Shakespeare y la memoria histórica (***)

La Compañía de Teatro Clásico de Sevilla estrena en el Lope de Vega una versión de Romeo y Julieta que alude a la memoria histórica.

05 oct 2019 / 08:54 h - Actualizado: 06 oct 2019 / 14:16 h.
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El éxito de la extrema derecha en Andalucía en las últimas elecciones a muchos de nosotros nos ha llevado a reflexionar sobre la importancia de la memoria histórica. Sobre todo teniendo en cuenta que ha habido una amplia participación de jóvenes entre los votantes de esa facción política. Jóvenes para quienes la guerra, la postguerra y la dictadura franquista son solo acontecimientos que se pierden en el pasado. Con esta nueva versión del clásico de Shakespeare Alfonso Zurro se dirige directamente a ese perfil de público.

Con una estética contemporánea y un lenguaje directo, Zurro intenta zarandear las consciencias de los espectadores situando la historia en nuestro país durante los años 30, justo antes del estallido de la Guerra Civil. Y tal como nos informa el personaje de Fray Lorenzo, la dramaturgia no se centra en el amor y su destino trágico, sino en el odio. De esa manera, lejos de responder a valores denostados como el honor, la castidad, o el valor, esta nueva versión se decanta por resaltar la rebeldía de los personajes ante el odio que, al igual que ocurrió en nuestro país, enfrenta a sus familias por causas políticas.

No obstante la dramaturgia no renuncia a seguir la línea argumental de la obra original. Para ello Zurro recurre a una puesta en escena basada en la dualidad y la contraposición de contrarios. Un gran muro central giratorio delimita con una de sus caras el exterior y con la otra el interior. Se trata, sin duda, de un recurso interesante que dota al espacio escénico de una impronta impactante, pero acota el escenario hasta restarle profundidad, y a medida que transcurre la obra acaba por recrear un ambiente un tanto neutro. De la misma manera, la dramaturgia, tal vez en su empeño de transmitir un mensaje claro a ese público joven desconocedor de la memoria histórica, carga el discurso de consignas y estereotipos que restan complejidad a los personajes y emoción al discurso, aunque no deja de ser un ejercicio trasgresor, teniendo en cuenta que es el amor -un sentimiento que solo podían permitirse los pobres en la época de Shakespeare- el núcleo central de la obra original.

El reparto resulta un tanto irregular. Angel Palacios y Lara Grados colman de frescura su interpretación, aunque no consiguen transmitir el volcán de emociones que define a los protagonistas. Al igual que ellos, José Luis Bustillo, Santi Rivera y Luis Alberto Domínguez se confirman como auténticas promesas del teatro que viene. Manuel Monteagudo asume con versatilidad su doble papel de fraile y narrador; Antonio Campos perfila con soltura una estereotipada imagen del personaje del padre; Amparo Marín derrocha dominio en el personaje de la criada y Rebeca Torres borda con brillantez el personaje de la madre.

Cabe destacar la cuidada producción de Juan Motilla y Noelia Diez. No es nada fácil, en estos tiempos, que una compañía privada pueda subir a escena a nueve intérpretes y además contar con un excelente equipo técnico, compuesto por Curt Allen Wilmer en la escenografía, Carmen y Flores de Giles en el vestuario, Jasio Velasco en la música, Isa Ramírez en la coreografía y Florencio Ortíz en la iluminación.

Obra: Romeo y Julieta

Lugar: Teatro Lope de Vega, 3 de octubre

Autor: William Shakespeare

Versión y dirección: Alfonso Zurro

Música: Jasio Velasco

Intérpretes: Ángel Palacios, Lara Grados, Manuel Monteagudo, Antonio Campos, Rebeca Torres, Amparo Marín, José Luis Bustillo, Santi Rivera y Luis Alberto Domínguez

Calificación: ***