La Gazapera

Una voz de seda sevillana

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
06 dic 2019 / 10:29 h - Actualizado: 06 dic 2019 / 10:31 h.
"La Gazapera"
  • Una voz de seda sevillana

Pocas cosas se han hecho para conmemorar el cincuentenario de la muerte de Bernardo el de los Lobitos, uno de los mejores cantaores de Sevilla. Aunque nació en Alcalá de Guadaíra, es un cantaor de clara escuela sevillana, porque dejó pronto el pueblo para vivir en la capital andaluza. Poco había de Alcalá en su cante, aunque él llevó siempre a gala ser de la tierra de Juraco, un cantaor que rivalizó con Silverio en la Sevilla del siglo XIX. Cuando alguien me pregunta qué es cantar bien, siempre le digo que lo escuche, porque pocos cantaores, de antes y de ahora, lo han hecho como Bernardo, con una voz de seda sevillana.

José Álvarez Pérez, que así es como se llamaba, vino al mundo en una conocida familia alcalareña, los Curraga, dedicada a la panadería, el 6 de enero de 1887. Alcalá era entonces un pueblo donde el buen flamenco era algo cotidiano, con familias de tanta raíz cantaora como la de El Gordo y La Paula, padres de Joaquín el de la Paula y, por tanto, abuelos de Juan Talega y Manolito el de María. Tomás el Nitri ya había muerto, diez años antes, pero frecuentó mucho este pueblo, al igual que María la Andonda y su compañero El Fillo hijo. Pero en realidad, como hemos dicho, Bernardo se hizo cantaor en Sevilla, donde se afincó su familia, que aparece empadronada por la zona de la Macarena y San Julián, barrios de muchos cantaores, entre ellos El Colorao, El Carbonero, Antonio el Sevillano o Pepe Pinto. Por tanto, la infancia de nuestro protagonista de hoy transcurrió en un ambiente de artistas, con Chacón y Manuel Torres ya en Sevilla, así como Fosforito el viejo, El Portugués, Pepe el de la Matrona, Manuel Centeno y Manuel Escacena, entre otros muchos.

Bernardo fue un niño prodigio, con una voz que, según contaban en Alcalá, llegaba al cielo, lo que le llevó muy pronto a debutar en El Novedades, que estuvo en la Campana. Le decían entonces, a principios del siglo XX, el Niño de Alcalá. Hasta que se hizo muy popular cantando unas bulerías, Anoche soñaba yo, que los lobitos me comían, cante popularizado por la macarena Teresita España. Dedicado ya al cante como profesional de éxito, el alcalareño fue de los que emigraron a Madrid debido a la crisis de los cafés y el cante en Sevilla, siguiendo a Chacón, Fernando el Herrero, Pepe el de la Matrona, El Macareno y otros. Allí se lo disputaban cafés como el de La Marina y La Magdalena, y cuando entraron también en crisis los cafés madrileños, como ocurrió en toda Andalucía, comenzó a trabajar mucho en las fiestas privadas y en locales como Fornos, Villa Rosa y Los Gabrieles. Allí lo conoció Juan Valderrama, quien me aseguró que escucharlo en una reunión era un placer, por su preciosa voz y esa delicadeza con la que bordaba las malagueñas, las marianas o los fandangos.

Se hizo famoso también por cómo cuidaba las letras que cantaba, sin duda influenciado por una de sus referencias, Chacón, quien jamás grabó una letra de mal gusto. Bernardo tampoco, de ahí que su obra grabada tenga hoy tanta importancia para los aficionados al cante de buen gusto y haya sido una referencia para artistas del cante como, por citar solo a uno, Enrique Morente, quien lo trató bastante y bebió de él todo lo que pudo y más, como pueden comprobar en los primeros discos del maestro de Granada.

Bernardo acabó sus días en Madrid, donde era un cantaor venerado. Fue mucho más querido en la capital de España que en su propia tierra, que en Alcalá de Guadaíra, donde toda la gloria se la llevaron Joaquín el de la Paula y sus sobrinos. Murió el 30 de noviembre de 1969, cuatro días después que la Niña de los Peines. Como le había tocado la lotería, empleó el dinero en un panteón en el Cementerio de la Almudena de Madrid, donde hoy reposan sus restos, los de su mujer y su hija.

Un cantaor como la copa de un pino, largo y sabio, delicado y con una de las voces más bonitas de todos los tiempos.