El periodismo es un sector empresarial además de un servicio ¿público o privado? Un sector que lleva decenios recibiendo puñaladas de muerte y está muriéndose. Hablo del periodismo, no de la información y el entretenimiento. ¿Y qué es el periodismo? Aquella profesión y oficio que molesta al Poder y al poder, que lo inquieta, que lo indigna, y que le da voz a los que tienen poca o ninguna, aquella actividad que le dice a la gente lo que los de arriba –de lo privado y de lo público- no quieren que se sepa, como afirmaría Alfred Charles William Harmsworth, lord Northcliffe. Sin transgresión no hay periodismo, hay jaleos, peleas, evasión, promociones de unos y de otros a través de declaraciones en las que el periodista sólo es un correveidile, hay publiperiodismo, hay despiste del receptor dividiendo a la gente en buenos y malos, hay “sangre”, insultos, especulaciones, afirmaciones sin pruebas, intereses que originan que los mensajes que llegan hasta usted sean de una forma y no de otra pero usted no se entera de nada de lo que se cuece detrás de las supuestas noticias.
Escribo para quienes exigen que les den periodismo, en coherencia con el artículo 20 de la constitución de 1978 –por ahora vigente-: se reconoce y protege el derecho a “recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. Reconocer es sencillo, proteger es otra cosa, lo que se nos presenta como periodismo está repleto de propaganda e ideas que coinciden con las de los receptores que no desean complicarse la vida, a pesar de que en 2010 el entonces presidente Obama afirmara: "Si usted es alguien que lee normalmente los editoriales de The New York Times [el periódico de los progresistas], trate de leer de vez en cuando los editoriales de The Wall Street Journal [el periódico de los conservadores]. Quizá le hagan hervir la sangre, quizá no le cambien su forma de pensar, pero la práctica de escuchar los puntos de vista opuestos es esencial para ser un verdadero ciudadano".
El periodismo, en contra de lo que se cree y como afirmó hace unos 25 años la profesora y catedrática María Pilar Diezhandino, es una actividad intelectual, no un quehacer para perseguir a paletos o analfabetos del famoseo, o para aguantar ruedas de prensa sin preguntas, o para que la realidad no estropee las consignas que llegan desde arriba y que obligan a ignorar la cantidad de aristas que posee un acontecimiento para al final dar al receptor una verdad a medias. Casi todos los medios que he conocido desde 1974 en que empecé a ejercer el periodismo y desde 1991 que lo investigo desde la universidad, dicen la verdad a medias, es decir, caen en la más espantosa de las mentiras.
Primera puñalada. Creímos que los medios, en democracia, iban a ser libres, pero no es así, como demostró en 1991 el sociólogo Alberto Moncada, siguiendo la estela de Manuel Vázquez Montalbán y Enrique Bustamante. Pronto se intensificó la concentración informativa, en coherencia con una pauta mundial que ha ido en aumento y tiene su punto culminante en la llamada Telecommunications Act, aprobada en Estados Unidos en 1996. En pocas palabras, se permitía y facilitaba la concentración mediática y la total diversificación del capital con lo cual desde entonces se acentuó muchísimo la presencia de agentes totalmente extraños al periodismo entre los propietarios de sus empresas.
Antes y después de la Telecommunications Act, en España nacieron, a partir de la muerte de Franco (1975), los grupos Prisa (El País), Zeta, Grupo 16, Prensa Ibérica, Unedisa (El Mundo), Vocento (Abc)... Mientras más avanzaba el tiempo más se sustituía la figura del editor-empresario por la de la sociedad en cuyo accionariado estaban presentes sectores empresariales y financieros de lo más variado. El hecho es lógico desde el punto de vista de la dinámica de mercado pero no desde la óptica del rigor de la profesión periodística.
Mientras más grandes son las empresas periodísticas, más presiones e intereses tienen detrás, más dueños de todo tipo, al final su labor se reduce abrumadoramente a criticar a los políticos –a unos más que a otros porque los medios proyectan más política que periodismo- pero en el mundo, la inmensa mayoría de los seres humanos no trabaja para los políticos ni para la Administración en general sino para el sector privado. En España, entre todas las administraciones, hay algo más de 2,5 millones de funcionarios mientras que la población activa suma casi 23 millones de personas y unos 8 millones no están en edad de trabajar de los 47 millones de habitantes que tenemos. Por tanto, es en el sector privado donde, según la lógica periodística, debe concentrarse el mayor número de noticias. Sin embargo, como el sector privado más importante suele ser el dueño de los medios, el periodista se ve obligado a no ejercer periodismo sino a formar follón, a hacerse eco de batallas políticas rutinarias, a dirigir su mirada hacia los payasos de las bofetadas, como diría León Felipe de Don Quijote pero que, en este caso, son los políticos.
Segunda puñalada. Derivada de la anterior, busquen ustedes en la red, ahí se pueden hallar a las empresas que más invierten en publicidad en los medios. Después, podemos comprobar cuántos reportajes de denuncia e investigación aparecen insistentemente sobre ellas en horas punta y con todo un despliegue informativo. Es un ejercicio que el catedrático de periodismo Francisco Esteve les sugería desarrollar a sus alumnos de un máster sobre Periodismo Económico que se imparte en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, de Madrid. Puede que todas estas firmas sean buenas por naturaleza y no lo sepamos, pero tampoco eso sería consecuente con la lógica de la experiencia periodística.
Petra Secanella, catedrática de periodismo de la Complutense, afirma que el periodista debe suponer que todos estamos en pecado original mientras él no demuestre lo contrario. Y la agencia City News Bureau of Chicago, o City Press, de Chicago, hizo famosa esta premisa: “Si tu madre te dice que te quiere, contrástalo con otra fuente”, es decir, el periodista debe hacer su trabajo, ser un desconfiado, no fiarse de nadie y menos de los lugares donde se concentra poder.
Fuente: https://www.reasonwhy.es/actualidad/estudio-infoadex-graficos-2019
El problema de la dependencia publicitaria no es exclusivo de España, claro está, en EEUU es muy conocida la alianza entre la CBS y Nike en 2014 y 2015 y cómo esta interacción mercantil influyó en la libertad profesional de los periodistas que elaboraban los informativos.
Tercera puñalada. Las nuevas tecnologías de producción de la noticia. La tecnología es una herramienta para hacer mejor el periodismo pero lo que está sucediendo es que el periodista está todo el día pegado a una pantalla, sus fuentes personales propias –físicas- son mínimas o inexistentes, y llama periodismo fundamentalmente a los datos que son útiles pero no dejan de ser eso, datos, algoritmos, ¿creen ustedes que sentados frente al ordenador se hubiera descubierto la matanza de inocentes de My Lai, perpetrada por los soldados norteamericanos en Vietnam, o los papeles del Pentágono, o las torturas de Abu Graib o las trampas que el sector automovilístico introdujo en los coches en los años sesenta, en EEUU también, o el mismo Watergate?
No, el Poder ha tomado nota de toda esa libertad periodística y en los años 80 formó los pools de periodistas, es decir, controló a quienes enviaban los medios a las guerras para cubrirlas y hasta les buscaba el lugar desde donde debían informar y donde se podía filmar y donde no. De la libertad de Hemingway o Ilyá Ehrenburg en nuestra guerra civil a la actualidad va un salto muy grande. Cuando en 2003 José Couso murió por el obús de un tanque norteamericano, estaba filmando para Tele 5 con su cámara desde el balcón de una habitación del Hotel Palestina, en Bagdad, hotel asignado por el mando militar para los periodistas. Couso filmó su propia muerte y ahora si te he matado no he sido yo ni ha pasado nada. Si vulneras este nuevo orden la reacción es cruel, como en el caso de Assange, del que luego hablaremos.
Cuarta puñalada. No se habla apenas de economía en comparación con la política, se habla sobre todo de política y en plan batalla, superficialmente, pero es el dinero el que mueve el mundo y no sabemos casi nada de eso, ni desde la escuela. José Luis Sampedro dijo que a los niños les hablan en los colegios de temas que jamás van a encontrarse en la vida pero que nunca les hablan de los bancos, entidades a los que estamos enganchados hasta la muerte y aún más allá de ella por medio de nuestros descendientes.
Quinta puñalada. Matar a las fuentes de información más decisivas. Julian Assange está siendo sometido desde hace años a una tortura lenta por haber hecho posible con su Wikileaks que todos veamos cómo desde un helicóptero de combate estadounidense matan en Afganistán a civiles inocentes, entre ellos un periodista y su chófer-guía. Falciani está perseguido por filtrar cientos de nombres de ladrones en forma de defraudadores al fisco. Snowden se tuvo que esconder en Rusia tras filtrarle a la prensa que EEUU espiaba a la gente como y cuando quería. Se está reprimiendo a periodistas por actitudes similares desde hace decenios, empezando por el país de la libertad.
Sexta puñalada. Los buenos y veteranos periodistas, al paro, comenzó el hecho con la decadencia de la prensa de papel y la llegada de las nuevas tecnologías, las empresas tal vez ahorraran dinero librándose de las nóminas más altas pero la calidad del producto ha mermado, los jóvenes redactores no desarrollan prácticas exactamente, sino que llevan a cabo sustituciones y se exige de ellos metas para las que no están debidamente preparados.
Séptima puñalada. ¿Enseñan bien el periodismo las facultades habilitadas para ello? No, la mayoría, no, y entre esa mayoría se encuentra la de Sevilla; las pagamos con dinero público para que no cumplan con las expectativas de los empresarios y de los públicos. Ya es hora de acometer una reforma a fondo de estos centros, en gran medida alejados de la realidad social y económica. La Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla incluye el Grado en Periodismo con ese nombre especifico y cuatro años de duración. A pesar de ello, hasta el tercer año los alumnos no estudian realmente periodismo más a fondo, un sinsentido absoluto, por no calificar mucho peor este hecho.
Octava puñalada. Un mercado insuficiente para tanto egresado en periodismo. Según el Informe sobre la Profesión Periodística de 2018, en el periodo 2016-2017 se graduaron en España casi 3.500 alumnos sólo en periodismo, si sumamos los graduados en comunicación audiovisual la cifra llega a casi 6.500. ¿Qué mercado puede acoger este ritmo de titulados? Sin embargo, existen nichos de trabajo para los periodistas que se les niegan, pondré sólo tres ejemplos: 1. La comunicación institucional y corporativa. Toda empresa mediana debe contar con un responsable de comunicación y periodismo. 2. La comunicación local, repleta de empleo sumergido y de medios de comunicación ilegales. 3. Las materias de comunicación e información que se imparten en colegios e institutos, sobre todo en estos últimos, desarrolladas por profesores que no poseen un debido conocimiento del tema porque ni tienen el título universitario en comunicación y, mucho menos, han ejercido la comunicación y el periodismo.
Novena puñalada. El sectarismo de algunos responsables de medios de comunicación, periodistas que deberían ser expulsados de la profesión si existieran colegios profesionales con poder ejecutivo real y efectivo para apartar a periodistas, sobre todo de alta alcurnia, algunos de los cuales cargan con las sospechas de estar conectados a tramas ilegales condenadas por ello.
Décima puñalada. Las redes sociales. Las fuentes de los periodistas deben ser personas y documentos totalmente fiables, ¿qué hacen hoy montones de periodistas pendientes de si echan o no humo las redes sociales y otorgándoles una relevancia de la que carecen? En todo caso, la mayoría de los asuntos que parten de las redes sociales pertenecen a una sección de entretenimiento o deben someterse a reportajes de investigación sobre el comportamiento del ser humano. Las redes sociales, tomadas en sus mensajes en general, están convirtiendo al periodismo en el portavoz de la incultura y del fundamentalismo expresivo, se le está dando cobijo bajo una profesión respetable e imprescindible por la que muchos han muerto, a delincuentes legales de lo falso y a calumniadores de todo tipo.
Con este panorama, ¿qué le queda al periodismo? Una supuesta investigación, pero aplicada por lo general a políticos, trabajos periodísticos reiterativos que aburren a las ovejas y, por lo tanto, ello obliga a echar mano de informaciones anzuelo e incluso falsas para que sus patrones ganen dinero o intenten ganarlo. Va ser complicado porque los públicos hace tiempo que se dieron cuenta del juego y cada cual se largó a fabricarse su propio entretenimiento, sobre todo los jóvenes. Los empresarios que están detrás del periodismo lo van a tener complicado porque ya no es solo que los ciudadanos hayan abandonado sus productos, sino que con tanta inflación informativa la gente no tiene tiempo de detenerse a leer lo que cada vez es menos periodismo y más rutina adornada con virguerías tecnológicas.