Hace unos días el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto de ley de memoria democrática, un texto de cinco títulos y sesenta y seis artículos. Se trata del documento legal que viene a enmendar los agujeros de la ley 52/2007 de memoria histórica aprobada por el gobierno socialista de José Luís Rodríguez Zapatero.
Ha llegado el momento de hacer la revisión histórica que necesita este país. Hay que desmontar y resituar la etapa de la dictadura de Francisco Franco. Es necesario estudiar en todas las etapas educativas lo que supuso el alzamiento antidemocrático de 1936. También que se conozca la represión, la persecución y las muertes provocadas por el régimen franquista. Proporcionar luz donde siempre hubo ocultamiento y oscuridad. Es obligatorio completar la reparación histórica a las víctimas, a esas miles de personas que aún yacen en las cunetas de nuestras carreteras y a las mujeres que fueron doblemente castigadas por defender la libertad y por ser mujer. Hay que resituar el relato de una vez e ir acabando con esas sombras totalitarias que siguen impregnando a una parte de la sociedad española. Debe ser un derecho y un deber quitar monumentos y los nombres a plazas, avenidas, calles o campos de fútbol de personajes que apoyaron y defendieron al dictador. Los valores democráticos tienen que prevalecer por encima de sentimentalismos y brumas deudoras. Esta futura ley de memoria democrática deber ser ese punto y aparte que necesitábamos para reconocer, reparar, dignificar y hacer justicia a las víctimas. También debe servir como aprendizaje a las generaciones presentes y futuras.
En septiembre de 2019, coincidiendo con la conmemoración del 80º estallido de la Segunda Guerra Mundial, el Parlamento Europeo aprobó la denominada Resolución que condena los crímenes cometidos por los regímenes nazi y comunista a lo largo del siglo XX. Recuerda que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y que fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad. Evoca asimismo los atroces crímenes del Holocausto perpetrado por el régimen nazi y condena los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios como el franquista.
El octogenario Ali Ungar encuentra un libro escrito por un exoficial de las SS que describe sus actividades en Eslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial. Por lo escrito en el libro concluye que sus padres fueron ejecutados por él. Decide vengarse pero cuando llega a su casa se encuentra a su hijo, Georg, un jubilado bont vivant que se ha desentendido del pasado de su padre. Pero la visita de Ali despierta su interés, y los dos hombres emprenden un viaje a través de Eslovaquia en busca de testigos supervivientes de la tragedia.
La película habla del proceso de reconciliación de dos seres heridos por los acontecimientos. Dos víctimas de la barbarie que se van reconociendo en un viaje basado en la búsqueda de la verdad y la recuperación de la memoria. Dos hombres que entre el dolor y la negación del sentimiento de culpa están condenados a empatizar.
Allí, en Eslovaquia, al igual que aquí en España, no se debe olvidar por muy complicado que sea, y a pesar del ruido, las trabas, los voceros mediáticos y los medios de comunicación conservadores. La democracia nos insta a reconocer, reparar, dignificar y hacer justicia.