«Con 6 años tuve un entrenador que era bético y me decía que de mayor jugaría aquí»

ENTREVISTA. Zou Feddal repasa su extensa y complicada carrera antes de visitar al Espanyol, uno de sus exequipos. «Muchos técnicos me decían que tenía sangre de horchata. Calderé me decía que era un pechofrío. Y también estuve un año y medio sin un euro», recuerda. También habla de la propuesta de Setién, del fútbol inglés, de Puyol y del Ramadán

27 oct 2017 / 07:00 h - Actualizado: 28 oct 2017 / 18:32 h.
"Real Betis","Feddal"
  • Zou Feddal posa semiescondido tras un balón después de un entrenamiento / Manuel Gómez
    Zou Feddal posa semiescondido tras un balón después de un entrenamiento / Manuel Gómez

—¿Satisfecho con la marcha de la temporada?

—Satisfecho nunca puedes estar, satisfecho es ganar todo, pero el equipo está haciendo un buen trabajo y va mejorando.

—¿Qué conclusiones sacaron del 4-4 y el 3-6?

—Está claro que pensamos más en atacar que en defender. Cuando no tuvimos el balón, no supimos apretar ni recuperar la posición. Son cosas que tenemos que mejorar, pero somos un equipo bastante nuevo que está en un camino muy bueno. Estamos interpretando muy bien las ideas del míster.

—¿La propuesta de Setién es un suplicio para un defensa?

—A ver... Es todo lo contrario. Los defensas estamos acostumbrados a defender. Si se nos ofrece jugar también, nos divertimos un poco más. Jugar desde atrás implica mucha concentración, estar muy metido y no distraerte nunca. Defenderte con el balón es mucho mejor, te ahorras muchos esfuerzos, disfrutas más, eres más vistoso.

—La primera vez que oyó eso de ir hacia delante cuando se pierde la pelota, ¿qué se le pasó por la cabeza?

—Yo tengo otras ideas archivadas en mi mente. En Italia se juega muy replegado y vine a España y jugué en el Levante, que peleaba por no descender. En el Alavés, la idea era esa pero al final se nos dio bien el año. Siempre he estado en equipos que han jugado encerrados, aunque Pellegrino nos exigía apretar arriba; no era todo el partido estar metidos atrás. Para mí no es una cosa nueva, es fútbol y tienes que poner en práctica lo que te pide el entrenador. Si apretamos arriba, estaremos mucho más cerca del objetivo, que es meter gol. Si te metes atrás y recuperas, estás muy lejos. Yo lo estoy interpretando de la mejor manera y el míster me está ayudando mucho para que todo vaya más natural y rápido.

—¿Se siente aludido cuando el técnico habla de jugadores a los que les cuesta más entender su propuesta?

—No, porque todo lo que el míster tiene que decir nos lo dice a la cara. Si piensa decirme algo, me agarra y yo me lo tomo con ganas de mejorar y aprender. Me queda mucho para tocar el techo. No creo que el míster lance una indirecta, en público no querrá nombrar a nadie pero cada jugador sabe lo que tiene que mejorar. Somos un equipo muy ofensivo y tenemos que mejorar la concentración cuando perdemos el balón. Es lo que nos está costando un poco más.

—¿Van a seguir dando este espectáculo hasta el final o se irán moderando?

—A cualquier aficionado del Betis le va a dar un infarto algún día (ríe). Para el aficionado neutral es un espectáculo, pero para los jugadores no es ningún espectáculo. A mí no me gusta un partido de ida y vuelta, se vuelve muy alocado, llegas a destiempo y te vuelves loco.

—La pareja más habitual atrás está siendo Feddal-Mandi. En general, ¿cómo se llevan Argelia y Marruecos?

—Los argelinos y los marroquíes nos llevamos bastante bien, pero los Gobiernos no (ríe). Con Mandi me llevo muy bien, es un buen chico y muy buen profesional. Como Jordi, que es un buen tío.

—¿Un Marruecos-Argelia es como un Betis-Sevilla del Magreb?

—Es una locura, no puede imaginarse, es increíble. Sí, es como un Betis-Sevilla, pero son dos países, no una ciudad. Argelia y Marruecos siempre han sido competencia en el Magreb.

—Por cierto, ¿ha hecho ya las paces con su seleccionador?

—Me duele no poder estar defendiendo a mi país. Mucha gente pensará que soy un oportunista ahora que está cerca el Mundial. Al contrario. No están clasificados, tienen que sumar un punto en Costa de Marfil, que es muy difícil. Lo que he hecho creo que es positivo para mí y mi país. Quiero aportar mi granito de arena y el país está por encima de los problemas que pueda tener con el entrenador.

—¿Su sintonía con Durmisi es por ser musulmán?

—Él es muy gracioso (ríe). Me llevo bien con él desde el primer día. Como rezamos cinco veces al día, rezamos juntos cuando estamos concentrados, y también tiene muchos amigos en Marruecos. Con Tosca también me llevo muy bien. Tenemos un vestuario muy bueno y eso es muy importante, que seamos como hermanos.

—¿El Ramadán y el fútbol son compatibles?

—Este año me tocó en vacaciones y perdí cinco o seis kilos. A nadie le gusta pasar hambre, pero me siento bien cumpliendo con mis cosas. Es religión y también es tradición. En Europa es más difícil, estás en ayunas y ves a alguien bebiendo agua... Yo me despierto siempre al mediodía cuando es festivo, así el día se me hace más corto.

—¿Y en mitad de la Liga?

—Nunca me ha pillado, pero sí hice los Juegos de Londres en pleno Ramadán. Entrenábamos por las tardes, a dos horas para el final del ayuno. El día que jugamos contra España rompimos el ayuno porque el partido era a las 3 de la tarde y hacía mucho calor, y así no puedes competir. Este año jugamos contra Camerún, clasificación para la Copa de África, a las 2 con 38 grados, y no lo hicimos. Es que no puedes. El Ramadán no es compatible con el fútbol profesional. Muchas veces, cuando me he visto superado, he tenido que comer. La religión no te dice que te mueras, te dice que te esfuerces en estar en ayunas para ver la paciencia que tienes. Si no puedes y te afecta a la salud, tienes que comer.

—Se da por hecho que no ha probado algunos productos muy de aquí, claro.

—Jamás, ni se me ha pasado por la cabeza. Con todos los respetos, cuando veo jamón me da un poco de asco. En mi casa me lo han inculcado. Con eso no se juega.

—Empezó la temporada y falló en ese gol en Barcelona...

—Si la hubiera tirado a la banda, no habría pasado nada, pero por querer jugarla pasan esas cosas. Yo miro para delante siempre. Cometeré muchos errores en mi carrera, no puedes ser siempre de 10 o de 8. Lo que cuenta es levantarte.

—¿Hasta dónde puede llegar el Betis?

—El objetivo es hacerlo bien cada fin de semana, partido a partido. Y si no puedes ganar, viene bien no perder. Es sumar. Si te marcas un objetivo y luego no lo cumples, te quedas corto y no sabes qué decir. Mejor no marcarte un objetivo a largo plazo. Esta plantilla está capacitada para hacer cosas muy buenas, hay un nivel técnico bastante bueno y podemos aspirar a cosas buenas, pero no nos podemos poner una meta.

—A la gente la tienen convencida. Se vio con el 3-6...

—El empujón que nos dio la afición hasta el final fue impresionante. También digo que si el Valencia tiene esa efectividad, va a ganar la Liga. No sé cómo explicarlo, yo me giraba y la encontraba dentro. Fue increíble.

—Si juega ante el Espanyol, ¿será especial?

—No me siento un exjugador de la primera plantilla del Espanyol para nada. No llegué a debutar en Primera, fui citado pero no di el paso.

—Lo pasó mal allí.

—Sí, bastante mal. Tuve una lesión y fue un poco difícil, pero es pasado. Pochettino confiaba mucho en mí, pero no se pudo dar el salto y tuve que ir a buscarme la vida por otros lados.

—Como catalán adoptivo que es, ¿qué opinión le merece todo lo que está pasando?

—España es España, es un país y hay que respetarlo. España habrá hecho muchas guerras para conquistar este Estado y que los catalanes quieran su propio territorio y la independencia no es fácil. Entiendo que haya muchas protestas por ambos lados, pero no puedo opinar mucho. No es que no me quiera mojar. El que me ha dado la oportunidad es el Estado español, pero he estado viviendo en la comunidad catalana. Hablamos de la misma cosa: España y Cataluña son lo mismo. Hay separatistas y en eso sí que no estoy de acuerdo. España es una nación y debe estar unida.

—¿Se imagina una Liga sin el Barcelona o el Espanyol?

—Tampoco se entendería una Liga catalana del Barça contra el Vic, el Lleida o el Figueres.

—El Peralada (jugó de chico allí) vestía de verde y blanco y el Betis ya se interesó por usted en 2011...

—La verdad es que estaba un poco destinado a venir aquí (ríe). A los seis años me metí en un club de barrio, la Penya Blanc i Blava, una peña del Espanyol, y el entrenador que tenía, que en paz descanse, era andaluz de origen y bético. Y siempre me decía ‘tú tienes que jugar en el Betis’. Cabalga lo llamábamos. A veces me encuentro con su hijo, que es sordomudo, y me dice con gestos que me ve por la tele; me hace mucha gracia. También pude venir al filial del Betis y no vine. Esta vez tuve la oportunidad, hablé con el Alavés y les dije que me vendieran, que quería venir como fuese. Me llevaba muy bien con Sergio Fernández, que estuvo aquí con Garrido, fue muy comprensivo y me dijo que lo iba a llevar adelante. Me dijo que era un club con grandeza y un paso adelante.

—Un entrenador dijo de usted, con cariño, que era «más delgado que un espagueti» y que sufriría en Tercera.

—Muchos decían cosas así, que tenía sangre de horchata, que no era agresivo... Muchos se tendrán que tragar sus palabras porque no apostaban por mí. Me lo decían a los 16-17 años, incluso a los 19, con [Ramón] Calderé [su entrenador en el Teruel], que decía que era un pechofrío, que no metía la pierna. Que siga hablando... Al que trabaja, al que tiene constancia, al que da el callo y sabe sufrir le llega la oportunidad. Yo la he aprovechado.

—¿Tan mal le fue en Teruel?

—No estuve mucho tiempo, seis meses. No aprendí nada y lo pasé muy, muy, muy mal. Mi peor etapa. Incluso empecé a odiar el fútbol. Me trataron muy mal.

—¿Cómo se recuperó de eso?

—Queriendo demostrar lo que soy. Los que te hacen ver que no tienes capacidad o cualidades para triunfar o que es imposible son los que te dan más fuerza para demostrar que puedes. Ellos son los que más me han motivado para llegar. Yo quería jugar al fútbol desde pequeño, era mi sueño y por eso he dado tantas vueltas hasta llegar aquí, con pico y pala por todos lados. He estado en clubes que no me han pagado, estuve un año y medio sin un euro, no me daban nada, en Italia y en Segunda B, en el Terrassa. No es fácil. Jugué en el juvenil del Mataró y vivía en Figueras, son 120 kilómetros y bajaba en tren todos los días. Pero si uno quiere lo que quiere, lo tiene que pasar mal. Si fuera fácil, todo el mundo lo haría.

—En aquella época también iba en bicicleta de Figueras a Vilajuïga...

—Eran 18 kilómetros e iba en bici, sí. Todos éramos pobres ahí, alguno tenía coche pero no cabíamos todos. Si llamaba a las ocho de la mañana, tenía sitio, pero si era a las doce, el coche ya estaba lleno. A mí me gustaba. No lo hacía por obligación. Prefería eso a quedarme en casa jugando a la Play o estar en el bar con los amigos.

—Cuando uno pasa de eso a vivir bien del fútbol, ¿es difícil no volverse tonto? Sin ánimo de ofender, por supuesto.

—Yo sé que es difícil para mucha gente porque el que no ha tenido se vuelve loco cuando tiene, pero yo tengo una familia que me controla y me mantiene los pies en el suelo. No me compré un coche hasta que tuve el dinero para comprarlo. Lo primero que he hecho ha sido cuidar a mi familia, a mis padres. Y después, intentar disfrutar de mi vida.

—Probó en el Charlton. ¿Le atrae el fútbol inglés?

—Me gusta mucho: la mentalidad, la disciplina, todo. Inglaterra es un buen sitio para jugar al fútbol, pero aquí estoy muy bien, quiero dejar mi huella y, por qué no, estar aquí muchos años.

—¿Su ídolo aún es Puyol?

—Es un referente en todos los sentidos. Un gran jugador, un gran profesional, un tío que sabe lo que hace y que transmitía muchas cosas en el campo, futbolísticas y como persona. Es el mejor.

—Usted también trata de transmitir algunos valores cada vez que habla en público, ¿no?

—Es porque a nosotros nos escuchan un poco más. Como me escuchará cierta gente, quiero hacerles entender que el que mata no me pertenece, que su sangre no tiene nada que ver con la mía. Estamos aquí para trabajar, sudar y aportar cosas buenas, no cosas negativas.

—Una curiosidad para acabar: ¿el Parma le ha pagado ya lo que le debía?

—Nada, cero. Acabó en bancarrota y el Parma en el que jugué ya no existe. El fondo de la Federación era de 5 millones, pero daban para pagar a Cassano y Amauri. No fueron años perdidos, también aprendí cosas muy buenas y al Parma le tengo mucho cariño porque fue el club que me repescó de Marruecos. Después del Espanyol me fui a mi país y pensaba ‘ya está, me lo paso bien y tengo a mi familia al lado’, pero me compró el Parma. Ahora está en Segunda y seguramente suba a Primera en breve.