europa se está dando cuenta cada vez más de que los conflictos que hay en el Mediterráneo no se van a solucionar solo ni principalmente con las medidas de seguridad, que hay que ir a atajar la raíz de los problemas, instituciones como la fundación son absolutamente necesarias.