EMPRESAS

Las moscovitas de Rialto dan el gran salto

La centenaria confitería de Oviedo invertirá un millón en duplicar su obrador para superar el récord de fabricación de sus célebres pastas, con las que factura más de 4,3 millones

Trabajadores de Rialto, en plena elaboración de las populares moscovitas. / DAVID ORIHUELA

Yago González

Al filo de las once de la mañana de un jueves laborable, en la cafetería de Rialto, en el centro de Oviedo, ya hay una cola de seis personas que esperan a que quede libre una mesa. En el histórico salón, sostenido por las mismas columnas neoclásicas que tenía el local hace casi un siglo, desayunan y toman café clientes habituales y visitantes tanto de fuera de Oviedo como de Asturias (y muchas veces, del resto de España).

Además de las famosas meriendas con tortitas que siguen degustando varias generaciones de parroquianos, el motivo que ha convertido a Rialto un destino ineludible para quienes acuden a la capital del principado son las célebres moscovitas, las galletas de chocolate y almendra picada que se despachan en el mostrador de la confitería. El obrador que tiene en Argame (Morcín) la empresa propietaria, Chocolates del Principado, elabora cada año 15 millones de estos dulces, que pueden comprarse en 400 tiendas del país, además de en internet. Su facturación asciende a más de 4,36 millones de euros.

Pero Rialto no se quiere quedar ahí, y por eso invertirá un millón en duplicar el espacio del obrador. La ampliación permitirá que la plantilla de trabajadores se incremente y alcance el centenar de manera estable. Las obras comenzarán de inmediato y la intención es que todo esté a pleno rendimiento en 2026, coincidiendo con su centenario.

Fue en 1926 cuando Urbano Páramo fundó la confitería con el nombre de Royalty. A finales de los años 30, el luarqués Francisco Gayoso, que había aprendido el oficio en el obrador de su padre, adquirió el negocio y se trasladó a Oviedo no solo con su familia, sino también con su maestro pastelero. En pleno franquismo, los nombres en inglés no estaban muy bien vistos, así que Gayoso lo cambió por Rialto, que sonaba parecido y, además, remitía al majestuoso puente de Venecia. El negocio ya fabricaba por entonces las moscovitas, aunque aún no se llamaban así. Los clientes pedían "las pastas finas de chocolate".

No es cuestión menor. El nombre de las galletas es un misterio y ha dado pie a muchas teorías y leyendas. "Algunos nos critican porque dicen que mantenemos oculto el origen por un tema de imagen, como para darnos un aura de misterio. Juro que no es así", asegura Francisco Gayoso Carrasco (Oviedo, 1974), el tercer Francisco Gayoso al frente del negocio, tras el reciente fallecimiento de su padre a los 74 años. "El nombre ya aparece registrado en libros de la empresa de los años 40. Puede ser algo tan poco bonito y lucido como que hay un mineral llamado moscovita que, laminado, puede asemejarse a la pasta. También se dice que Marcial, el maestro confitero, estuvo combatiendo en Rusia en la Segunda Guerra Mundial, como otros españoles. Eso cuadraría por fechas, pero nos extraña que hubiera nombrado un dulce por una experiencia tan dura", explica el gerente.

Cambio generacional

El padre de Gayoso dejó de trabajar a los 65 años. Así que su hijo, que estaba a punto de ocupar un puesto en un banco, tomó el testigo hace nueve años. "Me dijo : ‘Tú ya estás curtido y conoces el negocio. Ahora te equivocas tú’. Es cierto que eso sucede poco en otras empresas, en las que las anteriores generaciones siguen supervisando cómo va todo. En nuestro caso, no. Y eso que mi padre lo controlaba todo", señala.

El principal cambio introducido por el empresario fue la creación del obrador de Morcín (el anterior estaba junto a la misma cafetería, en Oviedo). "Tenía claro que el proceso tenía que seguir siendo artesano, pero con instalaciones punteras. Esa escala es habitual en la industria alimentaria, pero no para unos confiteros que bañan las moscovitas una a una y dosifican con manga pastelera. Mucha gente me decía que era una locura", recuerda. Y, sin embargo, lo hizo impulsado por la fe en el producto estrella de la casa: "Veía que la moscovita era un producto que podía competir en el mercado nacional. Ya era muy conocido en Oviedo y en Asturias empezaba a serlo". En ese proceso de expansión también había sido clave, a comienzos de la década de los 2000, la apertura de la tienda de Madrid, en pleno barrio de Salamanca. "De hecho, hay mucha gente de Madrid que, cuando viene a Oviedo, dice: ‘¡Anda, aquí también han abierto un Rialto!’".

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Hace 25 años, las moscovitas no representaban ni la mitad de las ventas de la confitería, basada todavía en productos más clásicos como las tartas y los milhojas. Hoy, el porcentaje asciende al 75%. "Se vende muy bien en los países árabes y en Asia; también en el Caribe, México, Estados Unidos... Es un dulce que no tiene fronteras y por eso aposté por el mercado internacional. ¿Por qué una pasta hecha artesanalmente con muy buena materia prima no iba a competir con un bombón belga?", plantea Gayoso.

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