Miguel de la Quadra-Salcedo, el legado del último gran aventurero

Después de recorrer el mundo, convivir con indígenas en el Amazonas, documentar varias guerras y liderar la Ruta Quetzal, fallece a los 84 años en su casa de Madrid

20 may 2016 / 17:13 h - Actualizado: 20 may 2016 / 22:17 h.
"Periodismo"
  • El reportero, aventurero, atleta y maestro Miguel de la Quadra-Salcedo, durante una entrevista realizada en noviembre de 2014. / Adrián Ortiz
    El reportero, aventurero, atleta y maestro Miguel de la Quadra-Salcedo, durante una entrevista realizada en noviembre de 2014. / Adrián Ortiz

El 20 de mayo de 1506 murió Cristóbal Colón. 510 años después, el mismo día, ha fallecido Miguel de La Quadra-Salcedo Asumendi. No es una casualidad: muere el último gran explorador, el mayor aventurero. Llevó a las generaciones más jóvenes a conocer Iberoamérica, como fundador de la Ruta Quetzal, y nos mostró el mundo y la historia viva del siglo XX, como reportero y periodista.

Miguel de la Quadra Salcedo era un libro abierto, era muy parecido a la cosmografía que escribió Pierre d’Ailly y que llevó Cristóbal Colón en su primer viaje a América: Imago Mundi. Él conservaba un ejemplar, porque decía que le gustaba leer e imaginar el mundo como lo hicieron los primeros exploradores. Pero cuesta hablar de él en pasado. Miguel de la Quadra aún es, no debe dejar de ser: el mundo ha quedado dibujado gracias a su voluntad de explorarlo, y de mostrarlo con una fascinación y respeto únicos. Con total pulcritud y los ojos limpios. Como quien, con 84 años y tras recorrer el mundo, no ha dejado de creer.

Pudimos ver, a través de sus ojos, cómo fue la guerra en Eritrea, en Vietnam o en el Congo -donde fue condenado a muerte por rodar el fusilamiento de 300 prisioneros-. Documentó, para Televisión Española, las imágenes del golpe de Estado a Allende, o las primeras tomas de la muerte del Ché Guevara. Conoció y conversó -como a él le gustaba decir- con algunas de las principales personalidades de la historia. Para ser un buen periodista él afirmaba que había que haber hecho un viaje al interior de uno mismo: «nosce te ipsum», repetía.

Posteriormente, su vida giró en torno a las expediciones Ruta Quetzal, que le permitieron convertirse en un verdadero sabio en el conocimiento de Iberoamérica. Aprendía del intercambio de culturas. Algo que para él siempre fue mutuo: «España es de ida y vuelta. Somos sólo gracias a América», decía.

Pero para él nunca fue suficiente. Fue aventurero, reportero de guerra, botánico, amante de la historia e, incluso, atleta olímpico -su modalidad de estilo de jabalina superó el récord mundial, aunque finalmente no fue homologado-.

Miguel de la Quadra confesaba que no existía nada que lo asustase ni de lo que arrepentirse. Que fue feliz en todos los sitios donde había ido. Afirmó que ya había hecho las tres cosas que hay que hacer en la vida: «plantar un árbol, tener hijos y... viajar en globo». Pero su vida, en realidad, es inabarcable. Viajó por todo el mundo, con cada uno de sus países. Vivió durante años con una de las últimas tribus contactadas del Amazonas, se casó en Tokio con su única esposa -con quien tuvo tres hijos-, residía en Madrid pero se confesaba un navarro adoptivo. Allí vivió sus primeros años. Afirmó que su lugar favorito eran las montañas del Pirineo navarro y las hayas de hoja caduca. «Porque lo importante es ver renacer las hojas», decía.

Ahora Miguel de la Quadra querrá ver cómo renace el legado que dejó al mundo. De momento, y hasta la próxima aventura juntos, le seguirán unos 10.000 Quetzales, el símbolo de la vida en la antigua Mesoamérica.

UNA EXPEDICIÓN A PETICIÓN DEL REY JUAN CARLOS

En 1979 Miguel de la Quadra creó el programa de aventuras Ruta Quetzal por sugerencia del rey. La intención: crear jóvenes promotores de las culturas de sus países. Para ello, cada año, ruteros representantes de todos los países de Iberoamérica reviven los pasos de los primeros exploradores. Desde 1990, el programa es declarado de Interés Cultural por la Unesco, y más de 10.000 jóvenes ya han pasado por uno de sus mayores regalos.