Paso a paso (y vuelta) hasta llegar a bordar el baile

Inusitado auge. Una mirada al mundo de las escuelas y academias de baile, que reciben a alumnos de todo el mundo

18 oct 2016 / 07:00 h - Actualizado: 18 oct 2016 / 10:48 h.
"Flamenco","Danza","Donde habita el duende"
  • Un momento en una clase en la academia de baile de Alba Ortiz, en Sevilla. / José Luis Montero
    Un momento en una clase en la academia de baile de Alba Ortiz, en Sevilla. / José Luis Montero
  • Un alumno francés, en la academia de Carmen de Torres, en Castilleja. / S. Calero
    Un alumno francés, en la academia de Carmen de Torres, en Castilleja. / S. Calero
  • Escolares en la academia de baile de Alicia Vega. / El Correo
    Escolares en la academia de baile de Alicia Vega. / El Correo
  • La bailaora Pastora Galván, en la academia de baile de su padre. / Pepo Herrera
    La bailaora Pastora Galván, en la academia de baile de su padre. / Pepo Herrera

Cuando Alba Ortiz acabó la carrera de Psicología, se preguntó si era mejor dedicarse a esta rama o seguir en lo que había hecho toda su vida, la danza española. Se decantó por la Psicología, pero comprobó que no era nada fácil ganarse la vida con ella desde cero. «No tuve suerte, y un buen día me di cuenta de que tenía más trabajo gracias al baile que a cualquier otra cosa. Así nació la Academia Alba Ortiz», recuerda.

El caso de esta sevillana no es ni mucho menos único en una ciudad donde siempre ha habido una gran tradición docente, sobre todo del flamenco, y que en los últimos años ha experimentado un auge extraordinario. Alba empezó en septiembre de 2014 con unos 80 alumnos, y ahora tiene a su cargo a más de 140, repartidos en disciplinas como el flamenco, las sevillanas, la pre-danza, danza clásica y española, bailes latinos, bailes modernos, fitness dance, pilates y yoga. «Tenemos un local grande y hemos podido diversificarnos para aprovecharlo hasta convertirlo en un centro de formación multidisciplinar de danza», afirma la empresaria.

Ortiz, que empezó de la mano de Charo Cala, explica que en su academia «predominan tres perfiles: niños para los cuales el baile es una necesidad y un entretenimiento, adultos que vienen a moverse afirmando que antes que un gimnasio, vengo al flamenco, así hago ejercicio y me lo paso bien; y también un grupo que está en torno a los 20-30 años, que pide más y quiere poner a prueba su capacidad de superación. Algunos quieren ser profesionales».

A estos últimos pertenece Jara, de 21 años, enamorada del flamenco desde pequeña quien cree, además, que «el flamenco es la mejor manera de hacer ejercicio». «En la academia he aprendido muchísimo sobre los palos del flamenco, ya que aparte de las clases prácticas nos dan nociones teóricas para que conozcamos mejor lo que vamos a bailar. De momento cuentan con nosotros para las actuaciones de fin de curso y demás, pero no descartaría hacer algo profesional si me veo preparada».

También distingue Alba Ortiz las épocas de mayor actividad de las academias sevillanas: «Una es cuando llega octubre, con el nuevo curso; otra, en enero, con los buenos propósitos de año nuevo; y la tercera en abril, con gran demanda de sevillanas, para lucirse en la Feria», enumera.

María José, alumna de la Academia Milla, en Sevilla Este, explica que «había ido a una academia cuando era niña y siempre tuve la sensación de querer aprender más». Cumplidos los 30 se decidió, y ha estado acudiendo puntualmente a sus clases, mientras las obligaciones laborales se lo han permitido. «Como todo en la vida, el aprendizaje del flamenco debería no frenarse nunca, porque nunca se aprende lo suficiente. No se trata de aspirar a ser Sara Baras ni María Pagés», concluye. «A mí el flamenco me da mucha vida», apostilla.

Desde 36 euros al mes por dos horas semanales, la tarifa básica, a los 15-20 euros por hora que pueden costar unas clases particulares a nivel avanzado, el abanico de precios es diverso, considerando además que las ayudas escasean. «La cultura siempre está en el último escalón para las subvenciones», se resigna Alba, «y nadie tiene en cuenta que abrir una academia no es como meterse en una oficina. Tienes que hacer una adaptación del local, insonorizarlo, poner un suelo específico... y para eso no hay ayudas. Por otro lado, con el flamenco sí se están haciendo cosas, por ser patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pero temo que las otras modalidades se pierden. No se conoce la escuela bolera, por ejemplo».

«Sería importante que las academias se asociasen, sobre todo para luchar contra el intrusismo», afirma Cristóbal Ortega, director de la Bienal de Sevilla, un festival que apuesta porque todos los sectores relacionados con el flamenco, desde luthiers a diseñadores, se vean potenciados con esta cita. «Se trata de demostrar que en Sevilla se vive el flamenco en todos los rincones, y durante estos 25 días las academias han doblado el número de sus alumnos, y el de sus profesores».