Los flamencos no duermen la siesta

Tras la Bienal de Sevilla, los aficionados regresan a las peñas y a los tablaos

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
07 oct 2016 / 09:41 h - Actualizado: 07 oct 2016 / 09:44 h.
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  • Imagen de archivo de Torres Macarena con Rubito de Pará hijo, Milagros Mengíbar, Israel Galván y el Niño de Brenes. / El Correo
    Imagen de archivo de Torres Macarena con Rubito de Pará hijo, Milagros Mengíbar, Israel Galván y el Niño de Brenes. / El Correo

Una Bienal más, los sevillanos hemos podido comprobar que el mundo quiere flamenco y que desea disfrutar de este arte en Sevilla, una de las cunas del género. La Bienal es importante, sin duda, pero como su propio nombre indica, se celebra cada dos años y es un verdadero atracón. Cuando se acaba el festival sevillano, la Sevilla flamenca vuelve a la normalidad, los aficionados regresan a las peñas y en los tablaos siguen con lo suyo, una labor quizás no suficientemente ponderada.

Hablando de tablaos, El Arenal está conmemorando sus cuarenta años de existencia. Creado por el gran bailaor trianero Curro Vélez, está en la calle Rodo, cerca del Teatro de la Maestranza. Al lado de este local vivió muchos años el bolero sevillano Félix Moreno Rodríguez, maestro de grandes boleras y boleros. Imagino a Amparo Álvarez La Campanera, de niña, yendo cada tarde a que el maestro puliera su estilo. Pues en esta calle está El Arenal, dirigido desde hace años por Fran, el hijo de Curro Vélez, un empresario brillante y, sobre todo, un apasionado del arte jondo.

Sevilla tiene varios tablaos de prestigio y El Arenal es uno de ellos. Su local está muy bien decorado y se cuida mucho el cuadro, contando siempre con artistas que interpretan un flamenco de corte clásico. Curro Vélez era trianero y, aunque bailó un poco de todo, el hecho de ser miembro de una familia del arrabal muy vinculada al flamenco puro, le hizo amar las raíces por encima de todo y cuando creó el tablao, siempre tuvo en cuenta que tenía que ofrecer autenticidad.

El tablao suele estar enfocado al público de fuera, al turismo, aunque no siempre fue así. Recuerdo que hace cuarenta años tenías que ir a algunos locales de Sevilla para ver a Farruco, Manuela Carrasco o Matilde Coral. El Guajiro, por ejemplo, que estuvo en la calle Salado, marcó un poco el camino a seguir. En este histórico tablao se dieron a conocer jóvenes valores que luego harían historia, como Terremoto de Jerez, Rafael el Negro, Trini España, Perrate de Utrera o su sobrino Gaspar, entre otros. Fue una verdadera escuela de cante, baile y toque.

El otro gran tablao de Sevilla es Los Gallos, en el Barrio de Santa Cruz. Todas las grandes figuras pasaron por él en sus buenos tiempos, convirtiéndose en la principal referencia de la ciudad. Cuando no existía la Bienal, solo los festivales de verano de los pueblos y algunas peñas, pocas, los cabales solían ir a Los Gallos para ver de cerca a sus ídolos. Eso ha cambiado, porque las grandes figuras de hoy no van a los tablaos, o van solo en contadas ocasiones, debido a que en las últimas décadas se han creado muchos festivales de gran formato tanto en Andalucía como en el extranjero y no necesitan actuar en ellos para sobrevivir.

El cantaor onubense Arcángel tuvo la feliz idea de dedicar su último disco a los tablaos de España, cantando en algunos de ellos, entre otros, El Arenal. Bonito homenaje y reconocimiento a estos locales, por parte de un artista puntero que no necesita actuar en ellos para vivir del arte, puesto que tiene galas de sobra. Lo ha hecho por amor al flamenco y respeto a la historia de estos templos del arte jondo, locales como, para que no se quede ninguno atrás, El Patio Sevillano y La Trocha, este último ya desaparecido, como desapareció también La Cochera, donde rompió una jovencísima Manuela Carrasco y se lucieron Los Bolecos, trío compuesto por Matilde Coral, Farruco y Rafael el Negro, que hizo historia en el baile sevillano.

El mundo de las peñas flamencas es un fenómeno todavía no estudiado a fondo. Mueven a decenas de miles de aficionados en toda Andalucía, agrupadas en federaciones provinciales. Cuando la etapa de la Ópera flamenca daba sus últimos coletazos, nacieron los festivales de verano y los concursos nacionales, llegaron también las peñas. Algunas, como La Platería de Granada, La Peña Juan Breva de Málaga y la sevillana Torres Macarena, son verdaderas instituciones, algo más que meras peñas. Promueven festivales, semanas culturales y jornadas de estudio, concursos y otras actividades, como recitales los fines de semanas. Son fundamentales para la promoción de nuevos valores y para que puedan vivir de este arte aquellos intérpretes modestos que no tienen acceso a los circuitos comerciales.

Por último, destacar el papel de otros locales, de nueva creación, de los que nos ocuparemos otro viernes. Y que ya mismo están aquí ciclos como Los Jueves Flamencos y Flamenco viene del Sur. O sea, que los flamencos no paran. No tiene tiempo ni para dormir la siesta.