Una placentera tarde con Ruibérriz y el Cuarteto Goya

El flautista sevillano y el joven cuarteto madrileño culminan por fin el sueño de publicar y presentar su valiosa integral de los quintetos para flauta de Boccherini

Una placentera tarde con Ruibérriz y el Cuarteto Goya

Una placentera tarde con Ruibérriz y el Cuarteto Goya / Juan José Roldán

Juan José Roldán

Planteando ciclos como este, dedicado a la presentación de registros editados por artistas sevillanos, en el que hemos podido disfrutar de citas como la del clavecinista Alejandro Casal interpretando música de Krieger el pasado otoño o la excelente pianista Patricia Arauzo recreando a Szymanowski hace escasamente una semana, es como un espacio público como el Turina cumple plenamente su cometido, poniendo sus recursos al servicio del talento local, promocionándolo y ofreciéndole esa oportunidad de sintonizar con el público que es al fin y al cabo el objetivo primordial de cualquier disciplina artística. El triple CD del sevillano Rafael Ruibérriz y el cuarteto Francisco de Goya, que recoge todos los quintetos con flauta del luquense afincado en España Luigi Boccherini, vio la luz hace ya algunos meses, y esperaba su presentación el pasado febrero. Las vicisitudes de la pandemia impidieron entonces que los y las integrantes del cuarteto madrileño pudieran desplazarse hasta nuestra capital, por lo que hubo de aplazarse al pasado sábado, en el que ya con todas las garantías y un aforo permitido prácticamente al completo, por fin pudieron culminar un proceso que les ha ocupado varios años, desde que en 2018 fueran desgranando cada uno de los tres libros que componen esta integral, primero en Cádiz, después en la Iglesia de la Caridad en Sevilla y finalmente en las Noches en los Jardines del Alcázar, completándose la grabación en San Pedro de Alcántara entre noviembre de 2017 y agosto de 2018, y editándose el álbum a principios de este año por el icónico sello holandés Brilliant Classics.

La de ayer tarde no fue una ocasión para el descubrimiento, conocíamos de sobra la autoridad y el buen hacer que respecto a esta repertorio habían alcanzado los intérpretes, corroborado en aquel concierto de hace tres veranos en el Alcázar y en el magnífico trabajo desplegado en el triple disco. Como ocurre cada vez que acudimos a un concierto en vivo basado en un trabajo discográfico previo, sea de música clásica, rock, pop o cualquier otro género, tratamos de identificar las diferencias con lo que nos ha llegado desde el estudio de grabación, y cuanto más fiel es el resultado más satisfechos y satisfechas nos quedamos. En el caso de la clásica es evidente que no caben alteraciones de la partitura, pero sí de la habilidad y el estilo interpretativos, y en este caso debemos aplaudir el alto nivel observado de nuevo en estos competentes músicos, capaces de con un tercio de lo planteado en el registro discográfico, dar una idea perfecta y equilibrada de su contenido. De este modo los cinco intérpretes lograron ofrecer un sonido terso y aterciopelado a pesar del uso de instrumentos históricos, otra de las particularidades de este disco, sin las asperezas habituales y manteniendo una estética homogénea durante toda la representación.

Fue la agilidad en el fraseo y la flexibilidad en las articulaciones lo que mejor definió al conjunto desde el amable allegro assai del quinteto op. 17 nº 1 hasta el minueto con espíritu de fandango del op. 55 nº 6, al más puro estilo del autor de La música nocturna de las calles de Madrid, que abrieron y cerraron respectivamente el concierto de la misma manera que lo hacen el triple álbum. Ruibérriz volvió a encandilarnos con este estilo amable y dulce que caracteriza su flauta, coordinándose a la perfección con un conjunto sólido en el que hubo lugar también para el lucimiento de cada integrante, como las filigranas al violín de Gutiérrez y Benito, el poderoso enfoque de Mayoral a la viola y el virtuosismo de Marías al violonchelo, patente en el adagio del quinteto op. 19 nº 4, un prodigio de reflexión y sentimiento que los intérpretes elevaron a la máxima expresión. Especialmente conseguido estuvo el op. 19 nº 6, uno de los dos únicos que tienen tres movimientos en lugar de dos, y que bajo el título Las parejas ilustra con boato y alegre pomposidad un juego ecuestre al que era muy aficionado el infante Luis Antonio de Borbón, bajo cuya protección Boccherini compuso los dos primeros cuadernos de esta antología. El resultado global, destacando toda la inventiva y el poderoso melodismo del autor, hizo justicia al contenido del trabajo promocionado, ilustrado con las explicaciones de Ruibérriz, autor también del libreto del disco, del que ya nos hicimos eco en el artículo publicado en estas páginas el pasado mes de febrero, y con la sorpresa final de disfrutar en el escenario de su elegante mascota weimaraner Telma, protagonista también de la portada del disco, que hizo alarde en las propinas de buena educación y saber estar.

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