La intuición de los emigrantes

Los zagales que recorrieron 1.000 kilómetros durante 17 horas a bordo de ‘El Sevillano’, el tren que unía Andalucía con Cataluña, son ya ancianos. La visita de ‘su’ Betis es un motivo de nostalgia y una señal de esperanza entre la mediocridad.

31 mar 2017 / 23:29 h - Actualizado: 31 mar 2017 / 23:33 h.
"Víctor Sánchez del Amo"
  • El RCDE Stadium presentó un aspecto sensacional. Los aficionados béticos y espanyolistas convivieron en Cornellá en un ambiente de cordialidad absoluta. / LaLiga
    El RCDE Stadium presentó un aspecto sensacional. Los aficionados béticos y espanyolistas convivieron en Cornellá en un ambiente de cordialidad absoluta. / LaLiga

Eran otros tiempos. Los años de las raciones de leche en polvo que los alemanes enviaban a Andalucía para que los niños saciaran su hambre en los colegios nacionales. Aquellos zagales de los 40 rellenaron el petate en silencio y con la sonrisa dibujada en el rostro por la esperanza de viajar a Cataluña, la tierra prometida, en la década de los dorados 60, la de la industrialización y las televisiones en blanco y negro. Aquellos adolescentes que compraron un billete para recorrer 1.000 kilómetros durante 17 horas eternas a bordo de El Sevillano, el nombre con el que fue bautizado aquel tren botijo, son hoy ancianos.

Miles conservan su acento y la foto de su Macarena y el Gran Poder en el pasillo de sus domicilios. El Real Betis, su Betis, es la excusa para recordar sus años mozos en la Plaza de España y en las calenturías de la calle Feria. Con el hastío sembrado a raíz profunda en Sevilla, el conjunto de Heliópolis, el del escudo de las trece barras, es un motor de fe en Barcelona, la tierra adoptiva de los miles de béticos que un día lloraron presos de la emoción con la Copa del Rey de 1977. La de aquella mítica tanda de penaltis.

El esqueleto de aquel tren de necesidad y puchero en la mochila se yergue en el Museo de la Inmigración de Cataluña, allí donde reposa el recuerdo y la memoria de los miles de andaluces y sevillanos que un día decidieron secar sus lágrimas de nostalgia con un jornal digno y un futuro para sus hijos, aquellos que han heredado el cariño a la tierra de la familia. El partido ante el RCD Espanyol era peculiar. En noche de viernes y en horario de película de estreno. Pero el choque era una final para los 1.000 emigrantes que enarbolaron la bandera del cariño.

El Real Betis no enlazó su segundo triunfo consecutivo en la Liga, el objetivo trazado por una plantilla huérfana de alicientes reales, pero hubo miles de almas que vibraron con el sentimiento que conservan intacto en sus corazones. En los corazones de aquellos que compartieron cuarto de baño, cocina y nostalgia. La que emana del alma de los béticos del exilio.