Un chico entra por el patio de butacas hablando por teléfono, está contándole a un amigo que ha decidido ir al teatro porque siente un poco de ansiedad. Sin darse cuenta sube al escenario. Allí le espera un micrófono. Es el comienzo de este monólogo de Santi Rivera, que gira en torno a los trastornos mentales que sufren muchos jóvenes en nuestra sociedad, a causa de su diversidad sexual.
En psiquiatría los trastornos tímicos designan las perturbaciones del humor que pueden llegar a determinar la manía y la depresión. La neurosis, por su parte, engloba a un grupo de enfermedades que cursan con trastornos nerviosos y alteraciones emocionales. Santi Rivera ha unido ambas enfermedades para llevar a cabo una suerte de reflexión sobre la salud mental y los problemas de identidad de los jóvenes que, como él, han tenido que adaptarse a un mundo donde prima el patriarcado y la heterosexualidad.
Lo más interesante es que Santi reconoce haber crecido con mucho amor por parte de sus padres, quienes nunca le pidieron que se adaptara porque nunca lo vieron como alguien diferente. Sin embargo él no ha dejado de sentir que tenía que hacer un esfuerzo de adaptación. Y es que, por mucho que tu infancia haya sido feliz y te sientas uno más dentro de tu hogar, lo cierto es que fuera la diferencia es palpable.
De esta manera, el texto suscita una idea sumamente interesante, esto es, que los padres de hijos cuya orientación sexual difiere de la heterosexual, aunque deban quererlos sin hacer distinciones sí que, de alguna manera, deberían prepararlos para que puedan adaptarse a una sociedad que, como la nuestra, por desgracia todavía sigue castigando la diversidad sexual.
La dramaturgia se dirime como una suerte de soliloquio con el que el personaje principal conversa con otro Santi que se aloja en su interior, un Santi que le incita a vencer su timidez y hacer uso del micrófono para dar luz a sus emociones y frustraciones. De esta manera la dramaturgia, por un lado, sitúa en primer plano la salud mental, y por otro lleva a cabo un curioso juego de fusión de realidad y ficción, hasta determinar una suerte de sesión de psicoanálisis teatral, o más bien una acto ficticio de confesión religiosa. No en vano el personaje nos pide que le absolvamos de sus aparentes pecados, aquellos que ha cometido en aras de la adaptación y le han llevado a rechazarse a sí mismo, de ahí su alteración mental.
Aunque no cuenta nada nuevo, todavía habrá quien se sorprenda, y desde luego el relato, a pesar de su carga ficticia, destila verdad y autenticidad. Pero deja en el aire la enfermedad mental de la que parte y abusa de la reiteración haciendo que, en algunos momentos, el discurso se torne cansino. No obstante la obra se salva gracias a que la puesta en escena consigue, con tan solo unos cuantos elementos de atrezo y una acertada cobertura audiovisual, perfilar los conflictos internos del personaje. Y gracias, sobre todo, a que Santi Rivera, haciendo los honores a su recién Premio Lorca como mejor intérprete masculino, nos brinda una soberbia interpretación, alcanzando cotas muy emotivas en algunas escenas.
Obra: Neurotímico
Lugar: FOC/Teatro Viento Sur
Texto: Antonio Nieto Aguilar y Santi Rivera (con la colaboración de Enmanuel García, Paqui Duque y Victoria Lascuer).
Dirección, dramaturgia e interpretación: Santi Rivera.
Asistente de dirección: Luis Alberto Domínguez.
Diseño Gráfico: Julián Canelo.
Producción Audiovisual: La Mercería Producciones.
Espacio Sonoro: Proyecto Solitas
Técnico de luces y sonido: Ricardo Benffato.
Calificación: ***