«Todavía hay quien oye la palabra ‘flamenco’ y se cierra»

La cantaora onubense desembarca en la Bienal por todo lo alto. Esta noche (21.30 horas) presentará en el Real Alcázar su nuevo espectáculo, ‘Hábitat’, palabra que le sirve como metáfora para designar el lugar donde se siente ella misma: el escenario

09 sep 2018 / 21:21 h - Actualizado: 10 sep 2018 / 14:51 h.
"Bienal de Flamenco","Bienal de flamenco 2018"
  • La cantaora onubense Argentina, en una imagen de archivo. / Efe
    La cantaora onubense Argentina, en una imagen de archivo. / Efe

«Dormir mucho, calentar la voz y dejarme llevar por lo que siento». Es la receta que Argentina (Huelva, 1984) se ha estado aplicando estos días para preparar su llegada a la Bienal. El gran día ha llegado, y el Real Alcázar acogerá esta noche el estreno de Hábitat.

—¿Por qué Hábitat?

—Es una palabra que siempre he tenido en mi boca, porque suelo decir que el escenario es mi hábitat natural. Lo pensé un poco y me dije, ¿por qué no?

—Sevilla ha terminado siendo su ciudad de adopción. ¿Cuánto estará presente en el espectáculo?

—En Sevilla me he formado, aquí he aprendido a valorar el flamenco. La experiencia de vivir aquí ha sido mágica, y además me instalé en Triana, así que imagínate...

—¿Y las raíces onubenses, cuánto pesan en su repertorio?

—Siempre he tenido claro que estoy donde estoy gracias al fandango. le debo todo. Empecé a cantar a los 11 años, y estuve los nueve siguientes dedicada al aprendizaje de todos los estilos, los de la provincia, de Alosno y los personales. Yo creo que el fandango lo tengo ya tan interiorizado que me sale por los poros. Recuerdo una anécdota con Paco Taranto, que fue profesor mío: la primera vez que nos encontramos, estaba haciendo una especie de prueba para escuchar a los alumnos y ver cómo sonaban. Le dije que me llamaba Argentina y que iba a cantar por fandangos de Huelva. Entonces Paco saltó: «¡Pero tú parece que eres de Huelva! ¿No me has dicho que eres argentina?». Cuando abro la boca se me nota de dónde vengo, como el pescado sabe a mar.

—Su tierra vive, además, un nuevo auge cantaor. ¿A qué cree que se debe?

—Es verdad que Huelva ha estado un tiempo muy parada, hasta que salió Arcángel, y después hemos salido varios con muchas ganas de vivir de esto, como Rocío Márquez, Jesús Corbacho, muchos jóvenes... Están dando que hablar y seguirán haciéndolo, seguro.

—¿Cuánto cambia la inspiración al pasar del estudio de grabación al directo?

—El otro día hablaba con alguien sobre el teatro y el cine, y recordamos que los actores suelen decir que prefieren el contacto con el público. A nosotros nos pasa igual, preparar un espectáculo, soportar toda esa presión, y que al final te lo agradezcan aplaudiéndote en pie... Es algo muy grato. Prefiero mil veces el directo, aunque los discos son necesarios y forman parte de nuestro trabajo.

—La Bienal asusta a muchos. ¿A usted no?

—Es una responsabilidad grande, y Sevilla desde luego impone. Eso lo llevamos siempre a la espalda. Pero una vez me subo al escenario, me relajo. Los nervios solo son el deseo de que todo salga perfecto, el miedo a cometer algún fallo.

—¿Y a la crítica, le teme?

—Si es para construir y mejorar cosas, aunque me duela, la recibo bien. Me las tomo como un consejo, aunque al principio, cuando estás harta de luchar por algo, llegas por fin a Sevilla, crees que te ha salido bien y luego lees una crítica negativa... No es fácil, claro.

—¿Podríamos los medios hacer más por el flamenco?

—Siempre se puede hacer más, no podemos parar hasta que todo el mundo tenga la conciencia de que se trata de nuestro género. Todavía hay quien oye la palabra flamenco y se cierra, se niega a escuchar. Mi suerte es que a casi todos mis conciertos viene alguien para quien es su primera vez, y les digo: no me escuches solo a mí, hay mucho más.

—¿Un concurso de esos tan exitosos ayudaría?

—Si te digo la verdad, no sé si sería bueno. Un fenómeno televisivo puede llegar a ser negativo. Sí en cambio empezar desde la escuela. Tengo muchísimos amigos que lo han vivido de pequeños, como algo natural, y ahora son buenos aficionados.

—¿Fue su caso?

—A mi familia siempre le ha gustado, pero he sido yo la que más lo ha buscado. Sí es verdad que mi madre, cuando empecé, me grababa todos los programas de Manuel Curao.

—¿En qué espejos se ha mirado siempre?

—Cuando empecé, aprendí de muchos. Debo confesar que empecé con Marisol [risas], que entre otras cosas cantaba los tangos del Piyayo, guajiras, y ya luego fandangos, alegrías, bulerías... Escuchaba a todos, pero no los tenía fácilmente identificados. Me grababan cintas con un montón de artistas, pero no tenía a nadie favorito. Ahora hay mucha más información.

—¿Demasiada?

—Pienso que es positivo. Haber nacido en una época es una suerte. Tener los datos a mano hace que se acaben las porfías. Es increíble lo que se ha avanzado, estoy en el camerino calentando la voz y se me olvida una letra de La Perla de Cádiz, me meto en Youtube y ya está. Y para mí descubrir una letra que no conocía es como descubrir América.

—Ahora que lo pienso, hábitat no es una palabra que salga en muchas letras...

—No hay ninguna, es verdad [risas]. Se lo explicaba a los músicos y les sonaba raro, pero al rato acababan convencidos.

—Está usted ensanchando el vocabulario flamenco.

—Así es [risas].