Marouan Benabdallah, filtro de occidente
El pianista y pedagogo marroquí trajo a Sevilla, una de las cunas del crisol cultural, su particular revisión de la música culta compuesta en países árabes
Juan José Roldán
Aunque hubo más asistencia de la esperable, conociendo la idiosincrasia del público sevillano, el hecho de que esta ciudad atesore un patrimonio cultural tan vasto, deudor de la herencia árabe en un alto porcentaje, habría merecido un lleno casi absoluto, algo que quizás se hubiese conseguido por mediación de algunas de las instituciones que al respecto operan en la ciudad, como la Fundación Tres Culturas. Lo cierto es que el pianista marroquí Marouan Benabdallah recaló en nuestro sitio para ofrecernos un programa que lleva tiempo paseando por diversas plazas del continente europeo y en el que desgrana algunos de los más representativos compositores del medio oriente y el norte africano, cuyos bagajes y particulares biografías les han llevado a combinar su acervo popular con la sensibilidad europea u occidental.
Benabdallah confesó que apenas conocía un par de estos compositores antes de dedicarse a investigar sobre la materia, y que de los más de cien que llegó a recopilar, acabó haciendo una criba con los seis convocados en este singular programa. En un inglés claro y fácilmente entendible (suele ser así cuando lo hablan personas que no son por naturaleza angloparlantes), el pianista ilustró profusamente cada uno de los músicos convocados y sus piezas, desgranando datos y anécdotas con encanto y entusiasmo. No obstante, teniendo en cuenta el carácter didáctico de la velada, hubiese sido un detalle contar con algún o alguna intérprete en la sala para quienes no entendiesen el idioma, que en este país siguen siendo muchas personas, incluso en el ámbito intelectual.
Un programa exótico y diferente
Del argelino Salim Dada interpretó dos miniaturas, la primera de literatura muy básica y contenida, la segunda a fuerza de imitaciones de una típica danza árabe, donde el pianista ya deslizó su destreza al teclado. La noche del destino es una delicada obra del franco-sirio Dia Succari, que el intérprete acertó a comparar con el universo raveliano y le permitió expresarse con espiritualidad y mucha sensibilidad. El Male Rachamim es una oración judía en memoria de los muertos que el norteamericano de origen egipcio Mohammed Fairouz convirtió en pieza musical que dedicó a su admirado Ligeti y a las víctimas del holocausto nazi. Benabdallah escogió tres de sus cinco movimientos, pasando del misterio y la contención del primero a la pulsación percutiva del segundo y el ritmo endiablado y virtuoso del final, dejando en todo momento constancia de su claridad expositiva y pleno dominio del teclado. Todas estas obras son profusas en arabescos y figuras enroscadas y exóticas, como las tres piezas del opus 34 de Paul Ben-Haim, un compositor y director de orquesta de malograda carrera a causa también de los nazis. Su pastoral rezumó misterio, mientras la canzonetta fue un dechado de melodía y sensibilidad, y la tocata final otra ocasión para desplegar un virtuosismo musculoso y acelerado, pero siempre controlado.
La mejor pieza del programa según el propio Benabdallah, o al menos su favorita, y quizás la que atesora un mayor número de figuras y recursos aprendidos del periplo occidental de su autor, se debió al libanés Zad Moultaka, curtido en el arte de la performance y las artes plásticas, cuyas moaxajas, composiciones poéticas típicas de la España musulmana, ejemplifican a la perfección esa singular combinación de elementos puramente arábigos con los aprendidos durante su aprendizaje en Francia, logrando una simbiosis no exenta de vanguardismo que el pianista tradujo en una experiencia sensorial notable. También lo fue el hermoso nocturno del marroquí Nabil Benabdeljalil, primera obra de su catálogo, con reminiscencias de Chopin pero también, siempre según el intérprete, de Granados. El final llegó a la inversa, con autor occidental embelesado con oriente. En Africa, Saint-Saëns despliega toda su pasión por la sensualidad árabe, con ecos de su bacanal para Sansón y Dalila y un ritmo frenético en el que se apoya una escritura densa y rimbombante. Benabdallah se manifestó muy orgulloso de su transcripción para piano, sobre todo al compararla con la que el propio autor esbozó en su momento. De ella sacó partido para exhibir fuerza y temperamento, siempre desde el virtuosismo y sin menospreciar su talante expresivo, que se puso de manifiesto también en las propinas, un Kara Toprak (Black Earth) de Fazil Say, que fue artista residente de la ROSS durante la era Axelrod, donde se ve claramente la influencia del jazz en el compositor turco, y el precioso adagio de Espartaco, de nuevo con una reducción para piano de la música de Khachaturian que derrocha romántica pasión.
MAROUAN BENABDALLAH ****
Piano en Turina. Marouan Benabdallah, piano. Programa: 2 miniatures algériennes, de Salim Dada; La nuit du déstin, de Dia Succari; 3 movimientos de El Male Rachamim, de Mohammed Fairouz; 3 de las 5 piezas para piano Op. 34, de Paul Ben-Haim; 2 muwashashas, de Zad Moultaka; Nocturne nº 1, de Nabil Benabdeljalil; Africa Op. 89, de Camille Saint-Saëns. Espacio Turina, miércoles 18 de enero de 2023
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