Valencia - Girona (2-0)
Una derrota de rebote en una 'semana negra' para el Girona
El conjunto gironí sucumbe en Mestalla y sigue sin levantar cabeza después de sumar su tercera derrota consecutiva
Marcos López
Estaba la tarde aburrida hasta que los pies de Juanpe se convirtieron, muy a su pesar, en el arma más peligrosa del Valencia. Dos tiros desde fuera del área, dos goles, pero antes la pelota, caprichosa ella tocó en el pie del capitán del Girona, tanto en el 1-0 de Rioja, protestadas unas manos previas que el VAR no vio, como en el 2-0 de Dani Gómez. Ni tampoco apreció penalti en unas manos en el área local reclamadas por un gris Girona.
El problema fue que la caída llegó de rebote porque el conjunto de Míchel no tuvo tampoco antes fútbol ni puntería en una semana negra: derrota con el Barça (1-4); derrota con el Paris SG (1-0) y derrota con el Valencia (2-0). O sea, un doloroso 7-1 para el conjunto de Montilivi. La plantilla está llena de jugadores de talento, pero el equipo, y como tal, no se encuentra por ningún lado. Aún, no.
Con Mestalla lleno -eso no es una novedad- clamando contra su propietario, al que pide que se vaya ya del club, asomó un revolucionario Girona diseñado por Míchel. Hasta ocho cambios introdujo en el once inicial con respecto al equipo que debutaba el miércoles en París.
Solo tres de París repitieron
De los elegidos para el estreno en la Champions solo repitieron tres: Gazzaniga, Krejci y Oriol Romeu. Pero para entender la verdadera dimensión del cambio introducido por el técnico de Vallecas frente al Valencia había siete jugadores de 11 que no estaban la pasada temporada defendiendo la camiseta del Girona.
El partido empezó a cámara lenta. Dominio, eso sí, del equipo de Míchel, aunque sin pisar el área de Mamardashvili. No se veía amenazado el conjunto de Rubén Baraja. Su rival monopolizaba el balón -tenía una posesión por encima del 60% en la primera mitad- pero no le hacía ni cosquillas, lo que provocaba el enfado del entrenador de Vallecas.
Los gritos de Míchel
Pegaba gritos Míchel intentando ordenar a su equipo, que tenía la pelota. Pero no intimidaba con ella. Mucho pase, pero la gran mayoría eran intrascendentes, lejos del área valenciana. Demasiado lejos. Hubo incluso un amago de ‘Gazzanigazo’ cuando se complicó la vida de tal manera en una salida de balón que provocó taquicardia entre sus compañeros, técnico y afición.
El meta argentino quiso regatear a Dani Gómez, el solitario delantero que plantó Baraja, quien estuvo a punto de rebañarle el balón. Y, curiosamente, gue el Valencia quien terminó en el hogar del Girona, a quien tanto cambio le hizo perder sus circuitos habituales de conexión.
Era tan nuevo el once que, en muchos momentos, no pareció el Girona. Despojado de su identidad intentando los jugadores reconocerse a sí mismos como una idea colectiva. El enfado de Míchel iba en aumento, mientras Blind, lateral izquierdo-interior zurdo, asumía el rol del suplente Miguel, con Krejci apareciendo casi siempre de forma providencial. ¿Y Danjuma? Espeso y errático llenó la banda izquierda. ¿Asprilla? Sin peso ni influencia en el juego, incapaz de generar peligro en la derecha.
El panorama ofensivo (y eso que Míchel colocó hasta cuatro jugadores con ese perfil reuniendo a Miovski, Abel Ruiz, Danjuma y Asprilla) era desolador. Camino del vestuario, completada la primera mitad, ni un solo disparo a puerta del Girona, retrato de su mísera producción en ataque. Y el técnico, generoso como fue, les permitió salir en la segunda parte. No tocó nada, esperando que sus jugadores reaccionaran. Y lo hicieron.
En los cinco primeros minutos generaron más peligro que en los 45 anteriores. O sea, la ‘michelina’, dícese de la bronca que se escucha en los vestuarios de la Liga, sea Montilivi o Mestalla, ejerció un efecto terapéutico que hasta despertó a Danjuma, aunque este remató mal una soberbia asistencia de Blind, erigido este en mediocentro desplegando su catálogo de toque y visión panorámica.
Pero todo se derrumbó con dos disparos lejanos del Valencia. Dos disparos (Rioja y Dani Gómez), dos rebotes y dos goles. En tiempo récord, el Girona había claudicado justo cuando parecía que tenía mejor pinta. Era una falsa impresión porque dos zapatazos desde fuera del área tumbaron a un estéril equipo e Míchel, quien sacó el bisturí para meter mano a un once tan revolucionario como gris. Con el 2-0, sacó a Yangel Herrera y Misehouy, quien se erigió en el jugador más peligroso con un poderoso cabezazo repelido por un felino Mamardashvili.
Aparecieron luego Stuani, Bryan Gil y Van de Beek, pero el problema no tenía solución porque de rebote se acabó condenando el propio Girona, que ha aprendido a perder con demasiada frecuencia.
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