El director valenciano Paco Plaza se da a conocer con El segundo nombre (2002) y Romasanta (2004) obteniendo éxitos relativos en los festivales de cine fantástico y de terror de medio mundo. Consigue el reconocimiento internacional con la saga REC, primero formando pareja con el director Jaume Balagueró con el que codirige sus dos primeras partes y firmando en exclusividad la tercera. Finalmente, la castiza y terrorífica Verónica (2017), confirma su capacidad innovadora para reformular y aportar nuevos aires, y sobre todo ideas, al sobreexplotado género de terror.
Mario es el jefe de enfermería de una residencia de personas mayores en un pueblo de las rías bajas gallegas. Diligente en su trabajo es apreciado y querido tanto por el personal trabajador como por el que cuida. Su vida se desenvuelve entre el amor a su trabajo y a su familia, de hecho su mujer está embarazada, a punto de dar a luz a su primer bebé. Todo va a cambiar cuando el narcotraficante más conocido de la zona, Antonio Padín, recién salido de la cárcel, ingrese en la residencia. Este hecho provocará que se abran heridas y se manifiesten algunos fantasmas del pasado. No hay lugar para la compasión, empieza la venganza.
Plaza es un experto y sabe como provocar con su cine, ahora con Quien a hierro mata tensión y angustia. Esta película aprovecha las bondades que mostraba en sus anteriores trabajos, pero consigue dar un paso más, explorando y explotando con éxito las esencias del thriller. Para construir este sólido e interesante artefacto de relojería, bastante entretenido por cierto, se aferra a un meticuloso guión, a una acertada música, a unos efectos y encuadres bien planificados, a un ritmo que no decae en ningún momento y a unas interpretaciones de primer nivel. Una vez más Luis Tosar está para premio tanto como el excelente Xoan Cejudo.
Se agradece que temáticas como el narcotráfico y sus devastadores efectos se reflejen en pantalla grande, venganzas aparte. También el trabajo y esfuerzos de los cuerpos de seguridad del Estado para erradicarlo. Pero de lo que más nos alegramos es que existan espacios donde las personas mayores vivan sus últimos días rodeadas del confort que se merecen y de gente preparada que la escucha, comprende y mima.