Pablo López desborda Sevilla con su piano y su voz

El cantante malagueño desplegó este miércoles un espectáculo apabullante en el auditorio Fibes

Verónica Ojeda verojeper /
17 jun 2021 / 08:05 h - Actualizado: 17 jun 2021 / 11:08 h.
"Música","Conciertos","Fibes"
  • Carlos Duque.
    Carlos Duque.

Diez minutos pasaban de las 21:00 h. La oscuridad se adueñaba de la sala hasta que un estruendo sacudió el auditorio Fibes y el público se levantaba aplaudiendo. El ruido era ensordecedor y los asientos vibraban por la fuerza de la batería. Un aluvión de estrellas alumbraba el escenario hasta que apareció la persona que todos esperaban: Pablo López. La puesta en escena dejó boquiabierto a la audiencia. Con luces rojas y azules, un proyector reflejaba figuras geométricas mientras el cantante malagueño se encontraba dentro de un espacio similar a una jaula repleta de destellos. Comenzaba así el show con la canción 7: «A los ojos no me puedes mirar más de siete, más de siete segundos seguidos porque vas a saber dónde vivo y te vas a quedar para siempre...».

«Buenas noches, Sevilla», menciona al comenzar a cantar y, al mismo tiempo, señalar al público. En sus ojos había un espíritu nuevo, con ganas de comerse el escenario y de cantar como si no existiese el mañana. Así era el espectáculo de Pablo desde sus primeros instantes: repleto de fuerza y cercanía.

Mama no fue la segunda canción que cantó: «Me conocen por culpa del aire, me conocen los que hablan de ti, me conocen las guapas del baile, y los bares que cierran Madrid...». Pablo sabe cómo brillar encima de un escenario. La luz blanca que destacaba su figura deslumbraba la sala y la gente aplaudía sin parar.

«Me encanta que estemos aquí, aunque me da un poco de coraje que estemos tan lejos. Voy a cantar bajito para sentirme cerca de ustedes», señala Pablo. La gente cantaba también bajito, como si estuviera susurrando, a la vez que creaban un espacio íntimo y, seguidamente, comenzaba la canción El Patio: «Fuera, vete de mi casa, tú no eres mi amiga...».

El concierto iba avanzando entre focos de luces y el sonido de sus dedos tocando el piano. Movía la pierna casi todo el tiempo y tocaba como si no hubiese cientos de espectadores observándole. De repente, se escuchaba su risa a través del micrófono. Sin duda, una risa que caracterizó todo el concierto y que hacía transmitir al público cercanía. «A mí se me pasa todo descojonándome de la vida. Llevo 26 conciertos y para mí son 26 vidas», dice entre risas.

Piezas como Tempo, Imagina tú o Tu enemigo iban tomando protagonismo durante el espectáculo. La gente movía los brazos y bailaba desde el asiento, una circunstancia inimaginable hace apenas un año. La cultura no defrauda nunca, aunque sea desde una silla.

El equipo saltaba, tocaba los instrumentos de pie y andaba por el escenario al son de las palmas. Pablo entrelazaba las canciones constantemente y parecía crear sin pensar encima del escenario. Disfrutando y sonriendo. «A lo bestia tío que son cinco días», dice justo antes de comenzar a cantar KLPSO: «Pedir perdón, antes de hablarte, te pedí perdón, por si acaso, y porque nunca lo hice antes, perdón, perdón...». Seguidamente canta El Mundo junto a su público: «Y si mañana no queda más que un ángel, y si mañana tan solo somos aire...».

Las vibraciones en el suelo como si de un terremoto se tratase no cesaban, exceptuando cuando se paraba para hablar con las personas allí presentes. «Voy a contar algo muy friki, pero tenía que hablaros sobre mi piano. Este vino de..., bueno no sé de dónde vienen los pianos jaja, pero el mío y yo somos como las Grecas, un dúo. Lo amo y le tengo un respeto especial porque es sangre de mi sangre», cuenta antes de sorprender con una canción de Mecano: Me cuesta tanto olvidarte.

«Ahora voy a cantar una canción que expresa sentimientos diferentes. La chica fue la que quiso olvidarse de mí y puso el WhatsApp de testigo», menciona un desamor para cantar Te espero aquí: «No entiendo cómo fue, cómo llegué hasta aquella habitación, caminando fui, besando tus palabras...».

«Qué bonito, joder», dice una mujer emocionada. Pablo agradecía a su público el ambiente y el buen rollo que se respiraba allí. En un momento dado, cuando comenzaba a cantar, los chillidos resonaban por la sala y él paraba para reírse y volver a cantar. Su sonrisa siempre estaba presente.

La recta final del concierto no podía dejar a la gente indiferente. Más aún cuando canta Lo saben mis zapatos a capela y sin micrófono. El vozarrón dejó mudo a todo el mundo. Pablo interpretó Mariposa, VI y El invierno nos guarda entre luces amarillas, rojas y moradas. Tiró la silla, saltó y tocó el piano sin parar hasta que llegó el turno de La niña de la linterna, cuando el público encendió sus móviles e iluminó la sala, combatiendo la oscuridad. «Cuesta no levantarse y saltar», decía un hombre. El público cantaba y Pablo parecía estar impresionado observando a las personas tararear.

Viba y Unikornio finalizaban esta noche entre abrazos de Pablo y su equipo. La fuerza de la música, su voz y su guasa revivieron a los espectadores durante casi dos horas.