Joaquín, la prueba del principio de Arquímedes

Con la expulsión de Roque Mesa, Setién apostó por un cambio ofensivo y plantó sobre el campo al gran capitán. En sus primeros minutos en esta liga, y 18 años después de su primer derbi, el gaditano demostró que es el santo y seña de la entidad

03 sep 2018 / 00:36 h - Actualizado: 03 sep 2018 / 00:45 h.
"Real Betis","El derbi sevillano","Joaquín Sánchez"
  • Joaquín, junto a Canales, se dirige al centro del campo después de marcar el gol de la victoria ante el Sevilla. / Manuel Gómez
    Joaquín, junto a Canales, se dirige al centro del campo después de marcar el gol de la victoria ante el Sevilla. / Manuel Gómez

Con el Betis de estas primeras tres jornadas, Arquímedes de Siracusa podría formular su famoso principio. El conjunto verdiblanco representaría a ese cuerpo que sumergido en un fluido en reposo experimenta un empuje vertical igual al peso de la masa del volumen del fluido que desaloja. El Betis cae en los partidos como un pedrusco en un río. Por forma de jugar, por jugadores y si encima el encuentro se disputa en el Villamarín, el empuje que genera el equipo es extraordinario.

Y resulta que ayer, nada más y nada menos, fue Joaquín el que cayó sobre el derbi con una fuerza descomunal. 18 años después de su primer choque contra el Sevilla, el portuense definió la suerte del encuentro en sólo un rato sobre el césped. Apareció por un lugar que no frecuenta, remató de una forma en la que no es un maestro, pero a pesar de todo marcó un gol que hará que hoy miles y miles de béticos no se despierten pensando que el malvado primer lunes de septiembre ha llegado a sus vidas. El equipo de Setién salió al campo con la idea de hacer pagar al Sevilla la frustración de las dos primeras jornadas. Frustración es la palabra que usó el entrenador verdiblanco en la rueda de prensa previa al partido para definir el estado de ánimo de la afición verdiblanca después de la derrota ante el Levante y el empate en Vitoria. En 90 minutos todo ha cambiado, y todo es gracias a Joaquín.

Este Betis es un Betis de mediapuntas, de jugones, de tipos que se cuelan entre líneas para provocar acontecimientos inesperados en los partidos. Es el equipo de Guardado, de Inui, de Canales, de futbolistas que entienden el juego como algo más que zancadas y carreras. Se les podría aplicar el argumento central de todo el edificio filosófico que construyó Descartes: Piensan, luego existen. Joaquín, por supuesto, piensa tela.

Este Betis es una búsqueda constante del espacio entre líneas, del pase que casi nadie ve, de la ruptura que casi nadie espera. Con esa pinta se presentó la alineación bética en el partido. Con jerarquía, fiel a la propuesta y el aliento de la grada, el equipo tuvo 20 minutos explosivos, acorraló al Sevilla en su campo y plantó un primer órdago al que, como ya pasó ante el Levante y el Alavés, le faltó la carta de la puntería. Pero con el transcurso de los minutos, el Sevilla tuvo la virtud de espesar el partido, y el Betis tuvo más problemas para generar peligro.

Y cuando el encuentro estaba en un momento de incertidumbre, Setién tuvo la brillante idea de introducir en el campo a Joaquín en lugar de William Carvalho.

El Betis le había echado de menos, tener una institución en el campo siempre aporta, y en un derbi más. Los minutos que estuvo sobre el césped demostró que es un jugador imprescindible para aplicar el método Setién.

Joaquín hizo lo de siempre, lo que ha hecho casi toda su vida sobre un campo de fútbol, colarse entre líneas, ser más listo que nadie. Se filtró entre dos defensas del Sevilla y se encontró en la latitud y en la longitud perfecta para dar acomodo en la portería al buen centro de Mandi. La locura.

Joaquín cayó sobre el partido como la roca en el mar y generó un empuje hidrostático de dimensiones descomunales. Millones y millones de newtons encharcaron de felicidad al beticismo, que ya empieza a sumar unos cuantos derbis en los que acaba más contento que el contrario. El principio de Arquímedes volvió a cumplirse