RENDIMIENTO DESCENDENTE

Dani Olmo, bajo la angustia del 'fair play': del jugador luminoso a suplente ante el Atlético

El futbolista arrancó con tres goles en tres partidos y, a la vuelta de su lesión muscular en Montilivi, ha decaído su influencia: tres tantos en 12 encuentros

Dani Olmo.

Dani Olmo. / EP

Marcos López

Marcos López

Entró como un ciclón, transformando en Vallecas el paisaje ofensivo del Barça de Flick, siendo un jugador determinante a finales de agosto con un impacto nunca visto en un fichaje. Salió y cambió el partido contra el Rayo de tal manera y no solo porque marcó el triunfo de la remontada.

Lo cambió porque ejerció un tremendo efecto positivo y multiplicador en toda la estructura de un equipo que comenzaba a caminar en lo que eran los primeros pasos del nuevo proyecto de Hansi Flick. Pareció entonces que Dani Olmo llevaba toda la vida en el Barça, como si no se hubiera nunca a Croacia, ni siquiera a Alemania.

Ese ciclón ‘olmoniano’ continuó luego ante el Valladolid (dos partidos, dos goles) y frente al Girona (tres partidos, tres goles). Pero caía lesionado en Montilivi, justo cuando había olvidado los nervios y la angustia de haberse perdido las dos primeras jornadas de Liga por no haber podido ser inscrito.

Entonces, el futbolista calló. Ahora, cuatro meses más tarde, y con el problema todavía mucho peor -su nombre, al igual que el de Pau Víctor, ha desaparecido de la lista oficial de LaLiga-, mantiene silencio. Solo se comunica a través de las redes sociales en las que no para de expresar su amor culé, ocultando lo que está sintiendo por dentro, incapaz de entender lo que ha pasado en las últimas semanas.

Dani Olmo, en el Betis-Barça del Benito Villamarín.

Dani Olmo, en el Betis-Barça del Benito Villamarín. / EP

Se fue del club de su vida por carreteras secundarias -no hay precedentes de un joven que elija irse a Croacia- y necesitó una década para volver a su casa. Abandonó el Barça camino del Dinamo de Zagreb en el verano de 2014 al detectar que su futuro estaba lejos de La Masia y regresó en el verano de 2024 convertido en una celebridad.

Venía siendo dueño de la Eurocopa con la selección española, pieza clave en el título, y objeto de deseo de los grandes clubs de Europa: City, United, Arsenal, Bayern Múnich, Paris SG… Los mismos que lo quieren ahora, claro. Pero él decidió asumir el riesgo que obvió, por ejemplo, Nico Williams, temeroso de que las palabras tranquilizadoras de Joan Laporta sobre el fair play salarial no se cumplieran.

Dani Olmo aceptó esa sensación de inestabilidad. Y vino al Barça, aunque estuvo viendo por la tele el triunfo en Mestalla y sentada en la grada de Montjuïc para disfrutar de la victoria sobre el Athletic. Luego, ya con los papeles en regla, aprovechando el resquicio legal de la lesión de Christensen, se vio a un jugador luminoso y decisivo, frenado por la lesión muscular en Montilivi (estuvo seis partidos de baja) y a la vuelta no fue el mismo.

Sigue callado. Sigue con su silencio público, ocultando así esa inevitable sensación de nervios que ha vivido en los últimos meses donde su rendimiento ya no es tan devastador. Es un jugador más apagado, sin tanta influencia, al punto de que Flick lo dejó sentado en el banquillo para medirse al Atlético en el duelo en el que se decidía el liderato de la Liga.

Dani Olmo, ante el Atlético de Madrid.

Dani Olmo, ante el Atlético de Madrid. / EP

Ante la ausencia por lesión de Lamine Yamal, el técnico cambió de banda a Raphinha, al que situó en la derecha, y colocó a Fermín en el flanco izquierdo con el objetivo de abrir bien el campo. ¿Y Olmo? Con el chándal de suplente, aunque apareció luego en la segunda mitad.

Sin un momento de calma

En cuatro meses, el fichaje estrella del verano ha vivido una inacabable montaña rusa de emociones, tanto en el campo como, sobre todo, fuera. NI un momento de pausa ha tenido desde que arriesgó y decidió volver a su casa.

Aquel ciclón (un gol cada 63 minutos en sus tres primeros encuentros) ha dado paso a un Olmo menos influyente (un gol cada 207 minutos en los 12 últimos partidos) en un Barça que le añora.

No se explica, sin embargo, su fútbol por las cifras. Y menos aún por los goles. Pero sí se mide por la capacidad que siempre ha tenido de desestabilizar al rival gracias a la creatividad que irradia su juego. Y en nada se asemeja ahora el rendimiento del Olmo al del que vino

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