Cabeza alta, en pie ante este Sevilla

LA CONTRACRÓNICA. Honores en el Calderón para el rey de la Europa League, derrotado en la final de la Copa, pero homenajeado por una afición que hoy vivirá su enésima gran fiesta

23 may 2016 / 01:50 h - Actualizado: 23 may 2016 / 01:53 h.
"Sevilla FC"
  • Neymar se tira al suelo al mismo tiempo que agarra a Mariano / Javier Lizón (Efe)
    Neymar se tira al suelo al mismo tiempo que agarra a Mariano / Javier Lizón (Efe)

No da igual, pero casi. El Sevilla perdió ayer la final de la Copa del Rey pero se volvió a ganar el corazón de casi todos los hinchas del fútbol gracias a su pentacampeonato en Basilea y la exhibición de su afición en el Vicente Calderón, donde mostró al mundo su tremenda alegría por el pentacampeonato en la Europa League y el orgullo de pertenecer a un equipo que es parte de sus vidas y que no entiende de dinero y fútbol moderno, sino de pasión por unos colores hasta el fin del mundo.

La fiesta estaba ayer asegurada en el Vicente Calderón. Desde el primer minuto del fin de semana. Al margen de que las aficiones, más allá de esteladas y banderas de Andalucía, el Sevilla rindió tributo al merecido campeón de la Liga y el Barcelona rindió pleitesía al flamante pentacampeón de la Europa League. Pasillo mutuo, respeto mutuo. No podía ser de otra forma. Sólo hubo un momento de leve pique cuando las célebres (?) esteladas comenzaron a ondear y la parte neutral y parte de la sevillista empezó a entonar el “Que viva España”. Ojála todo fuera eso en cada partido...

Lo cierto es que ambas aficiones, ambos clubes y toda España pudo degustar, más allá de lo puramente futbolístico, el partido más bonito que hay en el fútbol español cada temporada: la final de la Copa del Rey. Es la fiesta del fútbol, aunque sea domingo, en una ciudad que no es la tuya, a las 21.30 horas. Da igual: fútbol, final y dos equipos campeones.

El último aliento

Es cierto que el Sevilla jugó con uno más gran parte del partido, pero se notaba, precisamente en esa superioridad, que jugaba con más alma que piernas. No podía y desde la grada se insufló ánimos hasta la extenuación, con un himno del Arrebato cantado a capela en el minidescanso antes de la prórroga y unas palmas y gritos al unísono en los últimos diez minutos del partido para recordarle a los pupilos de Unai Emery que la hinchada del Sevilla estaba más que orgullosa de la entrega de los suyos tras la final de Basilea y llegar a la prórroga, entre calambre y calambre, frente al millonario Barcelona.

Una prórroga, además, jugada sin Banega, el faro y líder con la pelota de un Sevilla echado a los lomos de otro pura sangre como Vitolo, a pesar de que no llegara a ese pase a Jordi Alba que significó la claudicación del Sevilla. Sólo así muere este equipo de raza, de casta y coraje, de un corazón que provoca tal orgullo en los suyos que hoy las calles de Sevilla se volverá a poner patas arriba para rendir tributo a su equipo, subcampeón de la Copa pero campeón en Europa.