Las tres vidas del Sevilla

El club de Nervión se hizo grande en la primera mitad del siglo XX y vuelve a serlo en pleno siglo XXI

08 feb 2018 / 20:08 h - Actualizado: 09 feb 2018 / 17:09 h.
"Sevilla FC","José María del Nido","José Castro","Monchi"
  • Espectacular instantánea aérea de un Ramón Sánchez-Pizjuán con más de 70.000 espectadores, a finales del siglo XX. / El Correo
    Espectacular instantánea aérea de un Ramón Sánchez-Pizjuán con más de 70.000 espectadores, a finales del siglo XX. / El Correo

Eindhoven, Mónaco, Glasgow, Madrid, Mónaco, Barcelona, Turín, Cardiff, Varsovia, Tiflis, Basilea, Madrid y Trondheim vieron al Sevilla en 13 finales a lo largo de los últimos 12 años, en los que el equipo nervionense, además, jugó otras tres a doble partido en la Supercopa de España (Madrid y dos veces Barcelona). La que dispute el último día de la Feria de Abril de este año, en una sede aún por determinar, será la 17ª del Sevilla en poco más de una década. Los años que van desde la mayor explosión de alegría colectiva que se recuerda en el deporte de este país, la acontecida en la final a de la Copa de la UEFA ganada por el Sevilla al Middlesbrough en Holanda (2006) hasta este 2018 en el que el equipo hispalense sigue aumentando su recuperado estatus de grandeza.

La extensa historia del Sevilla FC se puede resumir y dividir de muchas maneras. Pero claramente hay tres etapas que marcan los más de cien años de sevillismo. Desde sus inicios en 1890 hasta la década de los 60 del siglo XX fue un grande en todos los sentidos, el equipo más laureado del sur de España gracias a una Liga conquistada, 18 Copas de Andalucía levantadas y tres Copas de España alzadas al cielo, amén de cuatro subcampeonatos ligueros y dos finales más en el torneo copero. En aquellas décadas radica el gen de grandeza que, a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, los más veteranos transmitían a las nuevas generaciones. Fue en los 60 cuando empezó una larga travesía por el desierto que pareció, por momentos, no tener fin. En esta segunda etapa, el Sevilla (los sevillistas) se sentía grande, pero ya no lo era más que en el recuerdo. Más de 40 años sin oler la plata pero que nunca exterminaron en la hinchada las ansias de recuperar el estatus perdido. Ese Sevilla 2.0 tuvo, faltaría más, días para el recuerdo, pero no pasaron de alguna que otra remontada sonada, ver a Diego Armando Maradona de sevillista, derbis inolvidables, la unión del sevillismo en un duro verano de 1995 y algún que otro alegrón por regresar a la Primera División, la cual había abandonado tristemente.

El Sevilla seguía siendo el club más laureado del sur del país, pero ni ganaba títulos, ni era un asiduo a las competiciones europeas ni disputaba finales, tampoco semifinales. La celebración del centenario en la campaña 2005-06, por algún motivo hasta ahora indescifrable, hizo explotar al Sevilla como una caldera que llevaba décadas acumulando frustraciones y que saltó por los aires en una Feria de Abril de 2006 frente al Schalke 04. Fue entonces cuando comenzó la tercera vida del Sevilla Fútbol Club. Una época que, pese a los vaticinios de muchos, no fue flor de un día. Ni de un año. De hecho, el Sevilla no sólo volvió a ser un grande de España sino que se ha ganado a pulso un lugar entre la nobleza de Europa gracias a seis títulos continentales e incluso su forma de perder otras finales. Porque en la manera de hincar la rodilla, por ejemplo en aquel memorable 5-4 del Barcelona-Sevilla de Tiflis en 2015, también reside la grandeza de un club.

La del próximo sábado de Feria (otra Feria) será la 17ª final de un Sevilla que en esta nueva era ha reabierto sus vitrinas para introducir cinco Ligas Europa, una Supercopa de Europa, dos Copas del Rey y una Supercopa de España, ganadas a rivales tan dispares como Middlesbrough, Barcelona, Dnipro, Liverpool, Getafe, Real Madrid, Espanyol, Benfica o Atlético de Madrid. Fue capaz de ganar tres Ligas Europa de manera consecutiva y llegar a cinco en total, siendo el club más laureado de Europa en la segunda competición por importancia. De hecho, fue capaz de conquistar una de ellas, la de 2014 en Turín frente al Benfica, habiendo participado en el sorteo por la eliminación de dos clubes españoles que no cumplieron las reglas financieras. Preparados para el éxito. Precisamente en aquella Europa League 2013-14 el Sevilla exhibió uno de los ingredientes estrella para su resurrección en la grandeza: la hinchada, capaz de llevar a 3.000 personas a Portugal en un partido sin demasiados alicientes o de convocar a todos los dioses para darle la vuelta al Euroderbi de una manera asombrosa.

El alicaído y frustrado sevillismo fue levantado en su orgullo a principios del siglo actual, un lustro antes de la explosión de 2006. Desde la obligada humildad de haber tocado fondo tanto en lo deportivo (otro descenso a la Segunda) como en lo económico (con varios sevillistas pudientes poniendo dinero a fondo perdido en el club), la aparición de Monchi como mágico director deportivo y de José María del Nido como ambicioso presidente que adaptó el club al siglo XXI, el sevillismo recobró las ganas de crecer y de ilusionarse. Una comunión sin fisuras con su club que derivó en una fortaleza desde donde rescatar la insaciable y casi eterna búsqueda de la gloria. Aquella que los abuelos contaban que el Sevilla de su juventud alcanzaba muy a menudo décadas atrás. No hay más que ver las aplaudidas pancartas de todas estas finales modernas, con el llamado abuelo como protagonista. La grandeza del Sevilla viene de lejos.

Todo llegó de sopetón, con cinco títulos en 15 meses entre 2006 y 2007 después de más de 40 años sin jugar una sola final y más de 60 si alzar una copa al cielo. Y continuó con tres Ligas Europa en tres temporadas consecutivas, permitiéndose hasta rotar entre finales, cuando jugó dos en sólo tres días de 2016. Incluso ha sido aclamado en España y en Europa cuando perdía. Hasta resistió la marcha de Del Nido y de Monchi. El único nexo entre las tres vidas del Sevilla no es una persona, ni siquiera es algo tangible. No se ve, pero se respira. No se toca, pero se siente. Unos lo llaman ADN, otros idiosincrasia. Llámenlo simplemente sevillismo legado de generación en generación, durante tres largas vidas.