El Mes de Danza cumple este año su primer cuarto de siglo y para celebrarlo ha optado por comenzar su programación de sala con esta propuesta de Satoshi Kudo y Lucía Vázquez, una bailarina sevillana a la que este festival ha visto nacer y crecer como intérprete y coreógrafa.
Como la mayoría de los profesionales de la danza de nuestro país, Lucía se vio obligada a salir de nuestro país para evolucionar en su carrera. Y tras varios años de formación en diferentes ciudades puntales de la danza contemporánea, como Nueva York, La Habana, Viena, Bruselas o Berlín, la joven figura de la danza llegó a Tokio, donde ha residido durante siete años. Fruto de todo ello es esta nueva propuesta -que se estrena en nuestro país en el marco del Mes de Danza- una suerte de investigación dancística que se plantea el reto de centrarse en la parte líquida de nuestros cuerpos partiendo de concepto que se expresa el título, “Mazari”, un término japonés que se refiere al proceso de mezclar.
En ese sentido llama la atención que ni la mezcla ni la referencia a la cultura japonesa sean lo más significativo de la obra. No en vano Satoshi Kudolleva más de veinte años viviendo en Suecia, donde ha trabajado con figuras como Ohad Naharin Sidi Larbi Cherkaoui, y Mats Ek, Johan Inger o Sharon Eyal. Siguiendo su estela, Kudo ha creado toda una teoría del movimiento, el “Motion Qualia”, que se dirige a la desconexión consciente del equilibrio de manera que sea el movimiento corporal el que contenga al cuerpo. Se trata, sin duda, de un curioso reto a las leyes de la gravedad, pero al menos en esta pieza es Lucía quien sostiene el cuerpo del bailarín para detener su caída en un pase a dos que sitúa a los reflejos en primer plano.
Antes de eso ambos intérpretes nos ofrecen varios solos que se funden con la sugerente atmósfera del espacio escénico de Federico Cazzaniga, quien no precisa más que tres paneles blancos para recrear la inquietud del vacío y los límites de la presencia. Todo ello, junto al ambiente de penumbra que perfila Carmen Mori con su iluminación, subraya la danza de Lucía Vázquez, que juega a la introspección desde la expansión que expresan las vueltas y los quiebros por el suelo, describiendo toda una gama de figuras angulosas que poseen un alto grado de evocación, aunque comportan un discurso un tanto frio y reiterativo. Por fortuna, en la escena final Lucía Vázquez y Satoshi Kudo nos brindan un pase a dos repleto de ternura, calidez y armonía.
Obra: Mazari
Lugar: Teatro Central, 31 de octubre
Coreografía e interpretación: Lucía Vázquez y Satoshi Kudo
Imagen: Julia Llerena
Diseño espacio escénico: Federico Cazzaniga
Diseño y realización de vestuario: Motoreta
Calificación: Tres estrellas