Anfield no pudo con el coraje sevillista

El equipo de Berizzo arranca en la Champions empatando en el campo del Liverpool tras sufrir mucho, ir a más en la segunda parte y tener incluso la victoria en el último suspiro

13 sep 2017 / 23:58 h - Actualizado: 14 sep 2017 / 11:27 h.
"Sevilla FC","Eduardo Berizzo"
  • La afición del Sevilla, presente en las gradas de Anfield, donde se dejó notar. / Efe
    La afición del Sevilla, presente en las gradas de Anfield, donde se dejó notar. / Efe

Anfield. Uno de los estadios con más historia de cuantos existen en el planeta. Un campo donde se respira fútbol auténtico por todos sus rincones y en el que se han escrito páginas y páginas contando grandes batallas deportivas sobre el césped. Y esto, en el estreno de una nueva edición de la Liga de Campeones, no merecía menos que ver a dos equipos a la altura de su historia.

Por un lado, el Liverpool de Jürgen Kloop, con jugadores de mucho nivel en sus filas por mucho que Countiho y Oxlade salieran en la segunda parte, una afición emblemática llegando sus míticas gradas y muchas, muchas ganas de reverdecer laureles en la máxima competición continental a nivel de clubes.

Por otro lado, el Sevilla de Eduardo Berizzo, un equipo también en proceso de ensamblaje que quiso responder a las expectativas y terminó consiguiéndolo. No lo tuvo fácil. El Liverpool salió a morder, exprimió al máximo su vertiginosa velocidad y los nervionenses sufrieron de lo lindo pese a situarse pronto con ventaja en el marcador gracias al gol de Ben Yedder. El 0-1 no ocultaba la evidencia: ese Sevilla no era el esperado.

De hecho, el 2-1 al descanso era un mal menor, visto lo visto. Incluso, el poste evitó que Firmino lograra el tercer tanto desde el punto de penalti, en una de las varias oportunidades que el Liverpool tuvo para poner al equipo nervionense contra las cuerdas por la vía rápida. Pero no lo consiguió.

Poco a poco, el Sevilla fue encontrándose a sí mismo. Banega apareció, la entrada al campo de Sarabia por el lesionado Pizarro ayudó a dar equilibrio al juego. Un nuevo buen partido del madrileño, chico para todo y clave en un momento en el que el panorama se había oscurecido. Al mismo tiempo, el Liverpool comenzó a perder fuelle. Era lógico. Salió a morir y terminó pagándolo, algo que el conjunto de Berizzo agradeció para bien mientras se rehacía, tocaba más la pelota, tapada las bandas y lograba empatar al poco de salir Muriel. Una jugada, una asistencia de gol del internacional colombiano a Correa, desaparecido hasta entonces.

Tuvo incluso la victoria Muriel en sus botas, no así la claridad para acertar– en los últimos compases del encuentro. Un encuentro donde quedó claro algo: se puede jugar mejor o mejor a la pelota, pero nunca ausentarse de un campo como Anfield del que nadie puede marcharse sin vaciarse sobre el césped.

Era lo mínimo que merecía la afición del Sevilla y los aproximadamente mil seguidores que se dieron cita en las gradas para arropar a su equipo. Toda una demostración de amor a los colores tanto cuando el equipo deambulaba sobre el terreno de juego como cuando empató el partido y pudo hasta ganar.

Queda mucho camino por delante y también mucho que mejorar, pero en Anfield el Sevilla se hizo respetar ante todos, dejando claro que para tumbarle hay que hacer las cosas muy, muy bien y, sobre todo, imponerse a un coraje con el que ni siquiera Anfield pudo.