Sevilla recupera “parte de su alma” con el regreso del Murillo que expolió Soult

El Prado restaura el ‘San Pedro’ rescatado por Focus Abengoa, que volverá en enero tras 200 años del robo

10 sep 2015 / 17:15 h - Actualizado: 10 sep 2015 / 20:10 h.
"Arte","Pintura","Fundación Focus Abengoa","Bartolomé Esteban Murillo"
  • Una reportera gráfica retrata el Murillo ‘de Los Venerables’. / Antonio Morente
    Una reportera gráfica retrata el Murillo ‘de Los Venerables’. / Antonio Morente
  • Primeras visitas al ‘San Pedro penitente de Los Venerables’ en el Museo del Prado. / Efe
    Primeras visitas al ‘San Pedro penitente de Los Venerables’ en el Museo del Prado. / Efe
  • De izquierda a derecha: María Álvarez-Garcillán, restauradora del Museo del Prado, Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, Anabel Morillo, directora de la Fundación Focus Abengoa, Javier Portús, conservador responsable de la colección de Murillo en el Museo del Prado. / Museo del Prado
    De izquierda a derecha: María Álvarez-Garcillán, restauradora del Museo del Prado, Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, Anabel Morillo, directora de la Fundación Focus Abengoa, Javier Portús, conservador responsable de la colección de Murillo en el Museo del Prado. / Museo del Prado
  • ‘San Pedro penitente de Los Venerables’. / Museo del Prado
    ‘San Pedro penitente de Los Venerables’. / Museo del Prado
  • Una visitante del museo contempla el Murillo recién restaurado. / Museo del Prado
    Una visitante del museo contempla el Murillo recién restaurado. / Museo del Prado

Lo dijo Anabel Morillo, directora de la Fundación Focus Abengoa: con el rescate del San Pedro penitente de Bartolomé Esteban Murillo, que regresará a Sevilla para quedarse dos siglos después de ser expoliado por el mariscal Soult, «sentimos que se devuelve parte de su alma e identidad a Sevilla». Con este «orgullo lógico», el Museo del Prado fue el escenario elegido para presentar una obra que se ha restaurado en sus talleres, un proceso que se ha prolongado durante un año y que es el paso previo a la vuelta definitiva del cuadro, el próximo enero, a la ciudad en la que fue pintada para la iglesia de Los Venerables, de donde fue arrancada junto a muchas otras durante la invasión francesa para poner rumbo a París en 1813 y a la que luego se le perdió la pista durante siglo y medio.

Tras no pocas peripecias, el cuadro se expuso por primera vez en público en la exposición sobre Murillo y Justino de Neve que acogió Los Venerables en 2010. Abengoa le siguió la pista (lo tenía un coleccionista iraní en la isla de Man, un curioso enclave que no es parte del Reino Unido pero es una dependencia de la corona británica en el Mar de Irlanda) y lo adquirió el junio del año pasado para donarlo a su fundación. El precio se ha sabido públicamente ahora: seis millones de euros.

El propio director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, celebraba el regreso de esta obra de Murillo a España como «la recuperación de una gran obra del patrimonio nacional». Y es que los expertos de la primera pinacoteca mundial incluyen este cuadro entre lo mejor de la producción del pintor sevillano, parejo en calidad con la famosa Inmaculada (la Inmaculada Soult) del Prado, con la que compartió espacios y desventuras y que regresó a España en 1941 desde un París ocupado por los nazis.

El cuadro fue adquirido en aparente buen estado, aunque a base de restauraciones previas y acumulaciones de barnices había perdido parte de su magia. No presentaba daños, pero le faltaba brillo, color, transparencia. En definitiva: vida. Eso es lo que le ha devuelto la restauradora del Prado María Álvarez-Garcillán, que no obstante le atribuye el mérito a un Murillo «que lo pone facilísimo, él hace casi todo el trabajo gracias a su técnica y a sus recursos». Así que el problema era de «recursos estilísticos», el desafío de revivir un cuadro «muy plano, sin volumen ni profundidad».

En todo este proceso, lo más complicado ha sido «sentarte delante de él y comprenderlo», y eso que no era su primer Murillo, porque ya le sacó los colores a un par de grandes pinturas que se pueden ver en el Prado y que pertenecieron a la sevillana iglesia de Santa María la Blanca. «Hay que conocer a fondo al pintor, qué tiene que decir y cómo»; si se entiende su mensaje, el camino para la recuperación ya es mucho más sencillo.

El San Pedro penitente de Los Venerables, que es como oficialmente se conoce esta obra, podrá verse ahora hasta el 17 de enero en Madrid. A renglón seguido pondrá rumbo al sur y será el momento de «celebrar el histórico y emocionante regreso definitivo de esta obra maestra a Sevilla», en palabras de Anabel Morillo. Volverá además a Los Venerables, para donde fue concebido por encargo del canónigo Justino de Neve, que acabaría donando en 1685 el cuadro a una institución que había fundado él mismo.

La pieza enriquecerá el Centro Velázquez, casi pared con pared con la antigua iglesia del hospital, en la que estaba al menos desde 1703 pese a que Neve donó el cuadro para la enfermería. El viejo templo conserva el marco original, ya que el que ahora luce (una soberbia talla de estilo Primer Imperio también restaurada en el Prado) se le colocó al llegar a París tras abandonar España el ejército napoleónico.

El cuadro tiene el valor añadido de un cierto regusto a leyenda, ya que se le perdió la pista cuando, al morir el mariscal Soult en 1852, se subastó la imponente colección de arte que había reunido con tanto expolio. Lo adquirió una familia británica que no lo sacó de su residencia (nunca se mostró en público), hasta el punto de que en el último catálogo razonado de la obra de Murillo, de 2010, de esta obra sólo se pudo incluir una mala fotografía en blanco y negro. Ahora ha recuperado su esplendor, algo de lo que podremos disfrutar a partir de enero, y ya para siempre.