Roberto Devereux y la mujer araña
Un gran elenco de voces brilla en esta poco convincente producción operística de un título que ha dejado de considerarse ópera rara para entrar en el repertorio (***)
Juan José Roldán
Los supuestos amores entre Isabel I de Inglaterra y el Conde de Essex han dado mucho juego a la literatura y el cine, convirtiendo la mayoría de las veces hechos históricos de considerable relevancia en un folletín romántico con altas dosis de intriga y venganza, con esa La vida secreta de Elizabeth y Essex que dirigió Michael Curtiz en 1939 y protagonizaron Bette Davis y Errol Flynn como claro exponente, por cierto con música de Erich Wolfgang Korngold ilustrándola. La ópera de Donizetti culmina su conocida como trilogía de las reinas, pero si bien Ana Bolena inició su carrera internacional, María Estuardo y Roberto Devereux constituyeron sendos fracasos en su momento, que no remontaron hasta los años setenta del pasado siglo. Desde entonces han ido entrando paulatinamente en el repertorio, si bien lejos todavía de los títulos más recurrentes, dejando de considerarse eso que llaman ópera rara. El Maestranza culminó anoche su apuesta por dicha trilogía con esta producción de la Ópera Nacional de Gales, responsable también en coproducción de La traviata que vimos el pasado mes de julio.
La puesta en escena del sudafricano Alessandro Talevi es austera y oscura, pero eso no debería ser un obstáculo para resultar más atractiva y convincente. Una producción sencilla no tiene que estar reñida con una mayor capacidad para sugerir e incluso sugestionar. La de Talevi no lo consigue con sus estrecheces y decorados de tramoya, menos aun con soluciones tan infantiles como proyectar en un acuario siluetas de araña e insectos que subrayen la amenazante personalidad de la reina insatisfecha. Mejor resultó el trabajo de iluminación, capaz de proyectar milagrosas sombras sobre la vidriera frontal. También nos convencieron las cadenas que sujetan al desdichado conde en el último acto, emulando rayos de luz que dan a la escena un aspecto psicodélico al que también se une el elocuente vestuario, fuera de toda época, que firma Madeleine Boyd, por otro lado responsable igualmente de la discutida escenografía. La carroza en forma de tarántula que la reina monta en el segundo acto, y que tanto se parece al artilugio mecánico que Kenneth Branagh conduce en Wild Wild West para luchar contra Will Smith, subraya aun más su maquiavélica y despechada personalidad en forma harto ridícula.
Estupenda propuesta en lo musical
En ese contexto escenográfico denunciado brilla sin embargo de forma especial la música. La partitura de Donizetti es un regalo para los amantes del bel canto, y una tortura o mejor un reto para las voces. Generosa en melodías, con una continua sucesión de arias, cavatinas, cabaletas, dúos, escenas de conjunto y suntuosos coros, ofrece multitud de oportunidades para todos y todas las implicadas, incluida la orquesta, que en manos del experto director canadiense Yves Abel sonó con todo su brillo y esplendor. Abel supo mantener en todo momento el equilibrio perfecto con las voces, sin sacrificar por ello volumen y presencia, que lució ya desde una Sinfonía apabullante y decididamente elegante y conmovedora. El resto fue trabajo y esfuerzo al servicio de tan variada partitura, y sobre todo de la acción y los personajes. Al trabajo espléndido de la orquesta hay que unir la magnífica aportación, una vez más, del coro, aprovechando especialmente su momento más lucido, el coro con el que arranca el segundo acto, con tanta mesura como elocuencia y una portentosa musicalidad.
Para la ocasión se ha apostado por un elenco prácticamente español, a excepción del barítono italiano Franco Vassallo, que fue quien más aplausos y vítores acumuló a lo largo de la representación. Con su Duque de Nottingham acertó tanto en interpretación como en expresividad canora, tan noble en la primera mitad como furioso en la segunda, a lo que adaptó su registro y tesitura con loable flexibilidad y sin traicionar la homogeneidad de su línea de canto. Con todo nuestro cariño y admiración por el tenor jerezano, hemos de admitir que la interpretación de Ismael Jordi a nivel actoral fue muy decepcionante, con expresión permanente de espanto y movimientos espasmódicos. Pero en el tercer acto, cuando tuvo ocasión de brillar como imponente cantante, tan lleno de dulzura como de elegancia y buen gusto, así como exhibiendo una proyección generosa y unos agudos refulgentes, lo aprovechó en todo su esplendor, redimiéndose de todo lo anterior. En su breve cometido como Lord Cecil, el tenor cántabro Alejandro del Cerro se adaptó con notable soltura a su rol y ofreció un canto del todo punto de vista solvente. Nancy Fabiola Herrera tuvo ya desde el principio ocasión de lucirse en la cavatina All’afflitto è dolce il pianto, tan afín a su contemporánea Norma de Bellini. Pero así como mantiene toda su fuerza en la zona alta y su aterciopelado timbre, y continúa siendo capaz de sobrecogedores agudos así como de controlar perfectamente la respiración, por abajo su voz sin embargo tiende a esfumarse. Nada que objetar a la aportación de la también canaria Yolanda Auyanet, reina portentosa, autoritaria, enérgica y brillante, tanto a nivel actoral como vocal, comedida para no resultar histriónica pero sin por ello renunciar al carácter y la fuerte personalidad que derrocha su personaje. Para ella era un reto enfrentarse a tan complicado papel, y vaya si lo consiguió, como si de una montaña rusa se tratara, tan vertiginosa como conmovedora según tocaba. Orquesta y voces salvaron y equilibraron a favor de la excelencia la decepcionante puesta en escena.
La ficha
ROBERTO DEVEREUX ***
Ópera de Gaetano Donizetti. Libreto de Salvatore Cammarano, según la obra “Elisabeth d’Angleterre” de François Ancelot. Yves Abel, dirección musical.Alessandro Talevi, dirección escénica. Madeleine Boyd, escenografía y vestuario (Reposición: Anna Bonomelli). Matthew Haskins, iluminación (Teresa Nagel). Maxine Braham, Movimiento coreográfico. Con Yolanda Auyanet, Ismael Jordi, Franco Vassallo, Nancy Fabiola Herrera, Alejandro del Cerro, Javier Castañeda y Ricardo Llamas. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro Teatro de la Maestranza. Íñigo Sampil, director. Producción de la Welsh National Opera. Teatro de la Maestranza, martes 8 de noviembre de 2022
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