Más que libre, un Betis liberado

Menos histeria, menos frases manidas y menos mirar la vecino

17 abr 2016 / 00:31 h - Actualizado: 17 abr 2016 / 11:49 h.
"Real Betis","Eduardo Maciá","José Miguel López Catalán","Ángel Haro"
  • Los jugadores del Betis felicitan a N’Diaye tras su gol en Balaídos. / Efe
    Los jugadores del Betis felicitan a N’Diaye tras su gol en Balaídos. / Efe

Sólo un cataclismo casi sin precedentes empujaría a este extraño Betis de vuelta a la Segunda División. Roza la permanencia en la élite, el objetivo lógico marcado, con cinco jornadas de margen. Un resultado que en cualquier institución sería el bálsamo perfecto tras años (¿décadas?) de terremotos y disparates varios, pero que en el Betis no evita la enésima revolución. Más allá de errores evidentes, puede tener su explicación también en que en esta ciudad es casi imposible abstraerse de lo que hace el vecino, y en el caso del Betis más aún por la dimensión que ha adquirido el Sevilla. Sin embargo, lo que es lógico en el aficionado de a pie debe ser evitado en quienes toman decisiones, que no pueden estar basadas en la histeria. Más que un Betis libre, que proclaman algunos, necesita ser un Betis liberado de sus propias ataduras.

El Betis que vimos en Vigo fue un buen resumen de sus males y sus virtudes. Un porterazo, Adán, que es sin duda el mejor jugador verdiblanco del curso y un delantero, Rubén Castro, que ya lo quisieran para sus plantillas equipos que pelean por cosas importantes. Si los dos no están perfectos, como no lo estuvieron en Vigo, no hay victoria. Más allá de ellos, hay cosas interesantes, claro, pero muy poco y debe ser subsanado. Ahí la exigencia y no en repetir frases manidas como la de poner al equipo a la altura de la afición, la de la masa social, compararse con el Atlético de Madrid (?) o las constantes invocaciones al catastrofismo y a la mala suerte que le acompaña supuestamente.

El proyecto a largo plazo y no barato de Eduardo Macià ha tocado a su fin. Ni siquiera ha durado una temporada. Adán y Rubén lo dejan en mal lugar cada jornada y ni siquiera el ilusionante Musonda tapa la decepción, aunque a muchos les haya costado admitirlo lo indecible –y porque el club lo va a despedir...–. En otra situación podría dársele una segunda oportunidad, pero hay una máxima: sin confianza no hay nada. Haro y Catalán la perdieron, así que despido procedente.

Decidir ya quién diseñará el próximo proyecto, elegir al entrenador que lo conduzca y anticiparse a sus rivales en fichajes. Tiene tiempo de sobra el Betis: cuatro meses. Y en estos cinco partidos, liberado de presión, tranquilidad y no mirar hacia fuera de Heliópolis salvo para tramar una emboscada el domingo en Nervión.