Objetos-testigos de Daniel Verbis en la Galería Rafael Ortiz

Testigos que para nada son mudos sino que hablan, cuentan de unos tiempos pasados donde esas cosas tuvieron otra vida antes de «conocerle», y de esos otros tiempos desde que él comenzara a conservarlos

22 feb 2020 / 04:26 h - Actualizado: 22 feb 2020 / 04:26 h.
"Cultura"
  • Piezas de la exposición de Daniel Verbis. / Galería Rafael Ortiz.
    Piezas de la exposición de Daniel Verbis. / Galería Rafael Ortiz.

En realidad la exposición actual de Daniel Verbis se llama «objetos» (y sin guión intermedio) «testigo». He preferido unir ambos términos y escribirlos en plural porque durante el tiempo en que permanecieron juntos y fueron suyos, ellos también –todos los ahora expuestos junto a las otras piezas, lienzos y esculturas- fueron espectadores de sus trabajos, de su tiempo, lo que viene a decir de su vida. Tal y como él ha querido denominar a esta nueva expo: son testigos. Testigo dobles en el sentido que él, como autor lo ha sido de ellos y en el sentido de que ellos lo han sido a la vez de su vida.

Testigos que para nada son mudos sino que hablan, cuentan de unos tiempos pasados donde esas cosas tuvieron otra vida antes de «conocerle», y de esos otros tiempos desde que él comenzara a conservarlos, a convivir con ellos, a coleccionarlos con paciencia hasta que reelaborados encontrasen su nuevo destino, lo que sería la tercera vida de esos mismos objetos.

Es por esto por los que todos sin excepción tienen biografía, porque por alguna razón él los buscó o los encontró para darle forma definitiva, los adquirió, custodió, manipuló, intervino.

Me refiero a esa parte que -contradiciendo a Duchamps- no es casual, porque el azar en Verbis es la suma de cosas aparentemente dispares, pero sólo en apariencia cuando detrás llevan someros análisis, detenidas miradas, vueltas y estudios alrededor de cada pieza hasta encontrarle esa nueva existencia ideal y real, imaginada e imaginaria también, que desea para ellos, una vida que prolonga y metamorfosea hasta otorgarle nuevas formas a partir de un mismo objeto que se transforma, o de varios ensamblados.

Me refiero ahora a los objetos que son los que hacen la narración –filosófica, intelectual, literaria,...- como pueden ser las máquinas de escribir portátiles que ensambla o las máquinas de coser para nada en una sala de disección como la famosa frase atribuida a Apollinaire dedicada al azar, sino imbricada en el ambiente que él ha creado aquí y que se creará de nuevo en cada colección, espacio o ámbito.

En este sentido son esculturas objetuales, elementos de decoración interior que han sabido dialogar con ismos del XX como el art decó, el conceptualismo, o ciertamente el surrealismo aunque no lo sean. Son objetos o esculturas que parten de objetos y que forman nuevos objetos y nuevas esculturas. También lo son, los que ha hecho ex profeso partiendo de sus diseños personales (como pueden ser «Derrivos Wittegstein»).

Sutil, delicada, exquisita muestra cargada no obstante de una fuerza telúrica, la misma de las cosas que le acompañaron a él y a sus predecesores. Ellos son los «objetos testigo» de Daniel Verbis y a partir de ahora de quien los adquiera, se los lleve a su mundo, los injerte en el suyo y las haga revivir como ha hecho él, imbrincándolos entre la multitud de enseres que acumulamos/somos.

Se puede dividir esta exposición en cuatro partes fundamentales: la de los objetos, la de los lienzos, la de las esculturas y la de los fotomontajes (a estos últimos él los denomina «collages fotográficos» y aunque ciertamente participan del collage y de lo que también se denomina «papier coulé», son fotomontajes, porque parten de fotos hechas y después recortadas y pegadas por él mismo).

Estas series tal y como están dispuestas durante el tiempo que permanecerá abierta la exposición (hasta el 21 de marzo a las 9 de la noche en la calle Mármoles, 12), las ha unido formando familias similares, agrupándolas por sus antiguas formas o funciones, cuando su contexto era, es, y será otro.

Por otra parte o por esto mismo, considero que igual que cada autor plástico se dedica haga lo que haga a hacer siempre y de alguna manera sus propios autorretratos, estos objetos testigo de Daniel Verbis, lo son también. A la larga van conformando el mapa, su geografía existencial porque cada uno recuerda o constituyó una parte importante de su vida: el pie de la lámpara de sus años de estudiante, las mesillas metálicas de oficinas extintas, los libros de ortopedia o medicina, todo lo que fue rescatando de anticuarios y mercadillos, enseres que estaban destinados a extinguirse y en los que sin embargo él supo ver un átimo de vida, una parte del discurso que pretende y que se ve en la misma manera que en sus lienzos de grandes formatos como «La Venus del Espejo» o «Entre dos piedras». Dos obras simbólicas cargadas de otros tantos significados.

Me extendería muchísimo en ellos, en sus divisiones espaciales, en cómo ha resuelto los fondos, la mezcla de técnicas entre el acrílico sobre lienzo y la utilización individual de recursos digitales, en cómo ha trazado las imbricaciones, los pliegues, las adiciones,...opto sin embargo por lo que no se ve a simple vista, por lo que entiendo late dentro de cada pieza u obra.

Ya no existe (paradójicamente) el existencialismo como tal ni en arte ni en poesía, etc., pero estos objetos lo son y la tienen. Por así decirlo serían parte de un arte existencialista, y de una poesía objetual, por lo que tienen de obra intelectualizada y en donde la razón iguala a la emoción porque ambas son contenidas.

Paseando entre las obras dispuestas en el suelo, dispersas en las salas en ángulo de la Galería de Rafael Ortiz, reflexiono sobre algo en apariencia tan abstracto como es el alma de las cosas, si ellas la tienen como “todo” en la naturaleza, a sabiendas que estos metales, vidrios, opalinas, maderas inertes, son productos artificiales, una alteración de la materia que supuso en su día.

Por otra parte toda su obra y en concreto ahora los fotomontajes son de una pulcritud que raya en el perfeccionismo, collages fotográficos en los que apenas se notan las intersecciones de las formas y en donde es necesario destacar que son pura artesanía, un trabajo artístico y manual que hace de la obra un único ejemplar y no repetitiva hasta la saciedad mediante digitalizaciones, ni mucho peor las impresiones digitales, o peor que peor la búsqueda de las imágenes y su impresión, digitales, que eso es otra cosa.

Tal vez no nos demos cuenta de lo que está pasando en arte, del abaratamiento que supone este sistema de serialización que ignora las muchas horas de observación, de deducción, análisis o contemplación estética. De elaboración. Todo lo que convertiría cada obra original y única como la Alta Costura, en objeto de lujo sino fuera porque dentro del arte, por supuesto que hay grados. Valga esto para la defensa del arte y en contra de su banalización, para reivindicar a muchos autores que como es el caso de Daniel Verbis dan lo mejor de sí en cada obra. Valga también por los centros privados y públicos que apuestan por ellos/nosotros y no por las fotocopias. Vaya por este tiempo que se dedica a crear como una felicidad compartida.