No hay misión imposible para Carmen Linares

Carmen Linares presentó ayer en el Teatro de la Maestranza su último espectáculo, ‘Carmen Linares. 40 años de flamenco’ con rotundo éxito de convocatoria

Carmen Linares junto a Miguel Poveda. / Guillermo Mendo

Carmen Linares junto a Miguel Poveda. / Guillermo Mendo / Dolores Guerrero

Dolores Guerrero

Completar el aforo del Teatro de la Maestranza el mismo día que el Real Betis competía por el campeonato de España puede parecer, de entrada, una misión imposible. Pero Carmen Linares puede y con eso y con más. Pudimos comprobarlo ayer en el estreno en Sevilla de su último espectáculo, ‘Carmen Linares. 40 años de flamenco’.

Como su título indica, con esta propuesta Carmen quiere celebrar sus cuatro décadas como solista de cante y, para ello, ha elaborada un recorrido por los temas y proyectos más significativos de su trayectoria profesional, como su ‘Antología de la mujer en el cante’ que supuso, como ella misma ha declarado, un antes y un después en su carrera, o sus homenajes a poetas andaluces como García Lorca, Miguel Hernández, Juan Ramón Jimenez o José Ángel Valente. De todo ello dio buena cuenta ayer sobre las tablas del Teatro de la Maestranza, con un público más que entregado que por encima del futbol la eligió a ella.

Y tal vez por aquello de seguir asumiendo retos, la maestra optó por llevar el espectáculo arriba desde el primer número, un recorrido por tangos con letras tradicionales que calentaron el ambiente con esa mezcla de sensualidad, calidez, pasión y rotundidad rítmica que tiene ese palo.

Parecía difícil seguir subiendo a partir de ahí, pero Carmen es toda una maestra diseñando espectáculos y supo elevar el potencial emotivo eligiendo como segundo tema un poema de Miguel Hernández que es todo un himno, ‘Andaluces de Jaén’, que al igual que los tangos Carmen cantó de pie, arropada por sus músicos, Pablo Súarez al piano, Josemi Garzón al contrabajo, Karo Sampela a la percusión, Ana María González y Rosario Amador a los coros y palmas, y las guitarras de Salvador Gutiérrez y Eduardo Pacheco. Todo un lujo de formación musical que alcanzó una encomiable compenetración con la cantaora.

Junto a ellos, Carmen aprovechó para homenajear a sus referentes, en los que incluye a cantaoras clásicas, como La Mejorana, a quien evocó cantando sus cantiñas, y cantaores como Enrique Morente, a quien recordó abiertamente, primero de palabra y luego cantando uno de sus temas menos conocidos, ‘La leyenda del tiempo’, que el maestro granadino incluyó en su disco ‘Lorca’, veinte años después de que Camarón de La Isla lo popularizara. Al contrario que la conocida versión del maestro de San Fernando, Morente recrea el poema íntegro con un ritmo cadencioso y una profundidad musical que incide en la complejidad de su contenido, con el que Lorca alude a una de sus obsesiones recurrentes: el inexorable paso del tiempo. Carmen lo cantó también de pie, acompañada solo por el piano de Pablo Súarez, que alcanzó un alto grado de complicidad con ella.

Antes de eso nos había regalado también su versión de ‘Se equivocó la Paloma’ de Rafael Alberti, que cantó a compás de soleá por bulerías, acompañada del toque floreado de Salvador Gutiérrez y el marcaje rítmico contundente de Karo Sampela.

Para el homenaje a Valente eligió las tonás. Las cantó acompañada por todo el grupo de pie a su lado, marcando el compás con las palmas, bajo una luz cenital con tintes expresionistas que remarcaba el carácter solemne del poema y del palo. Al final de las tonás, todavía con el escenario a oscuras, apareció como una exhalación la figura de la bailaora Vanesa Aibar quien, vestida de riguroso negro, se marcó una seguiriya virtuosa de pies y trasgresora de brazos. Tras su número Carmen apareció de nuevo y llamó a escena a Miguel Poveda. Era la promesa que nos tenía reservada. Con él quiso acordarse también de una figura que, aunque no fue una cantaora flamenca, influyó sobremanera en el universo flamenco de su época, Lola Flores y eligió una de sus coplas emblemáticas, La Zarzamora que cantó al alimón con un Miguel Poveda espectacular y desgarrado. Aunque para desgarro las soleás por bulerías con las que Miguel y Carmen, sentados uno junto al otro, se adentraron en el flamenco tradicional. Al término de este cante Miguel se despidió del público, y mientras se iba Carmen nos hizo un gesto de que volvería después. En ese momento se la veía contenta o, como se diría en el mundillo flamenco, ‘a gusto’. Y no era para menos. El espectáculo no dejaba de ir para arriba, a pesar de que cada número parecía imposible de superar. Pero todavía nos quedaba por disfrutar de ‘Moguer’, que cantó precedido de unos fandangos propios de la tierra del insigne poeta que permitieron el lucimiento en solitario de las dos cantaoras del coro, Ana María González y Rosario Amador; y ‘La canción de las vendimiadoras’ un poema de Miguel Hérnández, versionado por tanguillos con deliciosa frescura; y el poderoso baile por cantiñas de Vanesa Aibar; y ‘El cante de la Resignación’ unas tonás con letra de José Luís Ortíz Nuevo que Carmen le pidió a Miguel Poveda, ya en el bis, que cantara con ella para terminar una rotunda noche de arte y maestría.

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