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Kevin Gameiro y Reyes celebran el gol del francés, primero del Sevilla. / Manuel Gómez
La Liga de Campeones no ha podido comenzar mejor para el Sevilla. Tras cuatro partidos (la Supercopa y los tres del Campeonato), el equipo de Unai Emery logró su primera victoria de la temporada. Un triunfo que, además, llegó como se presumía: a base de esfuerzo, de sudor, de aprovechar las ocasiones, de hacerse fuerte en defensa y de saber gestionar la ventaja. Renta que no llegó hasta la segunda parte, justo cuando Kevin Gameiro sacudió de un plumazo sus lamentos y los de sus compañeros que, hasta ese instante, habían sido incapaces de sacar fruto a su superioridad sobre el Borussia, un buen equipo pero, ni mucho menos, el de la pasada campaña. En la recta final del partido, Banega hizo el 2-0 en el tercero de los tres penaltis que tuvo a su favor el Sevilla y Konoplianka estrenó su cuenta con un balón inesperado que acabó en gol.
Los tres puntos permiten al Sevilla situarse como líder de este Grupo D, el grupo de la muerte, después de que el duelo entre el Manchester City y la Juventus en tierras británicas concluyese con victoria italiana (1-2). Todo un premio ese liderato al esfuerzo de los nervionenses, que cambiaron para bien y respondieron a la ilusión de sus aficionados.
Emery recuperó su habitual 4-2-3-1 para cambiar el rumbo y lo consiguió. Dejó en el banquillo a Llorente no jugó– y situó a Gameiro como único punta de lanza. La apuesta dio resultado. La velocidad y movilidad del francés hicieron daño siempre. Junto a Reyes, Vitolo y Banega, formó un rombo muy peligroso que tuvo al argentino por director de orquesta. La conexión entre estos cuatro futbolistas les hizo rozar el gol en varias ocasiones. La más clara hasta el descanso, en botas del utrerano, aunque su disparo, a puerta vacía, tras un remate del canario al palo, se fue a las nubes (5’). Increíble.
Ocurrió justo antes de que Jantschke perdonara el 0-1 tras una falta lateral en la que Sergio Rico no se decidió a salir. El canterano fue una de las novedades de Emery, quien resopló cuando vio perdonar al central. Lo mismo que Traoré, con un disparo en el área que se marchó fuera por poco (16’).
Los sustos quedaron ahí. Espoleado por su afición, el Sevilla se volcó. Vitolo hizo estragos, Reyes se entendió con Tremoulinas, Coke pasó a ser una pieza valiosa en ataque... pero el gol no llegaba. Gameiro tuvo hasta tres ocasiones en la primera parte. Abrió el fuego con un remate forzado a centro de Reyes (30’), luego envió alto un balón que cazó en el área (35’) y, más tarde, vio cómo Sommer evitaba, con un auténtico paradón a ras de suelo, que su pelota cruzada besara las redes (43’).
El panorama cambió tras el descanso. El colegiado pitó un penalti del portero por derribo inexistente al francés y éste lo transformó en el 1-0 (47’). Todo un golpe de mano al que pudo seguir otro dos minutos más tarde. Nuevo penalti –esta sí existió– de Brouwers a Vitolo. Pero Gameiro estrelló el balón el larguero y, tras botar en la línea, todo quedó en nada.
Tocaba seguir intentándolo. El Sevilla no perdió el control de la situación y volvió a marcar. Y, nuevamente, de penalti. El tercero. Otra pena máxima forzada por Gameiro que Banega no desaprovechó (66’).
Con 2-0, quedaba matar el partido. Y lo consiguió por medio de Konoplyanka. El ucraniano salió unos minutos y marcó el 3-0 con un centro envenenado. Una alegría para el sevillismo. El camino es éste.
FICHA TÉCNICA.
Sevilla FC: Sergio Rico; Coke, Andreolli, Kolodziejczak, Tremoulinas; N’Zonzi, Krychowiak; Vitolo, Éver Banega (Krohn-Dehli, m.75), Reyes (Konoplyanka, m.83); Gameiro (Immobile, m.71).
Borussia Mönchengladbach: Sommer; Korb, Brouwers, Jantschke, Wendt; Hahn (Nico Schulz, m.73), Stindl (Dahoud, m.67), Nordtveit, Traoré; Hazard, Raffael (Drmic, m.84).
Goles: 1-0, m.47: Gameiro, de penalti. 2-0, m.66: Banega, de penalti. 3-0, m.84: Konoplyanka.
Árbitro: Pavel Kralovec (República Checa). Amonestó a Browers (49’), Stindl (52’), Sommer (65’), Reyes (78) y N’Zonzi (89’).
Incidencias: Partido de la primera jornada del Grupo D de la Liga de Campeones, disputado en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán ante unos 40.000 espectadores, entre ellos alrededor de 2.000 aficionados alemanes.