Un monstruo humanizado que no se come a nadie. Es lo que nos propone Rubén Olmo con este espectáculo que, inspirado en la obra del malogrado Salvador Távora, gira en torno a la leyenda del Minotauro, un monstruo mitad hombre y mitad toro que se alimentaba de carne humana.
El monstruo nació de la unión de Pasifae, esposa de Minos, rey de creta, y de un toro blanco enviado por Poseidón para que Minos lo sacrificara en su nombre. Pero el rey cretense sacrificó a otro en su lugar y como venganza Poseidón hizo que Pasifae se enamora del toro y yaciera con él. De esa unión nació el Minotauro que, a medida que crecía, se hacía más violento e incontrolable. De ahí que lo encerraran en un laberinto del que no podía salir. Cada nueve años Minos mandaba al laberinto a siete hombres y siete mujeres jóvenes para apaciguar el hambre del monstruo. Hasta que Teseo, con la ayuda de Ariadna, logró matar al Minotauro y salir indemne del laberinto.
En esta ocasión Rubén Olmo, con la libertad creativa que le caracteriza, nos ofrece una versión bastante libre de la leyenda. Para ello reduce las figuras de las víctimas sacrificadas a ocho, todas ellas mujeres, que lucen su impronta individual y su particular dominio del baile flamenco, aunque la mayoría de las piezas que interpretan son de corte coral y la música de Busto, magníficamente interpretada por la Orquesta Bética de Andalucía que él mismo dirige en directo, más que al flamenco se adscribe a la música clásica, aunque se inspira en los sonidos de la música griega antigua, cuya escala es la que rige en el flamenco.
Cabe destacar que cada una de las piezas corales de baile transmiten toda una gama de emociones que van del miedo a la rebeldía, pasando por la angustia de la soledad y el encierro. Y es que, lo que propone Rubén es que es el hambre y la falta de libertad lo que mata y no el monstruo. No en vano se ha inspirado en la obra de Távora a quien él tuvo la oportunidad de conocer y admirar de pequeño por ser de su mismo barrio, El Cerro del Águila.
Para su papel del Minotauro el artista sevillano ha creado una coreografía que enfrenta su individualidad al grupo con un baile que pasa del recogimiento a la expansión hasta transmitir la lucha interior del monstruo por su incapacidad para comunicarse y su contención para no dañar a las mujeres. Una danza flamenca y clásica a un tiempo que nos regala un sinfín de figuras hermosas, tan tiernas como impactantes, que demuestran su elevado nivel técnico y expresivo. De la misma manera, Diana Noriega en su papel de Ariadna se luce con un pase a dos exquisito junto a Eduardo Leal, que ejerce un singular contrapunto con los bailes flamencos de las ocho bailaoras.
Cabe destacar el arriesgado conceptualismo de la escenografía y la magnífica iluminación con la que se representa al laberinto. Y también es todo un lujo la percusión de Agustín Diassera y Alejandro Cruz, así como la guitarra flamenca de Pau Vallet que eleva a lo más alto el poder emotivo de la solea y la seguiriya. Y por si todo eso no fuera bastante, en la última parte, como no podía ser de otra manera Rubén, con una bata de cola sin volantes, se sumerge en el universo tavoriano y a golpe de llamador convoca a la Banda de las Tres Caídas para que le interprete, en la escena final, un pasodoble que carga de solemnidad el sacrificio del monstruo. Un espectáculo brillante digno de un festival que, como el de Itálica, lleva más de veinticinco años apostando por dar a conocer en nuestra ciudad las últimas tendencias de la danza contemporánea internacional.
Obra: La muerte de un Minotauro
Lugar: Teatro Romano
Producción: Festival Internacional de Danza de Itálica
Director artística, coreografía e interpretación: Rubén Olmo
Música: Manuel Busto, Agustín Diassera, Alejandro Cruz, Pau Vallet
Dirección musical: Manuel Busto
Interpretación musical: Orquesta Bética de Andalucía. Cámara de las Voces Blancas Lux Aeterna.
Intérpretes: Diana Noriega, Alejandra Gudi, Ana Latorre, Carmen Yanes, Irene Correa, Irene Lozano, Laura Santamaría, María Jurado, Paula Salazar y Eduardo Leal
Calificación: Cuatro estrellas