Más citas como ésta firmábamos los melómanos para disfrutar de oasis tan delicados y agradables como el que ofreció ayer tarde la Sinfónica y la rutilante voz de Lucía Martín-Cartón, que volvió a Sevilla, esta vez para abordar, y bordar, un programa integrado por piezas líricas poco transitadas, salvo excepción de Las bodas de Fígaro, del repertorio más eminentemente clásico. Y como colofón no pudo faltar el homenajeado de este fatídico año, Beethoven, reivindicando una vez más el que tenía que haber sido su año y no el del virus. A la joven soprano vallisoletana hemos podido disfrutarla en Sevilla en tres singulares espectáculos, uno hace tres años junto a Jordi Savall en torno a Murillo en el Maestranza, otro hace dos glosando la figura de Quevedo junto a Tiento Nuovo en el Espacio Turina, y el último unos meses después en el Lope de Vega en una extravagancia de John Axelrod en torno al Amadeus de Peter Shaffer, ya entonces con la Sinfónica en los atriles.
Su recuperación ahora en esta extraña pero muy bienvenida temporada de otoño de la ROSS vino a confirmar sus altas cualidades vocales y extraordinaria versatilidad expresiva, al mismo tiempo que confirmó la capacidad de uno de los concertinos de la orquesta, Paçali Zef Pavaci, para edificar una sinfonía de la complejidad de la Cuarta de Beethoven y llevarla a buen puerto, todo ello dentro de un programa que pareció servir de aperitivo para el primer título lírico de la temporada, el Cosí fan tutte que levantará el telón dentro de unas semanas.
A Lucía-Martín Cartón la experiencia le ha servido para ir puliendo atenta y esforzadamente los escasos inconvenientes que observamos en anteriores comparecencias. Siempre nos pareció que posee un timbre hermosísimo, un gusto exquisito para el fraseo y una holgada proyección, pero cierta dificultad para recorrer los registros más graves de su voz, un inconveniente que ahora, excepto por un par de momentos que no merecen reseñarse, ha corregido sobradamente para presentarse como una interesantísima voz capaz de dar en breve muy gratas sorpresas. Tras una Obertura de La clemencia de Tito que Pavaci dirigió con rigor académico y la orquesta respondió con disciplina, acaso desatendiendo un poco el componente dramático de la pieza y su proverbial tensión, Martín-Cartón atacó el aria de Susanna de Las bodas de Fígaro cuando se presta a completar la farsa sexual urdida para burlar al Conde Almaviva, con tanta gracia y desparpajo como una calidad vocal de las que acaparan nuestra atención sin tregua para abandonarla. Todo un dechado de expresividad y virtud canora que se revalidó en la compleja y muy ornamentada aria de concierto Vorrei spiegarvi, oh Dio!, en realidad un aria de inserción, es decir incluida en una obra menor, Il curioso, de un autor hoy olvidado, Pasquale Anfossi. Estas arias eran aportadas generalmente por las sopranos que querían lucir sus cualidades, y vaya si las lució Martín-Cartón, haciendo acopio de expresividad, controlando proyección y legato a discreción y ofreciendo un exquisito gusto en el fraseo y las continuas modulaciones de su voz, hasta completar una versión antológica de la pieza coronada por el delicadísimo diálogo mantenido con el oboísta José Mª González Monteagudo.
Tras la exposición de la Sinfonía de L’occasiones fa il ladro, una obra teatro musical de Rossini anterior a su prolija producción operística, que la orquesta abordó quizás con menos nervio y autoridad de lo deseable, la joven soprano volvió a encandilarnos con el aria Voi la sposa... Deh non tradirmi, prodigio también de agilidades que salvó con notable alto. Como propina Martín-Cartón volvió a demostrar versatilidad y facilidad expresiva abordando el aria Tornami a vagheggiar de Alcina de Haendel en perfecto estilo y con una tesitura ahora elevada un grado, que inspiró el aplauso incondicional del público.
Pavaci se empleó también a fondo para acompañar con respeto y devoción a la joven soprano, siempre sin abandonar su puesto de concertino, desde donde también se enfrentó a una Sinfonía nº 4 de Beethoven de resortes inevitablemente clásicos, dadas las exigencias de seguridad del escenario, con tan solo treinta y seis músicos sobre el mismo. Fue una muy grata sorpresa comprobar que supo cogerle el sentido a esta sinfonía a menudo incomprendida y no conformarse con una lectura amable y superficial, de forma que recorrió sus pentagramas con una saludable combinación de ligereza y tensión dramática, especialmente reconocible en su segundo movimiento, un adagio del que considero particularmente se ha escrito poco. Si la Heroica se reconoce unánimemente como una sinfonía revolucionaria, no menos me parece el papel de este segundo prodigioso movimiento de la Cuarta, donde un obsesivo ritmo en dos por dos, con acordes puntualmente muy marcados que presagian esos golpes del destino de la Quinta y evidencian a la vez estéticas tan avanzadas que incluso puede reconocerse a un futuro Janacék, se antoja una solución realmente insólita e inexplicable para la época. La ROSS sacó partido a esta particularidad y al resto de una obra polarizada entre la jovialidad y la mirada cínica y malhumorada ante un entorno generalmente hostil, no ciertamente el que inundó un Maestranza que con ocasiones como ésta convertimos en un bálsamo entre tanta mala noticia y estadística nefasta.
ROSS ****
Ciclo de Otoño de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Lucía Martín-Cartón, soprano. Paçalin Zef Pavaci, concertino-director. Programa: Obertura de La clemenza di Tito; “Giunse al fin il momento...Deh vieni non tardar”, de Le nozze di Figaro; “Vorrei spiegarvi, oh Dio!, de Mozart; Sinfonia y “Voi la sposa... Deh non tradirmi” de L’occasione fa il ladro, de Rossini; Sinfonía nº 4 de Beethoven. Teatro de la Maestranza, jueves 8 de octubre de 2020