Marcos y Chloé entre las ruinas y el firmamento

Marcos Vargas & Chloé Brûlé funden el flamenco con la música electrónica en el Teatro Romano con su última producción, ‘Los cuerpos celestes’

11 jul 2020 / 13:55 h - Actualizado: 11 jul 2020 / 13:56 h.
"Teatro"
  • Marcos y Chloé entre las ruinas y el firmamento

Si para algo han servido todos estos meses de encierro ha sido para considerar a las artes escénicas como se merecen. A partir de ahora no será difícil acallar esos argumentos que defienden que la cultura en general, y el arte en particular, no son necesarios. Pero aunque durante el confinamiento hemos tenido a nuestro alcance todo tipo de manifestaciones artísticas mediante medios indirectos, como la televisión o las diversas plataformas de internet, lo cierto es que nada compararse al placer que suscita tener enfrente a los artistas y vibrar con ellos en directo.

Pudimos comprobarlo el pasado día 7 durante la representación de Babylon Cabaret, de la compañía granadina Laviebel, que puso al público en pie al final de la actuación, Al igual que hizo ayer, también dentro del marco del festival de las artes escénicas, 'Anfitrión' en ese mismo Teatro Romano de Itálica, la sevillana compañía de Marcos Vargas & Chloé Brûlé, dos artistas que se atreven a fundir el flamenco con la música electrónica con derroche de talento y creatividad.

Y es que, si algo define a un artista es su necesidad de caminar, de avanzar en el terreno creativo, y desde luego tanto el sevillano Marcos Vargas como la canadiense Chloé Brûlé pueden presumir de ello. Claro que para eso ambos cuentan con un absoluto dominio técnico y expresivo y una imponente presencia escénica de la que dan buena cuenta sobre las tablas del Teatro Romano, un espacio ideal para su último espectáculo, 'Los cuerpos celestes', estrenado el pasado noviembre en el Teatro Central con un rotundo éxito de público y crítica.

Con el cielo estrellado como techo y las ruinas de nuestro milenario teatro romano como fondo la obra, que gira en torno a la magnificencia del cosmos, adquiere una curiosa solemnidad que se mantiene incluso en la escena cora en la que Miguel Marín -que se integra con admirable naturalidad en el discurso escénico- reproduce con su música el desenfreno y la alegría desbordante de las fiestas populares. Algo que el flamenco refleja con sus palos más rítmicos, como las bulerías y los tangos, un palo que Yinka Esi Graves baila rebosando sensualidad.

Aunque como indica su subtítulo, Partitura coral en siete movimientos, la obra se estructura en siete movimientos, transcurre como una sucesión incesante, manteniendo un ritmo ascendente, alternando las piezas de corte espectacular en las que la música y el taconeo nos envuelven -como el dúo de Chloé Brûlé y Gero Domínguez o la pieza coral que ensalza la fiesta- con algunos fragmentos más intimistas, que en alianza con la radical iluminación de Antonio Valiente juegan con los detalles parando el baile hasta sobrecogernos, como el dúo de Chloé y Yinka al principio de la obra, o ese sugerente y subyugador abrazo con el que culmina otro número de pareja que protagonizan Chloé Brûlé y Gero Domínguez, un abrazo universal que en estos días nos emociona hasta lastimarnos.