San Pedro acaba al fin su penitencia

El Murillo robado por el mariscal Soult durante la invasión napoleónica vuelve tras una odisea de dos siglos al lugar para el que fue pintado: el Hospital de los Venerables

17 feb 2016 / 22:49 h - Actualizado: 18 feb 2016 / 07:58 h.
"Arte"
  • El cuadro ‘San Pedro penitente’, de Bartolomé Esteban Murillo, expuesto ayer en el Centro Velázquez del Hospital de los Venerables, listo para recibir visitas. / Pepo Herrera
    El cuadro ‘San Pedro penitente’, de Bartolomé Esteban Murillo, expuesto ayer en el Centro Velázquez del Hospital de los Venerables, listo para recibir visitas. / Pepo Herrera

Ha reaparecido tras una pátina de polvo y de tiempo que lo tenía secuestrado en su propio lienzo, y resulta que estaba vivo. Al San Pedro penitente de Murillo, contemplado ayer a solas en su emplazamiento del Centro Velázquez, en el corazón del edificio al que perteneció en su día –el Hospital de los Venerables–, no le faltaba ni siquiera respirar; si acaso se echaba de menos algo, era un cartel que dijera recién pintado, porque esa es exactamente la sensación que provoca ahora este cuadro. Nadie diría que es el mismo óleo que rapiñó el mariscal Soult hace 200 años durante la invasión napoleónica y que se llevó a Francia, el que acabó en una isla en manos de un coleccionista iraní, el que hasta hace poco apenas era un borrón oscuro necesitado de limpieza profunda. Pero esa es, en síntesis, su azarosa peripecia. Probablemente no guarde relación con esto, pero en la base del marco dorado que lo envuelve, una leyenda en inglés –recuerdo de sus viajes, como las etiquetas de las maletas– reza: And when he thought thereon, he wept. En español: Y cuando pensaba en ello, lloraba.

La Fundación Focus-Abengoa recupera de este modo una de las grandes obras maestras de Bartolomé Esteban Murillo y la repone no solo en su lugar legítimo. sino arropada además por un puñado de las más soberbias obras de arte que se pueden ver hoy día en Sevilla: La imposición de la casulla a San Ildefonso, de Velázquez; Santa Catalina, también de Murillo; frente por frente a San Pedro penitente, una Inmaculada de Martínez Montañés; y presidiendo la sala, la Santa Rufina de Velázquez. Así podrán verla quienes visiten a partir de hoy este inmueble histórico del barrio de Santa Cruz.

Tal y como recuerdan los lectores de este periódico, el lienzo se ha llevado varios meses en Madrid, tras quedar expuesto el 10 de septiembre pasado como colofón a un proceso de restauración acometido en los talleres de la pinacoteca. En aquella ocasión, la directora de la Fundación Focus-Abengoa, Anabel Morillo, se admiraba del resultado afirmando que «sentimos que se devuelve parte de su alma e identidad a Sevilla», una emoción que desde hoy podrán compartir también los sevillanos.

En la singular historia de este cuadro, la fundación destacaba ayer que fue propiedad de Justino de Neve, uno de los patronos más inteligentes y expertos que tuvo Murillo. En su testamento (1685), el mecenas lo legó al Hospital de los Venerables. Precisamente, Focus-Abengoa, con el Museo del Prado y la Dulwich Picture Gallery de Londres, organizaron hace tres años la exposición Murillo y Justino de Neve, el arte de la amistad, y fue entonces cuando la obra en cuestión se recuperó.

El mariscal Soult, que confiscó el lienzo, lo conservó hasta su muerte en 1851. Desde entonces, el San Pedro penitente permaneció en colecciones privadas y fue en 2012 cuando la fundación, que andaba tras su pista, se lo compró a un coleccionista iraní en la isla de Man. Que no es que la obra estuviese en mal estado, pero sí aparecía totalmente apagada, oscura, sin volumen. La restauración, al suprimir barnices y repintes, dejó al descubierto una de las grandes pinturas de Murillo de su etapa de madurez. La barba blanca y la pierna derecha se salen del cuadro; también la mirada implorante, bajo una luz prodigiosa que antes, sencillamente, no se veía. La penitencia de San Pedro se acabó. Al menos, la artística.