Abierto de Tenis de EEUU

Sabalenka ruge al fin en Nueva York y se revalida con su tercer grande

Un año después de colapsar mentalmente en la final ante Coco Gauff, la bielorrusa muestra su control y gana a Pegula con un doble 7-5

Sabalenka, la nueva reina de Nueva York.

Sabalenka, la nueva reina de Nueva York. / EFE

Idoya Noain

Para Aryna Sabalenka muchas veces los mayores enemigos han estado en su propia cabeza. Ha habido ocasiones, como en la final del año pasado en el Abierto de Estados Unidos frente a Coco Gauff, en que la bielorrusa ha sucumbido no solo ante la presión del tenis de la rival, sino bajo la de un ambiente que se le volvía en contra o bajo sus dudas. Esa ya no es la Sabalenka de hoy. Y no ha sido, desde luego, la que ha aparecido y triunfado en la pista Arthur Ashe este domingo, donde por fin ha rugido como el tigre que lleva tatuado.

Frente a Jessica Pegula, la mejor tenista actual de EEUU tras la que se volcaba el público en la central que acoge el Abierto de Estados Unidos, Sabalenka se ha sacado la espina del capítulo de hace un año y de otras derrotas dolorosas en años anteriores en estas mismas pistas. En una hora y 53 minutos, ha ganado a la local con un doble 7-5. Y así la de MInsk, número dos del mundo, ha conquistado su primer Abierto neoyorquino, el tercer grande de su palmarés tras los conseguidos los dos últimos años en Australia.

"En los momentos duros del partido he intentado mantenerme fuerte y recordarme a mí misma que me han pasado muchas cosas y soy suficientemente fuerte para aguantar bajo esta presión", explicaría después. Y no tenía reparos en hacer algo que no suele: declararse "orgullosa" de sí misma.

En control

Motivos no le faltan. Sabalenka tiene una derecha de hierro y un servicio atronador, Ha trabajado además para dotarse de otras herramientas y ahora se aventura a crear golpes de seda, dejadas, voleas... Hace tiempo, según explica, que decidió que en los momentos importantes, la opción ya no era refugiarse en buscar lo seguro, sino darlo todo y arriesgar., teniendo la "suficiente valentía de usar en esos momentos clave las herramientas" de variedad . Es, dice "la única opción".

Sigue llevando las emociones a flor de piel, lo que permite que en ocasiones se haga tan visible la frustración ante los errores , pero algo es radicalmente diferente: ya no deja que tomen el control.

Pese a todo ese arsenal, la victoria de este domingo no ha sido fácil. Y es que Pegula, que hasta este torneo nunca había pasado de unos cuartos de final en un Grand Slam, no había llegado hasta la lucha por el título por casualidad. A los 30 años, la sexta cabeza de serie, que este lunes amacerá tercera en el ránking, ha tenido un gran verano. Ha consolidado un tenis de destacable solidez. Se deja la piel en cada partido y se exhibe como una tenista consistente, laboriosa y alejada de cualquier aspaviento. En contadas ocasiones gesticula o abre otras ventanas a sus emociones.

Y emociones ha habido de sobra en la Arthur Ashe, con el techo cerrado por una tormenta torrencial justo cuando iba a arrancar la final, lo que creaba una caja de resonancia amplificadora al clamor de los más 23.000 aficionados que mantenían viva la llama de la ilusión. Y todo se ha hecho especialmente intenso en la segunda manga, después de que Sabalenka desaprovechara la oportunidad de adelantarse hasta el 4-0 y Pegula reaccionara haciendo pensar que una remontada, un tercer set, eran posibles, algo que incluso Sabalenka ha llegado a plantearse que sucedería.

Pero justo ahí también ha decidido la bielorrusa poner presión. Con ello ha dejado en un espejismo cualquier esperanza de Pegula y sus fans. Porque al final han podido la calidad, la experiencia y el control mental que ha logrado atesorar Sabalenka, Y en la segunda oportunidad de ganar el partido, con el servicio de una rival a la que ya había ganado en cinco de sus siete encuentros anteriores, la última vez este verano en la final de Cincinnati, ha forzado un error de la estadounidense y se ha llevado el título.

Un sueño

Sabalenka se ha dejado caer sobre ese cemento azul donde es ya reina. Ha llorado. Ha subido luego a abrazarse con su equipo, a hacerse selfies con los fans. Y luego, cuando ha vuelto a la pista para esperar la ceremonia de entrega del trofeo y del cheque por 3,6 millones de dólares, ha vuelto a derramar lágrimas, no como las del año pasado, sino esta vez de una incontenible alegría. “Significa mucho para mí. Siempre ha sido un sueño”, ha dicho.

Es el broche de oro para un verano brillante, con 16 victorias y solo dos derrotas en pistas rápidas, y para un año intenso, dentro y fuera de las pistas. Tras el título en Australia le sacudió la tragedia personal con la muerte de un exnovio en lo que se declaró un aparente suicidio, un episodio que le dejó con el corazón "roto". Una lesión en el hombro le obligó a no participar en Wimbledon, metiéndola en un terreno desconocido para ella: verse frenada por su cuerpo.

Todo eso queda ahora en el pasado, o cuando menos integrado en lecciones para el presente y el futuro. De cada golpe, asegura, ha vuelto "más fuerte, aprendiendo", y sin perder nunca de vista sus sueños. Con el del trofeo neoyorquino ya convertido en realidad, Sabalenka ruge. E Iga Swiatek se mantiene en lo más alto del ránking, pero ella no piensa detenerse aquí. "Si en cada torneo soy capaz de jugar mi mejor tenis y en cada partido mantengo este espíritu luchador podré ser número 1 otra vez", avisa.