Con el pin en la solapa, ‘pae’

El Betis sumó un triunfo gracias al que su gente, la del eterno padecimiento de los últimos años, aterrizará en el Real con una sonrisa en los labios. En la Feria. Con el pin de su Betis

20 abr 2018 / 00:26 h - Actualizado: 20 abr 2018 / 00:31 h.
"Lorenzo Serra Ferrer","Quique Setién"
  • La afición heliopolitana acudió en masa al Benito Villamarín pese al carácter laborable de la jornada nocturna. / Manuel Gómez
    La afición heliopolitana acudió en masa al Benito Villamarín pese al carácter laborable de la jornada nocturna. / Manuel Gómez

Es el Betis y su gente, la del padecimiento en los años de picatostes y sal en el puchero del hambre. Es Quique Setién y su método. Es el proyecto de Ángel Haro. Es el modelo de Lorenzo Serra Ferrer. Una ración de elementos que funcionan y generan esperanza. Verde. Y blanca. Como la bandera de una patria que para algunos andaluces del exilio encarnaba los valores de su Betis. Del Betis de su gente. Un triunfo ante Las Palmas, agónico y con dosis de intriga, para que la legión de currantes aterricen en el Real de Los Remedios con el pin en la solapa y una sonrisa en los labios. Sincera y auténtica. Como diría el gitano de la cava de cal y piedra. Con el pin y el clavel rojo en la solapa, pae. Como pregonaba Carlos Cano, aquel andaluz universal que era más Andalucía que universo. Cuánta añoranza en esta tierra de revolución necesaria.

El Betis actual es quejío y fe. Confianza ciega en la vida. En el destino de quien persigue sus anhelos. Setién, un tipo especial y del Norte, ha sabido impregnar su fútbol a una plantilla que sueña y confía. Como aquellos guerrilleros que querían ser rebeldes para vociferar aquello de patria y muerte. Setién es patria o muerte. Y para fortuna del Betis, Real en plena Feria y Balompié por los siglos de los siglos, ahora es patria. Y no chica. Porque el sentimiento que heredan los zagales de corazón verde es más sangre que nunca.

El Betis ha roto los complejos de una generación que creció con la frustración grabada en el rostro. Con la pena calada en los huesos y la decepción en la sala de espera. Y ha sido un tipo del Norte, seco y con una sonrisa socarrona en la fiesta y una seriedad desconcertante en la guerra dialéctica, el que ha logrado conectar las venas de una corriente de energía positiva que nadie recordaba en La Palmera desde que Lorenzo Serra Ferrer, el hombre del puño alzado en Butarque, arengaba a sus hombres con bigote y gorra. Un balear y un cántabro. Dos tipos de otra tierra que han construido un nuevo Betis. Un proyecto ambicioso que, como en la vida, será de muchos padres. Porque, como en el circo, pae, el éxito es colectivo y el fracaso huérfano.