Dos importantes eventos de la Universidad de Sevilla se han unido este año por primera vez, el concierto de apertura del curso académico y el proyecto Atalaya de recuperación del patrimonio histórico musical de Andalucía, hasta ahora repartidos en dos fechas distintas de la agenda musical sevillana. La novedad ha propiciado dos importantes cambios, la sustitución de la Sinfónica por la Barroca para hacerse cargo de este concierto saludo del curso, y la de la Iglesia de la Anunciación por el Auditorio de Ingenieros de la Cartuja para el segundo evento, ganando en acústica y aforo. En los atriles un repertorio que cristalizará en la nueva grabación del conjunto especializado y que ahonda más en el interesante catálogo de obras compuestas por el prolífico Juan Francés de Iribarren para la Catedral de Málaga, donde ejerció de maestro de capilla durante treinta y tres años.
La particularidad de este concierto residió en enfrentar una obra de la enjundia del Stabat Mater de Pergolesi, con algunos de los motetes compuestos por Iribarren a partir de las melodías de esta secuencia latina destinada al Viernes de Dolores. La obra gozó de tanta popularidad a lo largo del siglo XVIII que son muchas las copias que se conservan en catedrales de todo el Mundo. Una de las tres que forman parte del ingente archivo musical de la de Málaga fue la versión elegida para este singular acontecimiento. La cantata Sabia extension y el motete Te invocamus fueron dos de las piezas cuyas melodías volvimos a disfrutar en el Stabat Mater, compuesto diez años antes, en interpretación de Carlos Mena y María Espada, dos voces que siempre son bienvenidas a Sevilla, donde tantos buenos ratos nos han hecho disfrutar. Mena inició el concierto sin embargo con cierta tendencia a cambiar de registro y traicionar la tesitura de su voz, mutando de agudos a graves con incómoda facilidad. La pieza elegida, Lamentación 2ª del Viernes Santo, no se lo puso fácil, dada su complejidad y abundantes disonancias. Afortunadamente el resto lo abordó con su habitual buen gusto y potente proyección.
Espada por el contrario brilló desde un principio a pesar del anodino Ave María que le sirvió de presentación. Su voz cristalina, dulce y brillante recorrió los pentagramas de Iribarren, y más adelante los de Pergolesi, con inusitada facilidad e incontestable exquisitez, a lo que sumó su providencial candor. Con sólo dos violines, a los que se unió la viola en el Stabat Mater, y bajo continuo con una voz por parte, Onofri lideró un conjunto apenas testimonial del trabajo de los solistas, raquítico en algunos pasajes, y más áspero que amable por lo general, no muy afín a la estética piadosa que debía imperar y que malogró en parte el resultado de este interesante ejercicio de comparación. La Barroca logró no obstante atrapar nuestra concentración y ampliar los registros de la música de Iribarren que ella misma ha ido rescatando desde hace años.
ORQUESTA BARROCA DE SEVILLA* * * Concierto de apertura del curso académico de la Universidad de Sevilla y Proyecto Atalaya. Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla. María Espada, soprano. Carlos Mena, contratenor. Enrico Onofri, concertino-director. Programa: Motetes y cantatas de Juan Francés de Iribarren; Stabat Mater, de Pergolesi. Auditorio de la E.T.S. de Ingeniería, miércoles 11 de octubre de 2017