Arte

Santiago Arranz en su laberinto

El artista vuelve a sorprendernos, esta vez con una Antológica en el extraordinario Museo de Huesca del que ocupa toda la gran sala que constituye la planta Baja

12 jul 2021 / 08:20 h - Actualizado: 12 jul 2021 / 08:27 h.
"Arte"
  • Santiago Arranz ante su escultura “Mi Júpiter”.
    Santiago Arranz ante su escultura “Mi Júpiter”.

Un año más y esta vez “a la grande”, SANTIAGO ARRANZ (Sabiñánigo, Huesca, 1958) vuelve a sorprendernos. Pero en lugar de hacerlo con obras de pequeño formato expuestas en un lugar tan intimista como fue el de su estudio el año pasado, lo hace ahora con una Antológica y además en el extraordinario Museo de Huesca del que ocupa toda la gran sala que constituye la planta Baja.

La exposición -comisariada por el museógrafo, museólogo, editor, conferenciante, profesor, consultor de proyectos culturales, exdirector del Museo GARGALLO y de la Fundación MIRÓ, comisario de más de 300 exposiciones en 95 museos internacionales de 22 países, autor de más de 300 libros de arte, ensayos y tantas otras cosas más como es PABLO J. RICO LACASA- ha sido posible gracias al Museo de Huesca que celebra ahora sus 148 años de vida y al frente del que se encuentra FERNANDO SARRÍA, y a la Consejería de Cultura del Gobierno de Aragón.

La muestra estará abierta hasta el 9 de enero de 2022 y en ella se han reunido algunas de las piezas realizadas durante los 40 años –de 1982, la obra más antigua, a 2021 la más reciente- que SANTIAGO ARRANZ, uno de los mejores artistas españoles en la actualidad (con independencia de que sea aragonés), lleva abducido por el arte, secuestrado por ese tirano que estuvo a punto de acabar con su carrera teórica –como licenciado en Hª del Arte- y le hizo crear, producir, hacer miles de cosas dentro de ellas, una vez que traspasó esa barrera invisible pero potentísima y se lanzó como el auténtico protagonista de su devenir unido ya para siempre a su obra plástica.

Santiago Arranz en su laberinto
El autor y el comisario y director del montaje Pablo J. Rico.

Sin dejar de escribir, pensar, analizar, estudiar a los otros, a los artistas del pasado y del presente porque esto es imprescindible para cualquier aprendizaje y sobre todo para uno que es de por vida como es el arte, SANTIAGO ARRANZ optó por interiorizarse en su propia biografía, indagar en su interior todo lo conocido por cualquiera de los canales que le llegara y hacer el ejercicio más difícil –o tomar la decisión que fue crucial en su momento- porque todo aquel que entra, sabe que no hay vuelta atrás y esto va a suponerle como a todo artista, un desdoblamiento e introspección y el dejar atrás muchas cosas para encontrar la felicidad en otras tan etéreas como una mancha que completa un lienzo, un toque de gubia que define una escultura, el encuentro mitad buscado/mitad fortuito con un color, la rotundidad de una forma o una figura, o la delicadeza de una pincelada.

Sabía que con ello va a condicionar también la vida de su familia, de la que ignoraba si iba a tener la paciencia de soportar la incertidumbre de los encargos, un éxito que se retrasa, la inestabilidad del arte a expensas de una clientela –institucional o privada- que a veces es esquiva, aunque afortunadamente como es su caso ha sido bastante pródiga, sin que quiera decir esto que sin esfuerzo. Una ardua tarea que ahora ve recompensada y por esto mismo –además de la excelente calidad de las obras expuestas- hace que nos emocionemos con él, con su familia, con todos los que le han acompañado hasta llegar aquí, formar parte de la Historia, y sobre todo ante la satisfacción del deber cumplido, la generosidad que comporta el crear y mostrar el fruto de su trabajo ante el abismo de su interior y de las formas.

Santiago Arranz en su laberinto
Panorámica de la Exposición de Santiago Arranz en el Museo de Huesca.

Poco a poco, SANTIAGO ARRANZ primero estudiando, viajando, residiendo en lugares emblemáticos del arte, produciendo, yendo de aquí para allá tanto en su vida como en el arte y después desde su refugio de LAS MAIGUALAS, en CASTEJÓN DEL SOS (Huesca), ha ido forjando una obra que vista en la distancia del tiempo, se ve inmensa.

En la exposición vamos a ver ejemplos de todo lo que ha ido forjando con voluntad a lo largo de los años y que se verifica en las series como “Las ciudades Invisibles”, “Las Virtudes del Pájaro Solitario”, “En la Colonia Penitenciaria” o “Poeta en Nueva York”: óleos, acrílicos, lápices, relieves, obras exentas en aluminio, escayola, hierro, vidrio, madera o gres (entre otros materiales), que homenajean a escritores como KAFKA, JUAN GOYTISOLO o GARCÍA LORCA entre otros.

Santiago Arranz en su laberinto
Un aspecto de la sala con obras de Santiago Arranz.

Obras que fueron ideadas para paredes, techos y suelos, para murales e intervenciones urbanas, para exteriores en la plena naturaleza o para interiores y en las que pueden apreciarse recuerdos cubistas, neoplasticistas, ópticos, matéricos, gestuales o por el contrario sígnicos, neoconceptuales, “concretuales”, derivados de lenguajes de la posmodernidad, expresionistas, cubistas, metafóricos de su propia identidad a la que llega sintetizando una voz que ya estaba en sus inicios. Ecos y voces, signos, palabras, caligrafías, recuerdos, objetos, personajes y cosas, que han ido trazando su imago mundi, los itinerarios que han ido conformando su creación.

También, muestras de sus libros de artista, realizados con textos de escritores o poetas y para los que ha diseñado las cubiertas, la composición, la tipografía y las ilustraciones.

Recorriendo la muestra, nos damos cuenta que la propuesta de PABLO J. RICO también responde al propio laberinto del artista y al que andamos a ciegas, muchas veces, todos los seres humanos.

Santiago Arranz en su laberinto
Ángulo de la exposición con obras de Santiago Arranz.

Es entonces cuando constatamos que en ese múltiple estado de ánimo y confusión que supone el crear, el artista no tiene más remedio que ser un solitario, alguien que sabe que debe abstraerse de la multitud y andar solo por esos vericuetos de su imaginación y de sus recuerdos (vitales y formales), para después expandir, gritar, manifestar, proclamar por todos los medios que tenga a su alcance, que el arte es la devolución en positivo de todo eso que asimiló en su soledad y silencio imprescindibles, dejando constancia con ello -y a la par- de su manera de entender el mundo.

Todo esto y muchísimo más puede decirse de SANTIAGO ARRANZ quien para realizar esta obra que ya es monumental por lo extensa e intensa, debió regresar a sus orígenes, instalarse en uno de los pequeños y bellísimos valles del Pirineo oscense, desarrollar esa tabla que le salva de la fugacidad con y por su arte.

Cualquier cosa puede ser imagen del mundo. Pocas como el arte que tiene esa capacidad de reflejar con imágenes el pensamiento mismo de un autor, de una época o de una etapa cronológica porque la vida misma lo es, como lo es también el laberinto desde el momento mismo de nacer.

Santiago Arranz en su laberinto
Continuación de la exposición alrededor “del Laberinto”.

SANTIAGO ARRANZ a lo largo de todo este tiempo que lleva en el arte, ha pasado por muchas etapas, formas, figuras y laberintos tanto si se trata de su faceta pictórica como escultórica, la de autor de libros de artista y escritor, la de restaurador/rehabilitador de edificios modernos o singulares, la de diseñador gráfico y tantas cosas más.

Cada una de ellas es el espejo de las cosas que han ido pasando por el mundo, en el del arte, en el de los otros, y en lo más fundamental: en el suyo propio: el de su encuentro con TRINIDAD RASO, el nacimiento de su hija PAULA y el de su nieta JULIETTA, pues la familia, los amigos, las conexiones con artistas, los círculos donde se ha movido, las influencias mutuas y todo lo que ha podido percibir, gira en torno al arte y antes o después ocuparán como lo han hecho hasta ahora, lugares importantísimos en el proceso y realización de su obra.

La exposición -cuyo trazado magistral además del no menos magistral texto del Catálogo- ha sido diseñada y organizada por PABLO J. RICO, quien ha adaptado las obras de SANTIAGO ARRANZ a esa forma geométrica, doblemente concéntrica por ambas caras de las paredes, que van definiendo la estructura sinuosa de un laberinto que tiene que ver con muchas cosas, pero sobre todo con las obras mismas comenzando por el gran lienzo “Nueva York vegetal”: un plano de la Nueva York de 1929 dedicado a cuando GARCÍA LORCA estuvo allí, como símbolo de una encrucijada de caminos que pueden darse en la ciudad, en la vida misma, en la creación artística en general y en concreto, en la de ambos. Plano y ciudad como una de las manifestaciones más palpables del laberinto y laberinto que como vamos a ver, está cargado de símbolos de toda índole desde la pescadilla que se muerde la cola, el caduceo de MERCURIO a la concha de los caracoles,...

Santiago Arranz en su laberinto
Grandes formatos, óleos, acrílicos y libros de artista de Santiago Arranz.

Resulta curioso comprobar ahora, en qué medida SANTIAGO ARRANZ ha insistido en bastantes de sus obras en esas formas curvas, concéntricas, cóncavo-convexas, abiertas o cerradas, espirales, en todas aquellas que se pueden incluir en fin, entre las simbólicas que representan el ónfalos o el infinito y que pueden ser cuadradas o redondas, rectangulares o poligonales, vegetales o animales, que vienen a ser como el mapa de su camino –también iniciático- desde el punto de vista de la creación.

Serpientes, toros totémicos, flores y ramas, bestiarios, animalarios, líneas superpuestas de muchas maneras, personajes que unen sus cuerpos en una unión tantálica, heraclitiana, “yingyangniana”, y cíclica como las estaciones de la naturaleza, las órbitas del firmamento, el discurrir del tiempo en una infinidad o eternidad sin límites, la circulación de la sangre, los fluidos del cuerpo, los caminos y espejos que multiplican la (a)rrealidad que es el arte y por supuesto que en la no menor invención de la vida.

Arte complejísimo pues este de SANTIAGO ARRANZ, entendido desde esta perspectiva filosófica -ontológica y metafísica- y desde la emblemática, la iconología, los anagramas, jeroglíficos, ... como de tantísimos puntos de vista por donde se quiera analizar.

El laberinto, que está en el origen de civilizaciones antiquísimas como puede ser la hindú y cuya forma ha traspasado fronteras y culturas, significa muchas cosas. En primer lugar la vida, las dificultades, avances, retrocesos, hallazgos, fracasos y éxitos que encontramos en ella.

Santiago Arranz en su laberinto
Pablo J. Rico, Trinidad Raso y Santiago Arranz ante una obra de este.

En segundo lugar del pensamiento lógico, abstracto y espiritual, y por eso mismo también, de la parte trascendente de cada persona, de cada una que como SANTIAGO ARRANZ no quiere que todo acabe aquí, sino que –como se hace con la divinidad y los ídolos sagrados que exige el Arte- lo que se pretende es que no se extinga nuestro paso por la Tierra -la perpetuidad del laberinto en otras palabras- sino que se regenere o reinicie de la misma manera que se hace en ellos. La vida y el arte como el El Eterno Laberinto, El Péndulo Perpetuo, el retorno, la orgía, los jardines que se bifurcan, una Coda continua o un Da capo senza Fine.

El laberinto –y los laberintos- tienen muchas lecturas e interpretaciones entre lo sagrado y lo profano, entre el más Allá y el más Acá de la vida, la muerte y la resurrección de la materia. También en cuanto matemática, geometría, alquimia, kábala, religión, arquitectura, jardinería, escultura, juegos infantiles,...cualquier situación o sustancia que suponga una tensión entre la lógica y las sinrazones que se establecen en ella y de la que el arte es una de las manifestaciones evidentes.

Para esta muestra que sitúa a SANTIAGO ARRANZ en la primera línea del arte internacional, se presentan 142 obras: 33 óleos sobre lienzo, 18 pasteles, 16 pigmentos sobre tabla, 46 dibujos y bocetos sobre papel,7 esculturas, 15 obras de diferentes técnicas y materiales, 4 fotografías hechas por el artista y 3 libros ilustrados y diseñados por él, que son ejemplares únicos y se distribuyen por las salas.

Santiago Arranz en su laberinto
La espectacular y especular obra “Nueva York Vegetal” presidiendo el recinto.

He querido comenzar este artículo con la imagen de SANTIAGO ARRANZ en soledad, reflexionando ante la primera de las obras expuestas que lleva el significativo título por otra parte de “Mi Júpiter”, porque entiendo que es bastante significativa del proceso de creación y su feliz llegada a término, a la vez que manifiesta el ejercicio de introspección que debe hacer el autor ante una obra que ya no es suya y que como muy bien dice en uno de los textos de presentación: ya no es él ni siquiera el que observa a las obras, sino el que es observado por ellas.

Y he querido concluirlo con la obra que en realidad es la primera –la de Nueva York Vegetal- por todo eso de que entre las dos –y las dos mismas- forman parte del laberinto y de la confusión reiterativa que supone ir y volver del comienzo al final y viceversa, y a los mismos sitios intermedios que se establecen a lo largo del oficio de crear y por supuesto que de la vida.

Por todo ello les pediría a los que vayan a verla desde las calores tórridas de Sevilla a las suaves temperaturas de Huesca, o los que lo hagan por vía digital, que se dejen llevar a través de este maravilloso laberinto como en los cuentos de ALICIA en el País de las Maravillas y a Través del Espejo; que se introduzcan en el que tracen cada día; que se pierdan en las profundidades de su pensamiento, trabajo, acaso de sí mismos y disfruten con lo que nos queda del Arte. Por siempre. Todavía.