Champions League

El Barça también siembra en el Pequeño Maracaná

El equipo de Flick responde a las momentáneas dudas del primer acto con otra montaña de goles y suma su tercer triunfo en esta Champions, el primero a domicilio

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

Hay algo mejor que celebrar los goles: explicarlos. Iñigo Martínez tiene mentalidad y cuello de hierro. Lewandowski puede nublarse a puerta vacía, pero también marcar hasta con la pantorrilla. Raphinha emboca lo que antes fallaba en sueños. Fermín convierte un mal control en un gol de uña. ¿Y Koundé? Pues quizá no recuerde el día que ofreció tres asistencias desde esa orilla que antes le parecía un cenagal.

El Barça de Flick continúa derribando muros emocionales sin dejar de festejar goles. Después de tumbar al Bayern, y asaltar el Bernabéu, se demostró a sí mismo que también puede viajar por Europa sin complejos y con la cabeza bien alta. Esta vez cayó el Pequeño Maracaná, hogar de un diminuto Estrella Roja con pleno de derrotas y condenado a vivir del pasado.

Decíamos, hay algo mejor que celebrar los goles: explicarlos. Diego Armando Maradona ponía ojos de niño cuando el cineasta bosnio Emir Kusturica le devolvió el recuerdo del Pequeño Maracaná de Belgrado, allí donde había ejecutado una de las vaselinas más famosas de la historia. Y Maradona, con la panza por delante y el mentón bien arriba, alzaba los brazos y entornaba los ojos, como si pretendiera imitar al gigante serbio al que derrotó aquel 20 de octubre de 1982. «Me acuerdo de la cara del arquero. Dijo... Chao». Y Maradona, que por si acaso ya se había santiaguado al volver a pisar el césped que él recordaba embarrado, venga a reír. Venga a soñar.

Pisó el insaciable Barça de Flick aquella tierra prometida para Maradona, pero también para Antonin Panenka –sí, el engaño más famoso del fútbol se produjo también en el Pequeño Maracaná–, con la esperanza ya no tanto de homenajear a antiguos mitos, sino para seguir creando los suyos propios.

Las rotaciones

En su empeño por que las rotaciones sean quirúrgicas ante la precisión y el sacrificio que requieren el plan de juego, Flick concedió apenas dos descansos:sentó a Balde y Olmo y dio entrada a Gerard Martín y De Jong. El joven lateral izquierdo no tenía clavado en las meninges el momento adecuado para dar un paso adelante y cuadrar el movimiento del fuera de juego. El Estrella Roja aprovechó la disfunción con el momentáneo gol del empate de Silas. Fue de fogueo.

Fue más preocupante el rendimiento en el primer acto de De Jong, para quien todo parecía ocurrir demasiado rápido. Hacía seis meses y medio que el centrocampista neerlandés no formaba parte de un once inicial, desde que su tobillo se retorciera por última vez y estallara en llanto en el clásico del Bernabéu del pasado abril. Quién sabe es por la larga inactividad, por el miedo a dar un paso en falso, o simplemente, porque su fútbol de trote y pausa no casa con el nervio del equipo de Flick. Pero dolía ver cómo De Jong parecía el chico que se acercaba al salón recreativo sin más intención que apoyarse sobre mesa de pinball sin entender bien por qué rebotaba la bola en un sitio u otro. Y, lo que es peor, sin ánimo alguno de meter una moneda e intervenir en aquello.

Qué más da. Allí estaba Lamine Yamal para cambiar de ritmo y crear de la nada cuantas veces hiciera falta. Después de que al Barça le entrara un pequeño sofocón tras el temprano gol inaugural de Iñigo Martínez –su cabezazo cruzado a saque de falta de Raphinha fue imponente–, Lamine Yamal lideró otra vez el cambio de ritmo. Su infinito catálogo de pases con el botín zurdo bien hubieran aliviado antes a Flick de haberlas aprovechado antes sus compañeros. 

Fue justo antes del descanso cuando Lamine volvió a ver una cuarta dimensión. Intervino Pedri en el pase, Raphinha en el tiro al palo, y Lewandowski en el oportunismo y el remate a la red. Y ya en el segundo acto no hubo más que ir contando goles y esperar a que nadie saliera mal parado. A Cubarsí le abrieron la mejilla cuando Spajic confundió el balón con su cara. Y Milson, después de que Koundé brindara tres goles, maquilló algo el resultado con un remate que provocó que se encendiera alguna bengala. Poca cosa. Los de Flick sumaron así su tercer triunfo en esta Champions, el primero a domicilio, y se estabilizó en el top-8.

En el Pequeño Maracaná, el Barça continuó con su siembra.  

Ficha técnica:

2 - Estrella Roja: Ilic; Seol, Spajic, Djiga, Rodic (Milson, min.59); Kanga (Dalcio, min.72), Elsnik, Krunic; Silas (Prutsev, min.82), Maksimovic (Ilic, min.72); y Ndiaye (Katai, min.82).

5 - FC Barcelona: Iñaki Peña; Koundé, Cubarsí (Sergi Domínguez, min.67), Íñigo Martínez, Gerard Martín; De Jong (Gavi, min.67), Casadó; Lamine Yamal, Pedri (Fermín, min.58), Raphinha (Dani Olmo, min.58); y Lewandowski (Pau Víctor, min.78).

Goles: 0-1: Íñigo Martínez, min.13. 1-1: Silas, min.27. 1-2: Lewandowski, min.43. 1-3: Lewandowski, min.53. 1-4: Raphinha, min.55. 1-5: Fermín, min.76. 2-5: Milson, min.84.

Árbitro: Espen Eskas (NOR). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Ndiaye (min.61) y Spajic (min.64).

Incidencias: Partido de la cuarta jornada de la Liga de Campeones disputado en el estadio Rajko Mitic de Belgrado ante unos 51.000 espectadores. Antes del encuentro, se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas de la DANA en Valencia.

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