Territorio Violeta es una empresa de producción y distribución de teatro cuya línea de trabajo se define por su compromiso con la igualdad de géneros, de ahí su nombre. Esta obra, de la autora cordobesa, Pilar G. Almansa cumple plenamente con ese objetivo.
La historia gira en torno a las sesiones de terapia de una psicóloga con preso, un profesor de literatura que ha sido encarcelado por un acto de violación. Aparentemente el sujeto no cumple con el arquetipo que tenemos en mente de un violador. Es un hombre culto que escribe poesía y que adora a su madre, con la que tiene una relación muy cercana. Pero a lo largo de la obra, las sesiones con la psicóloga ahondaran en su infancia, marcada por la ausencia de un padre y una madre un tanto posesiva de quien se da a entender que ejercía la prostitución. Aunque en realidad ese dato no deja de ser una concesión gratuita. Lo que a la autora le interesa destacar es que la violación no es producto de la locura o la marginalidad del violador, sino del machismo de una sociedad que, como la nuestra, no enseña a los niños, futuros hombres, que una mujer tiene derecho a decir que no en cualquier momento de su relación.
Por otra parte, la dramaturgia incluye también una trama secundaria que nos cuenta que la psicóloga fue agredida por un preso en otra cárcel, lo que le valió la ruptura de su matrimonio. Se trata de un interesante recurso que rompe con la linealidad de la trama principal, ya que introduce en escena también al marido y al abogado, quien defenderá a su agresor con un argumento que incide en la mentalidad machista que impregna nuestra cultura.
Por tanto, se trata de una obra tan comprometida como necesaria, sobre todo entre un público juvenil que, por desgracia, según reflejan los últimos estudios consumen pornografía desde edades muy tempranas y tienen una formación sexual bastante precaria. En ese sentido cabe destacar que el texto mantiene en todo momento la tensión dramática sin necesidad de recurrir a la violencia. Tanto en las charlas de la psicóloga como las escenas que ahondan en su conflicto interior, aun estando cargadas de dramatismo, priman el argumento y la razón. Más allá de denunciar, de lo que se trata es de concienciar haciendo que el violador reconozca su violación. Y curiosamente, aunque el final no sorprende, de alguna manera nos sobrecoge.
La puesta en escena se centra fundamentalmente en el texto y su interpretación, aunque recrea un curioso ambiente que no es ni realista ni conceptual, sino todo lo contrario. El ritmo no es muy fluido pero es regular y tanto Josu Eguskiza como Rosa Merás se ciñen a la contención que les impone la dramaturgia con maestría y dominio.
La ficha
Obra: El buen hijo
Lugar: Teatro La Fundición 27 de octubre
Coproducción: Territorio Violeta y Clásicos Contemporáneos
Dramaturgia: Pilar G. Almansa
Dirección: Celia Geijo
Intérpretes: Rosa Merás y Josu Egusquiza
Calificación: 3 estrellas