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Joaquín dialoga con el colegiado del Celta-Betis, De Burgos Bengoetxea. / Efe
El célebre cuento infantil de Blancanieves y los siete enanitos nos relata cómo su madrastra creía ser la más guapa del reino y para regodearse le preguntaba constantemente a su espejo mágico, que siempre le respondía afirmativamente. Hasta que la princesa creció y le sobrepasó en belleza y el espejo no tuvo más remedio que hablar. Los béticos, en su vida real, escuchan cada día lo grande que es su Betis, que se trata de un club histórico, con una masa social imponente, una hinchada fiel y sito en una ciudad que encandila. Todo es verdad, pero el particular espejo mágico de Heliópolis, que no es otro que la realidad de los resultados, lleva tiempo intentando explicar que eso no sirve para nada si no se hacen las cosas bien. Hay bastantes ejemplos de que la entidad verdiblanca no es más guapa que otras de calibre similar o inferior.
Se medían en Balaídos Celta y Betis, dos clubes que, a pesar del campeonato ganado hace 80 años por los béticos y que les mete en un grupo muy selecto, presentan similares registros en la historia de la Liga: 12º y 10º, respectivamente. Dos entidades que deberían pelear por lo mismo: meterse en Europa. Pero dos equipos gestionados de forma diferente. Uno se propuso hacer ruido en Europa y lo ha conseguido: semifinales, como poco, en la UEL. Otro fijó sus miras nada más que en asomar la cabeza por la primera mitad de la clasificación... y ni siquiera lo ha logrado. El Celta le ha jugado al Betis en babuchas, como el que recibe en casa a una visita inesperada y le importa poco cómo encuentre la casa. El Betis no es más guapo que el Celta, pero es que el espejito mágico nos dice que el Eibar o el Alavés, mucho más pequeños como entidades, también lo superan.
Por supuesto que Miguel Torrecilla es en gran medida responsable de este Betis, pero es la prueba de que cuando las cosas se hacen bien una pieza importante es menos imprescindible: el Celta, que rozó la final de la Copa en las dos últimas ediciones, sigue funcionando sin el hoy director deportivo del Betis. El de ayer era un partido sin nada en juego más allá de la honra de un Betis que clama por el final de la Liga y más allá de una de las pocas oportunidades de Víctor Sánchez del Amo para convencer a la dirigencia de que puede ser válido para el curso 2017-18. Al menos no fue medroso en Balaídos. No es tan difícil, ¿no?
Y ahora, ¿qué?
Partiendo de la base de que el nuevo proyecto de Torrecilla –y Ángel Haro y López Catalán– pasa por acertar en la contratación de un nuevo técnico, la base de todo, el debate se centra en cómo reformar la plantilla. ¿Cuatro retoques de calidad o borrón y cuenta nueva en forma de diez o más fichajes? Los cinco partidos que restan, queden como queden, no deberían modificar el análisis general. Un informe que debe hablar de que de todas las incorporaciones de este año sólo Durmisi ha sido un acierto completo, al margen de que Rubén Pardo haya simplemente cumplido en su cesión. Sanabria ha sido un fracaso importante aunque merezca una nueva oportunidad, como Jonas Martin. Nahuel sí debería dejar hueco, como ya ha hecho Felipe Gutiérrez. Brasanac no aporta un salto de calidad, Manu Herrera continúa inédito, Mandi es mejorable y debería ser mejorado, Donk no ha aportado absolutamente nada y Tosca no convence a nadie.
Bajo este prisma, que no debe ser intoxicado por una victoria como la lograda ante los suplentes del Celta, las dudas sobre cómo fichar están justificadas, sobre todo porque el que debe hacer esos cuatro fichajes de calidad ha tenido un porcentaje de acierto paupérrimo, empezando por el entrenador. El futuro debe ser un Betis en torno a Dani Ceballos, hasta que vuele. Hay que mirar al espejo pero no para preguntar quién es la más guapa, sino para verse reflejado en el Celta, en la Real Sociedad, en el Espanyol....